En un club, el Manhattan, se vieron por casualidad. Él, Ike Turner, era el orgulloso líder de Kings of Rhythm, una de las bandas pioneras del rock & roll, que había logrado colar el hit Rocket 88. Ella, Tina, era una joven de 17 años que trataba de abrirse paso en la industria musical de St. Louis. En algún momento, ella logró subir al escenario y sin más, interpretó You know I love you, en la versión que había popularizado B.B King. Ike, con su fino olfato artístico, notó que la chica tenía una voz poderosa. De inmediato la reclutó.
Así comenzó una sociedad artística. Al poco tiempo, Ike decidió rebautizar al grupo como Ike and Tina Turner Revue, para destacar a la joven estrella. La jugada tenía una motivación comercial; a comienzos de los sesentas, en plena era de las bandas de chicas, el rock & roll de primera época comenzaba un declive entre los días de Elvis en el cine, la muerte pioneros como Buddy Holly y Eddie Cochrane. Así, Ike & Tina lograron su primer éxito, A fool in love, el que escaló hasta el número 2 de las listas de r&b, el nombre con que se hablaba de la música que creaban los artistas negros.
Dos años después, Ike le pidió matrimonio. Ambos ya tenían hijos de relaciones anteriores, por lo que de alguna forma la complicidad iba más allá del escenario. Aunque, como contó años más tarde, él la llevó a un burdel en Tijuana para su noche de bodas. Una alarma de que algo no venía bien.
Pero estaba la música. Durante la década Ike & Tina mantuvieron un ritmo constante de lanzamientos que consiguieron posicionarse en las listas de éxitos. En temas como I idolize you, It’s gonna work out fine, Poor Fool y Tra La La La La, pulieron una fórmula que parecía potenciarse en el talento de ambos. Todo, mientras proyectaban la imagen de una pareja modelo unida por la pasión por la música.
El momento de mayor éxito llegó en 1971, cuando su explosiva versión de Proud Mary, original de Creedence Clearwater Revival, trepó hasta las listas nacionales. Como Joe Cocker con With a little help from my friends, Tina había logrado darle un sabor auténtico a la canción. En vivo, la canción era la pieza central de sus shows, con Tina desplegando toda su capacidad de intérprete y sus intrincados pasos de baile, mezclados con saltos, patadas voladoras y una parafernalia propia del R&B.
Pero ya en los setentas, ya se podía apreciar un semblante extraño en Tina. La razón es que aquella pareja modelo no era lo que parecía. En silencio, Tina soportaba años de abusos por parte de Ike. De hecho, había intentado suicidarse en 1968. Fue un momento en que ya no podía soportar los golpes y gritos de Ike, quien con la fama del grupo comenzó a sumergirse en la profundidad de las drogas y las relaciones extramaritales.
Ike golpeaba a Tina a menudo. Peor aún, muchas veces, ella debió salir a cantar intentando dismular las lesiones físicas y emocionales de una relación que se volvía tormentos.a“Me arrojó en una ocasión café caliente a la cara, provocándome quemaduras de tercer grado”, escribió Tina en sus memorias de 2018 My Love Story. “Usó mi nariz como un saco de boxeo tantas veces que podía sentir el sabor de la sangre corriendo por mi garganta cuando cantaba. Me rompió la mandíbula. Y no podía recordar lo que era no tener un ojo morado”.
Todo empeoró con el abuso de las drogas. Ike era consumidor habitual de cocaína, por lo que se volvió aún más irascible y apretó más su férreo control sobre Tina. Además, había logrado que los derechos de autor de todo el material de la pareja figurara a su nombre, dejando a Tina sin un centavo. “Mi relación con Ike estaba condenada al fracaso el día en que se dio cuenta de que yo iba a ser su fuente de ingresos”, escribió la artista en sus memorias. “Necesitaba controlarme, económica y psicológicamente, para que nunca pudiera dejarlo”.
Para mediados de los setentas, Tina ya no aguantaba más. Fue en Dallas en el verano boreal de 1976, cuando ella decidió dejarlo. Huyó de él tras soportar otra paliza de las que él acostumbraba a propinarle. Llegó sin dinero y con la ropa manchada de sangre a un Ramada Inn, donde logró alojarse gracias a que era Tina Turner. Luego comenzó una batalla judicial para conseguir el divorcio.
Ella tenía en claro una cosa; deseaba recuperar su nombre. Entendía que necesitaba su identidad para lanzarse en solitario. En la negociación cedió la mitad de los derechos de autor que le correspondían por su trabajo en el dúo, además del dinero, las propiedades, el estudio que habían levantado y todo lo que se puede ceder. Ella solo se quedó con dos autos y su nombre. En el proceso, ella acusó que Ike enviaba matones para intimidarla, mientras ella se mantenía como podía. La situación empeoró cuando la contactaron los productores de conciertos; venían a cobrar parte de la indemnización por los shows que la pareja había dejado de hacer por su quiebre.
En ese punto, Tina notó que la gente aún los veía como la pareja modelo. Por eso decidió hablar con la revista People y contarlo todo. “Quería que la gente dejase de pensar que Ike & Tina era algo positivo, que éramos un gran equipo”, explica Tina en el documental Tina, de HBO. “Así que pensé que, al menos, la gente sabría qué había pasado”.
Poco a poco, Tina lograría salir adelante e impulsar su propia carrera en solitario. Pero las huellas de los años de abusos la siguieron hasta la vejez, tal como lo reveló en entrevistas y el documental Tina.