Quería hablar de arte. Sergio Parra, el poeta y dueño de Metales Pesados Libros, recuerda que Carlo Solari aparecía en la librería, compraba y se quedaba a conversar. El librero conocía al entonces presidente de Falabella a través del galerista Pedro Montes, fundador de D 21. Pero por entonces Parra no tenía disposición anímica para relaciones sociales: “Yo no quería ser amigo de Carlo”, cuenta. Aún sentía muy cerca la muerte de su amigo Pedro Lemebel y no quería hacer nuevas amistades ni embarcarse en nuevos proyectos. Pero Solari persistió.
-Carlo fue muy insistente. Venía, se sentaba y me conversaba. Un día le pregunté qué quería. Hablar de arte, me dijo. Para qué. Es que tengo una colección y me gustaría que la conocieras -relata.
Carlo Solari acaba de dejar la presidencia de Falabella tras una década al mando, y luego de un 2022 con pobres resultados económicos. Con su esposa, Paula del Sol, comenzaron a coleccionar arte chileno hace unos 15 años, con el apoyo de Pedro Montes. Ambos tenían cercanía familiar con la cultura: ella es hija del arquitecto Germán del Sol; él es el tercer hijo del empresario Reinaldo Solari, coleccionista de pintura del siglo XIX. A diferencia de este, el corazón de la colección Solari del Sol es el arte chileno de los 70 y 80, es decir, arte de contornos políticos y vinculado a la oposición a la dictadura.
Las obras de la colección se encontraban en una bodega, en el zócalo de un edificio en Vitacura. Cuando Sergio Parra cruzó el umbral y comenzó a descubrir las piezas, quedó impresionado.
-Me pareció espectacular. Había obras de Juan Downey, de Paz Errázuriz, la instalación Lonquén, de Gonzalo Díaz, que aún no estaba montada. Enganchamos inmediatamente. Y eso hizo que después ya fuera mucho más fluida nuestra amistad.
En 2017 la bodega se convirtió en galería con el nombre Il Posto, en homenaje a las raíces italianas de la familia: Il Posto quiere decir “el lugar”. Sergio Parra asumió como director artístico de la sala, que se formó para exhibir la colección a través de muestras acotadas, con una obra permanente: Lonquén, la instalación de Gonzalo Díaz realizada en 1989, a 10 años del hallazgo de los cuerpos de campesinos desaparecidos, en los hornos de una mina abandonada.
En sus primeros años, Il Posto funcionó en una dimensión privada: hacían exposiciones para amigos e invitados. En 2020 decidieron abrir al público con una muestra sobre Juan Downey, un conjunto de pinturas, grabados y dibujos de los años 60.
Desde entonces han dedicado muestras a artistas de la colección como Paz Errázuriz, Eugenio Dittborn, Jorge Tacla y el mismo Gonzalo Díaz.
La exposición más reciente cerró el fin de semana pasado y fue una aproximación al nuevo perfil de la colección: Mi ropa, la de otros, la de muchos tomó el nombre de una intervención de Juan Pablo Langlois en el Museo de Bellas Artes, en 1997, y reunió obras de artistas chilenos de diferentes generaciones, desde las Yeguas del Apocalipsis, Ricardo Yrarrázaval y el propio Langlois a Claudio Correa y Paula Baeza Pailamilla, junto con artistas latinoamericanos como María Abaddon, Alexander Apóstol y Sandra Gamarra.
-El grueso de la colección es el arte chileno de los años 80. Ese período ya se cerró y comenzamos a comprar artistas más actuales, con temáticas ecológicas, feministas, de género, que son los temas de los jóvenes hoy. Carlo y Paula son muy entusiastas y participan activamente -dice Parra.
Instalada en Espoz con Nueva Costanera, en el barrio de las galerías de arte, Il Posto se plantea como un espacio de conservación, estudio y difusión del arte contemporáneo latinoamericano.
“Creemos en que el arte y las discusiones en torno a él impulsan el desarrollo de pensamiento crítico y abren nuevas perspectivas y reflexiones sobre nuestra contemporaneidad”, dice el catálogo de su muestra más reciente.
Integrada por más de 350 obras, la colección se distingue porque cuenta con un cuerpo de trabajos por cada artista: por ejemplo, Dittborn está representado por cerca de 20 pinturas aeropostales, y Paz Errázuriz cuenta con series completas de El infarto del alma y La manzana de Adán.
-Entonces cuando invitas a un curador a armar una exposición, tiene muchas más alternativas. Y permite también hacer investigación -acota Parra.
A mediados del año pasado, Il Posto abrió un nuevo espacio: el Centro de Investigación Il Posto Documentos, ubicado en el segundo piso de un edificio en José Miguel de la Barra, precisamente sobre la librería Metales Pesados y a pasos del Museo de Bellas Artes.
Centro activo
Un amplio y luminoso departamento, con terraza hacia la calle, es la sede de Il Posto Documentos. El espacio cuenta con una biblioteca de casi 2.000 volúmenes y valiosos archivos y registros de las obras de la colección. En sus paredes cuelgan algunas fotografías de Pedro Lemebel, Paz Errázuriz y una gran aeropostal de Dittborn.
El centro es dirigido por Antonio Echeverría, licenciado en arte de la UC y ex pasante del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Con 23 años, Echeverría venía llegando de Argentina cuando fue llamado a participar del proyecto.
-Con Carlo Solari y Paula del Sol no nos conocíamos -cuenta-. Yo volví de Buenos Aires, estuve poco más de una semana trabajando en Patricia Ready cuando me llamó Carlo. Nos juntamos, congeniamos, después conocí a Sergio Parra y todo ha sido bien orgánico.
