Muere Fernando González, el maestro del teatro chileno
El impulsor de la escuela del Teatro Itinerante y el exdirector del Teatro Nacional Chileno falleció la tarde de este sábado. Quien fuera unos de sus compañeros de ruta, el actor Alfredo Castro, señaló a Culto: “somos muchas generaciones de alumnos de él, entonces es una pena muy grande”.
“Falleció mi maestro, Fernando González”, escribió Alfredo Castro en sus redes sociales acompañado de una foto de quien fuera el director de la Escuela de Teatro Itinerante, espacio donde el intérprete se formó. A sus 84 años, Fernando González dejaba este mundo tras años con un estado de salud delicado, afectado principalmente por la diabetes. Se trata de la partida de un emblema del mundo de las tablas, una figura que no solo destaca por su participación en obras teatrales, sino que además se encargó de formar generaciones de actores y actrices.
Fernando González creció en la calle Santos Dumont, Recoleta. Desde esa época ya tenía claro que quería convertirse en actor, aunque pasaría al historia por su rol educativo en las artes escénicas. “Creo que me fue mejor como profesor y director, pues mi nombre nunca ha sido el de una estrella como el de varios alumnos míos”, diría en conversación con este medio el año 2017.
En 1959 egresó de la carrera de actuación en la Universidad de Chile y se desempeñó como actor allí hasta 1960. Posteriormente se formaría en dirección teatral, un rol que le otorgó la posibilidad de liderar títulos como clásicos como Romeo y Julieta, Bodas de sangre, El violinista en el tejado, Un tranvía llamado deseo, entre otros.
Su vocación por enseñar teatro
En 1976 fundó la Escuela de Teatro Itinerante, un centro que se movía por distintos establecimientos de Chile y que motivó a jóvenes a buscar nuevas maneras de expresión en escena. Entre algunos de los nombres que pasaron por esta formación están el del fallecido director Andrés Pérez, Aldo Parodi y Alfredo Castro. “Durante cuatro años estuvimos con tantas actrices y actores maravillosos, viajando por todo Chile. Él formó a mucha gente”, recuerda Castro vía telefónica.
Para 2005, año en que González recibiría el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales, la revista Ercilla lo describiría como un maestro agudo y disciplinado. Además, era un profesor que guardaba una relación muy cercana con sus alumnos, él mismo se describía como una “abuela” para ellos. Allí también relataría que su vocación era realizar clases, más que la actuación y la dirección.
“Cuando era niño existían las escuelas normales que formaban maestros para la educación primaria y mi madre, viendo mi interés, me llevó a dar un examen a la Escuela Normal. Desgraciadamente salí mal y no pude ser profesor”, contaría en aquella entrevista de 2005. Sin embargo las ganas por enseñar lo llevaron en marzo de 1981 a crear su academia de actuación, Club de Teatro, ubicado en la calle Constitución 75. Allí iniciarían talleres de representación escénica, expresión corporal y vocal. Para 1986 comenzaron a egresar de allí las primeras promociones de profesionales del mundo escénico.
Hoy son un puñado de rostros del mundo de la televisión y el teatro para quienes Fernando González se convirtió en un maestro. Algunos de ellos son Néstor Cantillana, Aline Kuppenheim, Francisco Melo, Tamara Acosta, Francisco Reyes, Benjamín Vicuña, entre otros.
En su entrevista de 2005 recordaría la anécdota donde le buscaba nombre artístico a sus alumnos: Néstor Igor (a Cantilla), Juan Francisco (a Melo). “A mí en una época no me gustaban mis nombres. El primero Aníbal, que de hecho no me gusta nada, y Fernando, que lo encuentro demasiado popular. Solamente lo vino a prestigiar el famoso tenista, pero es bastante fome”, bromearía respecto al alance de nombre que tiene con el deportista y medallista olímpico, Fernando González Ciuffardi.
