Tal como ocurrió en 1995, cuando Dave Grohl lanzó el primer álbum de su proyecto Foo Fighters, una tragedia estaba latente. Ante la desconfianza de los medios y los fans, que aún masticaban la muerte de Kurt Cobain y por extensión de Nirvana, Grohl debió bregar duro para asentar su trabajo.
La situación es muy distinta en estos días. Ya consolidados como un nombre global del rock, But here we are, lo nuevo de Grohl y compañía esta marcado por la trágica muerte de Taylor Hawkins, baterista y muy amigo del ex Nirvana. Al estilo del rock mainstream, el duelo fue público con apoteósicos shows en Londres y L.A en que incluso participó el hijo del músico, Shane. Peor aún, la madre de Grohl, Virginia, falleció en agosto pasado. Es decir, se trata de un álbum cruzado por la muerte en toda escala.
Ya con Joshua Freese confirmado como nuevo baterista para los shows en vivo, Grohl volvió a ponerse en la silla de baterista tal como en los primeros discos de los Foo Fighters. Acaso como un homenaje a su amigo y a su propia historia, el álbum despliega 10 canciones cruzadas por el dolor. En temas como The Teacher, las voces y las pausas en la parte intermedia evocan una sensación melancólica propia de alguien que le habla a lo que ha perdido.
“Cada canción intermedia trata sobre la muerte, alternativamente perturbada por el dolor, temporalmente abrumada por los recuerdos o resolviendo continuar: Nothing at All, que comienza con las palabras ‘He tenido la intención de decírtelo’, suena como la justificación rugiente de Grohl para Foo. La existencia continua de los combatientes”, dice Alexis Petridis, el buen crítico de The Guardian, que le da 4 estrellas de 5 posibles al álbum.
El crítico destacó que de alguna forma, el eje narrativo el disco le subió el nivel al trabajo. Por ello, considera que es de lo mejor que ha facturado el grupo en años (probablemente, desde el atronador Wasting Light). Como si las crisis fuesen su mejor catalizador. “Sus álbumes recientes han estado marcados por un creciente sentido de la obligación, de una banda que hace discos que llenarían los espacios entre los viejos éxitos de manera tolerable, permitiéndoles continuar de gira sin abrazar por completo la etiqueta del rock tradicional. Esta vez, sin embargo, las melodías están notablemente más pulidas, los cambios dinámicos son más impactantes: es como si el deseo de expresar algo sobre Hawkins, o de hacer un álbum que sea un recuerdo digno, les hubiera dado un nuevo sentido de propósito e impulso”.
Una opinión similar es la de Paolo Ragusa, el crítico del portal estadounidense Consequence of Spund. “Antes de la muerte de Hawkins, Foo Fighters no se estaba quedando sin fuerza, pero su creatividad general se estaba agotando. Concrete and Gold de 2017 y Medicine At Midnight de 2021 encontraron a la banda atrapada en el medio, expandiendo su sonido solo de maneras que aún se sentían cómodas y seguras, sin desafiar realmente lo que podría ser una canción de Foo Fighters”.
Por ello, el dolor los concentró. “But here we are es en parte un elogio para aquellos que han perdido, pero también es un recordatorio del potencial de este grupo. Muchas de las canciones se remontan al segundo y tercer álbum de Foo Fighters, The Color and Shape de 1997 y There is nothing left to lose de 1999 con acordes de guitarra amargos y sucios, más atmósfera en la producción y una tensión entre Grohl que suena desinflado y apasionado”.
A pesar de estar cruzado por el dolor, no es exactamente un disco oscuro. “Con este álbum, Foo Fighters podría haber regresado fácilmente con un disco impactante y que afirma la vida, o podrían haber hecho lo contrario con un elogio introvertido y fúnebre. But here we are no es ninguno de los dos; o más bien, está atrapado entre ambas mentes”, detalla Ragusa.
Así, Ragusa es concluyente. “Es un poco de ironía cruel que ante tanta adversidad, la banda de alguna manera haya logrado dirigir su álbum más creativo y convincente en más de 20 años. Puede ser difícil para la banda reconocerlo, pero lo creas o no, los Foo Fighters están aprendiendo a vivir de nuevo”.
Entre los medios musicales parece haber consenso. A la tendencia también se sumó el señero NME, quien calificó al disco con 5 estrellas de 5 posibles. “Todo el disco canaliza la misma urgencia que el feroz Wasting Light de 2011 con la banda buscando una catarsis ruidosa en cada pista. Hay un montón de solos de guitarra extravagantes, ganchos que dominan la arena y averías vertiginosas en el camino”, dice la reseña firmada por Ali Shutler.
Y aunque detalla algunas de sus falencias, como el caos que envuelve algunas de las composiciones, la reseña destaca que But here we are “es una hermosa y ruidosa celebración de la hermandad y una cruda y dolorosa exploración de la pérdida. Es desordenado, desgarrador, ambicioso y hermoso, ya que los miembros restantes de Foo Fighters se esfuerzan al máximo y más allá. A pesar de todo, But here we are es un recordatorio innegable del poder curativo y unificador de la música”.