Pedro Messone: la historia del ídolo pop del folclor
El cantante fallecido hoy a los 88 años encarnó las distintas fases de la música chilena en las últimas seis décadas, tanto en lo creativo como en lo político. Eso sí, su rol en el folclor del país es insoslayable. Aquí, un perfil.
Era su fiesta de graduación del seminario San Rafael de Valparaíso en el clásico restaurante Cap Ducal de Viña del Mar, cuando pidió permiso para cantar un par de temas. De origen acomodado -familia con fundos, el padre había sido gerente de la de la poderosa cadena Gath & Chaves-, Pedro Messone no sabía qué hacer con su futuro una vez terminado el colegio.
“Me pongo a cantar con la orquesta, con fraseo y toda la cosa”, contó a Culto en 2017. “Fue como ‘ah, mira, Messone’”.
La música era una pasión compartida en el núcleo familiar. Atento a los vaivenes del pop de mediados de los 50 con artistas como Lucho Gatica y Mario Clavel entre los favoritos del público, Messone advirtió cambios en el repertorio de Los Huasos Quincheros. “Empezaron a cantar boleros de autores chilenos. Entonces el folclor se empezó a mezclar”.
Ese giro plantó una semilla en su manera de comprender la música de raíz. Aprovechando la buena facha, podía vestirse como un crooner para interpretar una tonada acompañada de una elegante orquesta, en vez del tradicional conjunto folclórico.
Trabajando en Santiago como vendedor mientras barajaba estudiar educación física, se reencuentra con Luis “Chino” Urquidi, viejo amigo de carretes musicales en el Club de Jazz de Valparaíso, la ciudad a la que Pedro Messone había llegado con apenas ocho meses a la señorial avenida Uruguay, a fines del verano de 1940. El artista se consideró porteño toda su vida.
Tal como el rock chileno de los 80 se inspiró en la escena argentina, entre fines de los 50 y comienzos de los 60 artistas como Los Trovadores del Norte y Los Huanca Hua, demostraron las posibilidades de abordar un repertorio folclórico mediante una construcción armónica de varias voces. Messone y el “Chino” Urquidi habían reclutado a Fernando Torti y Raúl “Conejo” Morales para una primera alineación de Los Cuatro Cuartos, uno de los conjuntos vocales definitivos de la música popular chilena.
“Para poder sacar un sonido más abierto, más armonizado como coro alpino, teníamos que instalar otro integrante y ahí metimos a Carlos Jorge Videla. Están todos fallecidos ya”, contó en esa misma entrevista de 2017.
Bajo la producción de Camilo Fernández, completamente al tanto de esta variable folclórica pop proveniente de Argentina, Los Cuatro Cuartos se convierten en una máquina de éxitos. “Disco que tirábamos pegaba”, contó Messone en referencia a clásicos de comienzos de los 60 como Juan Payé, Bajando pa’ puerto Aysén y Qué bonita va.
Desde la gestión ejecutiva, Fernández había dado forma a un movimiento conocido como Neofolclor, al que se sumaron solistas como Patricio Manns y Rolando Alarcón y grupos como Las Cuatro Brujas, compitiendo y complementando el éxito de La Nueva Ola, también impulsado por Camilo Fernández, en una oferta de música pop para adolescentes mezclando el folclor y las corrientes anglo.
Reforzados con Willy Bascuñán, Los Cuatro Cuartos seguían lanzando éxitos hasta que Pedro Messone fue invitado a una gira por México de La Pérgola de las Flores, el mayor musical chileno de todos los tiempos, interpretando a Tomasito, un personaje juvenil con el cual se le identificó ampliamente.
A regañadientes del conjunto, que perdía a su voz solista en el mejor momento, Pedro dio con Sergio Lillo. “Cuando vuelva veremos”, prometió.
Al regreso, Messone se dedicó a crear nuevos grupos vocales. Con Los de Las Condes impuso una de sus canciones más identificables, El Corralero. La llevó al Festival de Viña de 1965 compitiendo contra sus ex compañeros. Si bien no ganó, “borró a Los Cuatro Cuartos”.
Con el siguiente proyecto, Los Paulos, registró otro hit, Pa’ mar adentro. “Cada vez que yo metía algún disco se hacía popular al tiro. Conmigo se produjo un cambio del estilo al folclor haciéndolo más internacional”.
Tras años de éxitos la racha se cortó en 1970, cuando fue abucheado en el Segundo Festival de La Nueva Canción Chilena en el Estadio Chile, al participar de un homenaje a Nicanor Molinari. Pedro Messone, con sus canciones bucólicas y personajes típicos armonizando con talante romántico, era la encarnación musical de la derecha patronal.
“Empezaron con que había que definirse. Entonces yo dije no soy de izquierda, no estoy de acuerdo con las ideas comunistas que es la esencia misma de la izquierda. Y la derecha, su accionar son más ordenados. Tienen muy claro el asunto, las divisiones entre los ideales y la plata”.
A pesar de la profunda grieta ideológica del periodo, Pedro Messone se relacionó y colaboró con artistas de izquierda. “El coro de ‘Arriba en la cordillera’ del Pato Manns, esa armonía”, contó, “éramos nosotros, Los Cuatro Cuartos”.
El Cigarrito de Víctor Jara la grabó antes “porque él no tenía sello”. “Una vez se la escuché y se la comenté. Me dijo ‘si, es una cancioncita’, y realmente no era muy comercial”. Según Messone, uno de los himnos del artista asesinado por la dictadura, “se hizo conocida porque se murió”.
Calificó a Violeta Parra, con quien se le atribuyó un infundado romance, como “una mujer muy simple pero profunda en ideales”. “El cantar de ella convencía”, aseguró, “porque su forma de interpretar te explicaba la canción. Tenía muy buena dicción”.
Durante la dictadura, Pedro Messone fue una figura musical recurrente en pantalla y actos oficiales. Su último éxito, La Tejedora, ganó la competencia folclórica del Festival de Viña en 1982.
Una década más tarde, postuló sin éxito a la alcaldía de Buin por la UDI. En 2000 se presentó nuevamente en el certamen viñamarino cuando se eligió la mejor canción en la historia del evento, en la categoría folclórica. Tres de los seis temas en competencia habían sido interpretados originalmente por su voz prístina, todo un récord.
Sus últimos años transcurrieron entre la capital y el puerto, frente a la costanera donde jugaba de niño “cuando era un paseo elegante con jardines”. Allí, en la década del 40, se reunía cada noche del 31 de diciembre con pandillas de chicos adinerados, generalmente de colonias, que competían lanzando fuegos artificiales mientras los barcos engalanados iluminaban la bahía, y los sonidos del jazz, el folclor, los tangos y las grandes orquestas formaban el gusto revuelto de Pedro Messone.
En su opinión, el regreso a la raíz de la música folclórica -esas generaciones que redescubrieron la cueca, por ejemplo- era un retroceso.
“Ahora andan buscando una música chilena más antigua que la que mi generación superó”.
El glamour por el que había luchado para barnizar el folclor, se había descascarado irremediablemente.
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