Entre 1998 y 200 fue director del Teatro Nacional, dependiente de la Universidad de Chile, gestión por la cual fue reconocido y respaldado por colegas. “Había directores que nunca habían dirigido en el Antonio Varas, y autores como Jorge Díaz y Juan Radrigán que tampoco habían estrenado allí sus obras. Fue mi huella como director, y aprecio que se me recuerde así”, diría en 2017 a La Tercera.
Ya en la década del 2000 inició una etapa marcada por reconocimientos y una disminución de su rol en la dirección. También fue su regreso a las tablas pero esta vez como actor en Numancia de Cervantes, junto a la Compañía La María. Allí interpretó a un viejo maestro de ceremonias y compartía elenco con Amparo Noguera, Antonia Zegers y Marcelo Alonso.
En 2000 recibió el Premio Municipal de Artes de la Representación, entregado por la Municipalidad de Santiago, y el 2005 se le reconoció con el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales. Sobre este último confesó que no esperaba ganarlo, pero que era bien emocionante. “Esto es absolutamente desusado para mí, porque yo soy una persona de bajo perfil”, diría en 2005.
Para el día de la premiación, González no dejaría de recordar a sus propios maestros, amigos y colegas, dedicándole especialmente el reconocimiento a tres personas. “Pedro Orthus, que es el más grande director teatral de Chile en el último medio siglo. Sergio Aguirre, mi amigo y compañero de escuela, que falleció, y a Víctor Jara, que pese a que no gocé de su amistad, le tengo una admiración muy grande”, le diría a la Revista Ercilla.
Últimos años
Una de las últimas conversaciones que tuvo Fernando González con este medio data de 2017. Había estrenado la obra Fantasmas borrachos donde participó como actor. “Sé que es tiempo de que me retire”, declaró a sus 78 años para ese momento. Sin embargo le presentación de la obra en la Plaza de la Constitución en enero de ese entonces, junto a la ovación de 2500 personas, lo hicieron dudar de esa posibilidad.
“Uno siempre piensa que puede volver a estar ahí, bien arriba, aunque de puro vanidoso. Nunca me he considerado un muy buen actor, y creo que en el teatro debiesen estar solo los mejores, pero todo artista lucha contra el miedo de que su momento ya pasó y que debe despedirse, como yo”, admitiría en aquella entrevista.
Uno de los hechos que puso a pensar a Fernando González en la posibilidad de un retiro fue el diagnóstico de una diabetes en 2014. Ese año debió mantenerse en cama por cerca de tres meses en su departamento ubicado al costado del Museo de Bellas Artes. Allí vivía solo desde hace 20 años, cuando quien fuera su pareja, el actor y director, Sergio Aguirre, falleció: “No volví a emparejarme. 40 años de relación fueron suficientes (ríe). Nuestros años más felices fueron los últimos siete, pues estábamos viejos y nos queríamos mucho. Además, Sergio, que había sido muy picaflor, ya no lo era tanto, entonces era como mío no más”, contó.
El maestro González nunca tuvo hijos, pero su pareja fallecida tuvo dos, y se convirtieron en lo más cercano a una familia para él. “Siempre me escriben o llaman. Además tengo a mis alumnos. Siempre me rodeo de ellos y ellos de mí”, relataba sobre sus lazos más cercanos.
La tarde de este sábado, pasada las 3 de la tarde, la noticia del fallecimiento de Fernando González le llegó al actor Alfredo Castro. “Tenemos un grupo que hemos estado cerca de Fernando, de exalumnos y amigos, y bueno sabía que venía un poco así porque había decaído mucho este último tiempo”, relata. “No sé detalles, pero él tenía una diabetes muy mala hace muchos años. Estaba en un hogar hace mucho años”, añadió.
El actor además se refirió a la gran figura que encarna González para el mundo del teatro y para también para su formación artística personal. “Somos muchas generaciones de alumnos de él, entonces es una pena muy grande. La enseñanza más grande que Fernando puede dejarnos a todas las generaciones es el respeto y el amor por la profesión junto a la importancia del trabajo constante y perpetuo que uno debe hacer para ser un actor”.
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