El equipo de Il Posto Documentos lo completan Josefina Lewin y Joaquín Henríquez. Junto con las labores de archivo, el centro realiza conversaciones y conferencias de los artistas de la colección. Acaban de estrenar su página web (ilposto.cl), donde se puede explorar la totalidad de las obras, así como los archivos, exposiciones y actividades. El próximo encuentro agendado es mañana, a las 18.30, con el artista ecuatoriano Adrián Balseca.
-Cuando uno habla de centro de investigación, la gente piensa que son espacios sacros, académicos -dice Echeverría-. Y mi primera tarea acá fue transmitir que somos un espacio activo, no queremos que los archivos estén muertos, guardados en cajas; queremos que sea una colección viva. Y eso es un desafío, porque al mismo tiempo que tienes que resguardar, debes dar libertades para que la gente trabaje con los materiales.
El centro está abierto a todo público, de 14.00 a 18.00 horas, y su ubicación fue pensada precisamente para dar más facilidades de acceso y por su emplazamiento en el barrio de los museos.
En conjunto con Metales Pesados editaron Turungo, un libro que explora en la obra de Gonzalo Díaz a través de documentos y archivos de sus obras Fotoperformance, Unidos en la Gloria y en la Muerte y Lonquén. El artista donó todo el material vinculado a esta última al centro de documentación.
-La apuesta es que si somos capaces de resguardar de la mejor manera estos materiales y además les damos circulación, estamos inscritos en un circuito y vienen personas de fuera de Chile a investigar, es que el día de mañana ojalá recibir más archivos de más artistas que confíen en el proyecto Il Posto. En el fondo lo importante de los archivos es que nos muestran un lado de la producción artística que no está exhibida, que es una cuestión íntima y cuando uno entra a la obra a través de eso, se enriquece la lectura -dice el director del centro.
La nueva iniciativa de Il Posto Documentos es una beca de investigación que seleccionará a un investigador para que explore el archivo de la colección durante cuatro meses. La beca culminará con una muestra en torno a la investigación.
El arte de descubrir
La próxima exposición de Il Posto es una muestra de Diego Bianchi, un artista argentino que crea extraños cuerpos y figuras anatómicas a partir de residuos y desechos. Es un trabajo que juega con la deformidad y el humor. A esta seguirá una retrospectiva de artistas ecuatorianos contemporáneos. En septiembre, con motivo de los 50 años del golpe, sólo se exhibirá Lonquén.
-La colección no quiere levantar banderas o luchas sociales -dice Sergio Parra-. Eso lo hacen los artistas. Lo que hace la colección es acoger el pensamiento crítico.
En la programación de Il Posto y en las adquisiciones intervienen directamente Carlo Solari y Paula del Sol, cuentan los directores del proyecto.
-Entre los cuatro tenemos una comunicación abierta y de discusiones constantes -dice Antonio Echeverría-. Carlo y Paula son dos personas a que les interesa y les apasiona esto profundamente.
Financiado íntegramente por sus dueños, los dos espacios de Il Posto cuentan con un presupuesto estable. En el caso de las adquisiciones, los recursos son variables, apunta el director artístico. Y lo que los guía es hallar artistas innovadores.
-Con Carlo y Paula nos gusta descubrir artistas -cuenta Parra-. Salir a pescar, como dice Carlo. Estamos siempre muy conectados. Cuando ellos viajan, visitan museos y galerías. Ahora mismo Carlo anda en Londres, va a librerías y me manda fotos; va a volver cargado de libros para la biblioteca.
Algunos de los artistas que integraron la colección ya destacan a nivel continental: Marilyn Boro, por ejemplo, es la única artista de Guatemala en la Bienal de Sao Paulo; Wynie Minerva, de Perú, está exhibiendo en el New Museum de Nueva York, y siete artistas de la colección fueron seleccionados en la Bienal de Cuenca.
¿Cómo funciona la adquisición de obras?
-Habitualmente yo prepara un portafolio de un artista que me parece interesante. Ellos lo revisan, consultan e investigan, y luego se deciden -señala Parra.
Más allá de atesorar una colección, agrega el director artístico, los coleccionistas de Il Posto han adquirido un compromiso de aportar al conocimiento y la formación en torno al arte latinoamericano.
-Durante la pandemia, Carlo y Paula fueron muy generosos. A diferencia de Chile, donde hubo algunas ayudas, en otros países los artistas no recibieron apoyos. Yo les dije, salgamos a ayudar a artistas latinoamericanos. Y ellos pasaron fondos y se adquirieron obras.
Aunque está emplazada en el circuito de galerías de Vitacura, Il Posto no es una sala comercial. Y “a veces la gente llega preguntando por obras a la venta y se sorprende de que esto no tiene fin comercial”, dice Antonio Echeverría.
No es la única sorpresa que eventualmente se lleva el visitante de la sala: durante sus inauguraciones es habitual ver a los dueños atendiendo al público.
-Además de la colección, a la gente del medio le sorprende ver a Carlo sirviendo el vino o a Paula repartiendo canapés, pero acá todos hacemos de todo -cuenta Sergio Parra.
Pese a su reticencia inicial, el director artístico ha construido amistad con Carlo Solari y Paula del Sol. Recuerda un Año Nuevo que pasaron juntos.
-Me invitaron a Rupanco y antes de ir pasé a ver a mi papá. Le conté a dónde iba. ¿El Solari de Falabella?, me preguntó. Y mi papá me cuenta que él fue el primer vendedor de Falabella en Concepción. Él nunca me había contado eso. Se levanta y va a buscar una foto en blanco y negro donde está en la primera comida de Falabella en Concepción. Me llevé la foto y cuando estaba con Carlo le dije: Mi papá trabajó con tu papá. Y le mostré la foto. Y ahora estamos los dos aquí.