El poeta, literato chileno y figura de la cultura popular Erick Pohlhammer falleció a las seis de la mañana de este lunes a los 68 años, según informó su familia durante esta jornada, sin precisar mayor detalles sobre las causas del deceso.
En el último tiempo, el escritor había estado aquejado de varias complicaciones que habían golpeado su salud. Por ejemplo, en mayo de 2022 sufrió sufrió un accidente cerebrovascular (ACV), que le dejó como secuela la parálisis del lado derecho de su cara y un brazo.
El autor sufrió el hecho mientras comía con su esposa en un restaurante de Viña del Mar. Una pareja que se hallaba en el lugar le brindó los primeros auxilios y llamó una ambulancia de emergencia.
Su esposa, Verónica Frazier, conversó esa vez con LUN y entregó más detalles de lo ocurrido. “Me da un poquito de pena verlo así. Se le hace difícil hablar, pero está consciente, me reconoce. En la ambulancia me decía: ‘Tranquila, si me voy a mejorar’”.
“Llevo 17 años con él y nunca se ha controlado, no se hace exámenes y si le duele algo dice que el agua de mar lo soluciona todo. Ni siquiera tiene previsión”, lamentó. A partir de ahí, según ha contado la familia, su deterioro fue progresivo.
Erick Pohlhammer fue un exponente de la generación de poetas de la década de los ochentas, es decir, contemporáneo de nombres claves de la literatura chilena reciente, como Mauricio Redolés, Rodrigo Lira, Jorge Montealegre, Paulo de Jolly, Diego Maquieira, entre otros. Egresado del Grange Scool, estudió en la Pontificia Universidad Católica donde obtuvo el título de profesor de castellano. Al mismo tiempo siguió la licenciatura en estética, aunque no la completó al seguir estudios en Estados Unidos. Hizo un posgrado en educación en la Universidad de Miami.45
Sobrino del legendario Sergio Livingstone, antes de volcarse a la literatura pasó por las divisiones menores del club de sus amores, Universidad Católica, e incluso fue boxeador amateur con un notable registro de victorias (acumuló 37). Aunque nunca dejó de opinar sobre el fútbol criollo, con los años descubrió que su verdadera pasión eran las letras.
Su debut literario se publicó en 1979, mientras aún era universitario; se tituló Epístolas iluminadas entre parejas disueltas, al que le siguió el volumen Tiempos difíciles, en que plasmó su particular voz autoral: irreverente, sarcástica, crítica y por momentos limitando lo absurdo.
De allí le siguieron las obras Es mi segundo set de poemas (1985) y Gracias por la atención dispensada (1986). Un ritmo de publicaciones que solo retomó casi dos décadas después con el volumen Vírgenes de Chile (2007).
Su primer reconocimiento importante lo obtuvo en 1993, cuando fue galardonado con el Premio Pablo Neruda. Posteriormente ha recibido otras distinciones, entre las que destaca el Premio Municipal de Literatura de Santiago 2008 por precisamente su poemario Vírgenes de Chile.
Hacia los noventas, el nombre de Erick Pohlhammer se hizo más conocido a nivel masivo al participar como jurado del programa de televisión ¿Cuánto vale el show?, de Chilevisión, a cargo de Leo Caprile. Con su estilo deslenguado, compartió tribuna con un variopinto de personajes como el escritor Enrique Lafourcade, el crítico Ítalo Passalacqua y la actriz Marcela Osorio.
Desde ahí, se perfiló como un personaje altamente mediático. Lo invitaban de todos los canales, queriendo tener en pantalla algo de su humor negro y su estilo poco convencional para la empaquetada TV chilena de esos años.
De hecho, recordado es el momento en que se peleó al aire con Javier Miranda en el espacio Lo mejor del Mundial de Canal 13, en 1994, por la poca tribuna que se la daba a los temas de fútbol. En ese instante, el autor terminó furioso y se retiró al aire del set. Pocas veces la pantalla chica del país había vivido un momento tan rupturista.
También estuvo en otros programas como panelista, tales como Sin Dios ni late y Síganme los buenos (con Julio César Rodríguez), además de participar en 2016 en el reality show Generaciones cruzadas, de Canal 13. Tenía 59 años e ingresó con su hijo adoptivo, José Miguel Puyol.
“Junto a José Miguel Pujol, son dinamita y sus divertidas ocurrencias darán que hablar en “Generaciones Cruzadas””, rezaba su presentación en el programa.
Pero no sólo tuvo fricciones con Miranda. Pese a que fueron compañeros en ¿Cuánto vale..., en algún momento se distanciaron con Lafourcade. Cuando este último falleció en 2019, Pohlhammer escribió: “Todo Chile te despide con amor y respeto, don Enrique Lafourcade. Nos vemos pronto. Nadie no muere. Nadie nunca no ha muerto. Somos turistas en tránsito pasando por el planeta Tierra. ¿Viste que la Muerte era un amanecer y no un crepúsculo? Nunca se podrá, don Enrique, dejarlo de apreciar y de leer. Gánese una Eternidad Blanca”.
Desde 2015 se radicó en la localidad de Concón. “El océano es una sinestesia, te da la posibilidad de contemplar, o sea, reducir el campo de atención. Dejas de pensar en tu rollo”, le explicó a La Tercera en una entrevista de 2017. La última publicación fue el libro Bajo la influencia de la poesía, publicado por la editorial Libros del amanecer. La misma casa publicó en 2020 una nueva edición revisada de Vírgenes de Chile.
El editor de Libros del Amanecer, Cristián Guerra, recuerda a Culto su trabajo con el vate, a quien conoció en 2013 con ocasión de una antología llamada Primera y última (2014). “El era muy accesible, te enseñaba mucho. Sabía mucho de poesía y literatura y tenía esa vocación cuando trabajaba sus libros”.
Guerra volvió a trabajar con Pohlhammer en 2017, con ocasión de la publicación de Bajo la influencia de la poesía. Recuerda que incluso, el poeta se quedaba en su casa. Allí lo pudo conocer a mayor profundidad. “Era bien trabajador con los textos, bien rígido con las correcciones, bien corto de genio, pero tenía una calidez, al mismo tiempo, una humanidad, era bien de piel, bien cercano, tenía esa dualidad bien rara. En el lado cotidiano era amistoso, pero también tenía su lado serio”.
Entusiasta de la meditación, que practicó durante 40 años, el escritor siempre defendió sus bondades, destacando que era mejor que consumir drogas, como el ácido. “Lo pasé genial, pero no vi ninguna diferencia con mi práctica de meditación de 40 años -le dijo a La Tercera-. Incluso es mejor la meditación porque no hay distorsión ninguna”.