La maldita sincronicidad de The Police: a 40 años de un tenso adiós entre la gloria y el dolor
Lanzado en junio de 1983, el quinto y último álbum del trío de Sting, Andy Summers y Stewart Copeland reunió algunas de las canciones más populares del disco, a partir de un decisivo cambio de sonido. Pero a la vez, los encontró en un momento de alta tensión en sus relaciones personales, lo que gatilló unas sesiones muy friccionadas. De alguna forma, el dolor se catalizó en canciones inolvidables como Every breath you take y King of Pain. Acá, la historia de un disco de culto.
Con su habitual frialdad, Sting apenas quiso abordar los tensos días de la grabación de Synchronicity, el quinto y último álbum de los ingleses The Police. Era septiembre de 1983 y el músico recibió a un reportero de la revista Rolling Stone en un hotel en Los Angeles, ciudad donde había estado supervisando los detalles finales del disco.
Por entonces había cierto consenso en considerarlo el trabajo más oscuro de la banda. Y con un par de frases, el inglés dio a entender que efectivamente, todo ocurrió en una sucesión de días muy complejos. “Hago mi mejor trabajo cuando tengo dolor y confusión”, señaló, en una declaración a medio camino entre la lucidez y la justificación.
Como Let it be para The Beatles, Synchronicity (lanzado el 17 de junio de 1983, hace 40 años) resultó una amarga crónica en clave pop del momento en que un grupo humano colapsa. Grabado entre diciembre de 1982 y febrero de 1983 en el AIR Studios en la isla de Montserrat, el álbum marcó el momento de máxima tensión entre Sting y el baterista Stewart Copeland. De hecho, el guitarrista Andy Summers, mayor que los otros dos y para entonces un veterano del rock and roll, era quien debía tomar a menudo el rol mediador. “Lo odiábamos. No odiábamos la música, todos estábamos de parte de la música, pero la experiencia de hacerla fue dolorosa para todos”, detalló Copeland sin rodeos al portal Soundvapors.
Para los chilenos De Cops, la banda tributo oficial de The Police, lo ocurrido tiene una explicación. “Tensión creativa. El ambiente humanamente intolerable durante la grabación se venía arrastrando desde el Ghost in the Machine, su disco anterior que los trajo a Chile por primera vez (NdR: al Festival de Viña 1982). Y no solo entre el conocido antagonismo musical entre Copeland y Sting, sino particularmente entre este último y Andy Summers. Y luego todo se volvió personal”.
Incluso para el productor Hugh Padgham la experiencia fue todo un desafío. Y eso que ya conocía al grupo y acumulaba experiencia con figuras al trabajar con Peter Gabriel y Phil Collins. “Estás tratando de mantener la paz y afirmando tu autoridad en la sesión”, detalló en charla con el portal musictech. “Pero cuando tienes a tres muchachos que han estado juntos día y noche durante cinco o seis años y se han convertido en la banda más grande del mundo, es difícil. Si hubiera una pelea, diría: ‘Vamos, muchachos, pongámonos juntos’, y me dirían que me vaya a la mierda”.
En esos días, Sting pasaba por un momento oscuro. El final de su matrimonio con la actriz Frances Tomelty, lo había dejado golpeado. Ello se sumó a una batalla judicial contra la compañía Virgin Music para recuperar los derechos del material de los primeros días del grupo, la que se resolvió con un acuerdo extrajudicial. Además el bajista pujó por cambiar el sonido del trío al considerar que para entonces habían llegado a ese punto en que se habían convertido en una referencia evidente para otros (basta con escuchar el primer disco de Soda Stereo). “Creo que este es un disco más refinado que el que hemos hecho anteriormente”, opinó en esa entrevista con Rolling Stone.
Por entonces, el músico se había hecho -todavía- más autosuficiente y lograba imponer su punto de vista no sin dar la pelea. “Sting -como compositor que había tomado el control de la banda- digería con dificultad los aportes de sus compañeros a sus creaciones. Aún así, Every breath you take no sería lo que es (la canción más oída de la historia) sin el riff Bartokeano de Summers; ni King of Pain gozaría de buena salud sin las trampas rítmicas de Copeland”, dicen los De Cops, quienes preparan un show de homenaje al álbum para el próximo 3 de noviembre en espacio Omnium.
Synchronicity hacía referencia en su título al concepto acuñado por Carl Gustav Jung, sobre aquellos eventos que se conectan sin la necesidad de un vínculo lógico. De alguna forma eso queda claro al escuchar el repertorio, el que efectivamente muestra un giro más refinado. Quedan atrás los guiños reggae y el grupo lograba condensar la exploración de Ghost in the machine en un cancionero eficiente y conciso. Incluso tiene espacio para un tema como Mother (la única contribución de Summers al álbum), más visceral y de fibra más progresiva, que de alguna forma marca un corte en el disco (algo así como Within You Without You, en el Sgt.Pepper’s de los Beatles).
“No solo fue el disco con más hits de la banda, también el lugar donde los arreglos incorporan toda la complejidad posible, sin descuidar el irresistible magnetismo de cada una de las canciones. Desde composiciones fundadas en el clásico sonido del power trío pasando por el uso virtuoso de sintetizadores y teclados -como Synchronicity I y King of pain- hasta las sofisticaciones de percusión electrónica y acústica”, explican De Cops.
La cara B del disco es una sucesión de temas que se quedaron en la memoria; del hit Every Breath you take, pasa a King of Pain, le sigue Wrapped around your finger, hasta cerrar con la conmovedora Tea in the Sahara. Incluye el bonus track Murder by numbers (incluido en la versión cassette y CD), una canción grabada a la primera toma, sin ensayo previo, una vez que Sting escuchó a Andy Summers divagar con la secuencia de acordes. El bajista revisó su bloc de notas con letras, mientras Copeland diseñó un patrón de ritmo. Luego, sin más, enchufaron los equipos y grabaron. Simplemente, había sincronicidad. Lo único que les quedaba por entonces.
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