Literatura Infantil, de Alejandro Zambra (Anagrama)
Nos enseñaron a ser hombres, pero no nos enseñaron a ser padres. El hijo tiene solo unos días, tal vez unas semanas, y el padre reflexiona y escribe sobre esta experiencia y su aprendizaje. Recuerda, observa, abraza al niño y en ese estado de apego, escribe poemas en el teléfono. “En la tradición literaria abundan las cartas al padre, pero las cartas al hijo son más bien escasas”, anota Alejandro Zambra. “Narrar el mundo que un niño olvidará -convertirnos en los corresponsales de nuestros hijos- supone un reto enorme”. Literatura infantil es una larga carta a su hijo Silvestre, una carta hecha de fragmentos de diario, cuentos y poemas que se mueven delicadamente, inteligentemente, entre la memoria, el ensayo y la ficción. El padre ve crecer a su hijo y escribe, y siente que acaso nunca su escritura estuvo más justificada. Recuerda su niñez y la carta al padre que escribió cuando tenía 20 años. El volumen incorpora otros cuentos, como la primera cita con la madre de Silvestre, el hermoso Multitudes y una historia sobre la iniciación en la tristeza del fútbol. Un libro entrañable y luminoso, divertido, escrito con humor, ternura y melancolía y atravesado por la feliz emoción de la paternidad. Un libro que cierra con la esperanza de las conversaciones y paseos que vendrán: “Yo preferiría contarte cada una de estas historias, mejoradas y aumentadas, algún día de tu juventud que estarías lo suficientemente aburrido como para sacarme a pasear en esa espléndida silla de ruedas que me prometiste. Me gusta pensar que este libro es nada más que un guión para esos lentísimos paseos del futuro” .
Ciertas Cosas Oscuras, de Silvia Moreno-García (Umbriel)
Vestida completamente de negro, ella entró al metro con botas, melena y un perro doberman genéticamente modificado. Era una belleza de ojos oscuros y movimientos hipnóticos. Domingo no podía dejar de observarla. “Estoy buscando un amigo”, dijo ella de pronto. “¿Te gustaría ser mi amigo? Puedo pagarte”. Pero contra lo que podría imaginar Domingo con sus 17 años, ella no buscaba ese tipo de amistad: Atl es una Tlahuihpochtli, una descendiente de los vampiros originales de México, y necesita sobrevivir. Silvia Moreno-García, la autora de Gótica y La noche era terciopelo, transforma el DF en un escenario de violencia sobrenatural: una ciudad de criminales, narcos y vampiros. Fan de los cómics, Domingo vive en la calle como recolector de basura, y se siente poderosamente atraído por Atl. Pero ella está escapando de una banda de Necros, vampiros originarios de Europa y dedicados al narcotráfico. Domingo le presta ayuda, pero Atl perfectamente puede arrancarle la cabeza en cualquier momento. Hábil en el manejo de los géneros populares, la autora se sirvió del horror para hablar de la violencia contra las mujeres y del thriller para tocar la violencia política; ahora utiliza los códigos de la literatura de vampiros para ofrecer un relato contemporáneo, violento y perspicaz que aborda también la herencia colonial. Una novela ágil, magnética y refrescante.
Washington Santiago, de Marcelo Lillo (SM)
De un día para otro, su abuela le dijo: “Tu padre está allá afuera. Dice que quiere conocerte”. Washington tenía 12 años y ese hombre canoso, de arrugas en la frente y pelo largo no se parecía a su padre. Es decir, no se parecía a la imagen que su madre había dibujado en los cuentos que le contaba y que hablaban de un aventurero que recorría el mundo. Pero su madre había muerto hace seis meses. “Mi nombre es Santiago Duarte y estoy seguro de que soy tu padre”, le dijo el hombre. Washington comprendió que las historias de su madre eran cuentos, y bien podían haber nacido de los libros de su padre. “Soy escritor, de eso vivo”, le contó. Además de escribir, solía viajar por el país en su vieja camioneta vendiendo sus libros. “Los autodidactas hacemos todo, desde escribir el libro hasta salir a venderlo”, le dijo. Así nació la relación entre ambos, a pesar de la reticencia de los abuelos, con visitas esporádicas y sorpresivas del padre. Mientras el hijo comienza a leer los libros de Santiago, este empieza a escribir otro: uno dedicado a Washington y su madre. Marcelo Lillo, el autor de El fumador y otros relatos, un narrador que se abrió paso a punta de ganar concursos literarios, regresa a la edición con este relato, ganador del concurso Barco de Vapor.