Poco importaba que Joan Manuel Serrat fuese un artista de renombre internacional y con una larga relación con Chile. Desde su primera vez en 1969, y con el inolvidable Raúl Matas de presentador, el catalán se había forjado una audiencia muy fiel que había seguido su carrera. Por ello, aprovechando una gira promocional en Sudamérica del álbum Cada loco con su tema que incluía pasos por Argentina, Brasil, Uruguay y Perú, Serrat agendó una serie de shows en el Teatro Caupolicán en junio de 1983. Era su regreso al país, tras dos presentaciones anteriores, pero no lo pudo concretar. La dictadura encabezada por el general Augusto Pinochet le impidió la entrada al país.
Conocido opositor a los regímenes de facto desde los días del Franquismo, Serrat no escondía sus críticas a las dictaduras militares instaladas en el cono sur de América Latina. En Buenos Aires durante la conferencia de prensa previa a su legendaria presentación en el Luna Park, acompañado por los agregados culturales de la embajada española, señaló a los reporteros que había tomado la decisión de viajar “pensando en los que sufren la represión, que son mis testigos y mis jueces contemporáneos, los chilenos, como los argentinos ahora”.
En esa ocasión, detalló El País, el cantautor reveló que dos años antes había pensado en viajar hacia Argentina, pero desistió ante algunas amenazas en su contra. La situación había cambiado tras la traumática derrota de la dictadura trasandina en la Guerra de las Malvinas, y ad portas del regreso de la democracia, corrían nuevos aires.
Consultado entonces sobre la presentación en Santiago de Chile, Serrat confirmó que “si nada lo impide”, en los primeros días de julio estaría en el país. Hasta ese momento, los shows estaban anunciados y con entradas a la venta.
Pero desde el Ministerio del Interior dijeron otra cosa. Un comunicado de prensa publicado en los diarios de la época, incluyendo a La Tercera, detalló que Serrat “ha emitido juicios críticos con respecto de la realidad nacional y contrarios al Supremo Gobierno, persistiendo en ello los últimos días”. Por ello la cartera a cargo del general Enrique Montero Marx, “ha revisado la decisión anterior de autorizar las presentaciones artísticas, en Chile, del señor Serrat”.
Así, el régimen militar dejaba al catalán sin visitar el país, y de paso, complicó a los dos empresarios a cargo de producir los shows; el argentino Rodrigo Gómez, quien gestionaba la visita y Sergio Venturino, el entonces dueño del Caupolicán. Consultados por La Tercera en 1983, el primero señaló que “esto ha sido decepcionante para mí y todo el equipo, pero estoy tranquilo”. Mientras, el segundo detalló que aún no era notificado, pero lamentaba la decisión “porque me causaría enormes perjuicios económicos”.
La situación en el país estaba muy tensa. El 11 de mayo de ese año ocurrió la primera manifestación masiva contra el régimen, convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre y apoyada por diversos grupos opositores al régimen. A esta le siguió una oleada de represión concentrada en las poblaciones con allanamientos masivos. Pese a todo, las protestas no se detuvieron. Una nueva jornada se convocó el 14 de junio y se repitió un mes después. Hubo detenidos además de la expresa prohibición de La Moneda a los medios de informar lo ocurrido. En ese ambiente debía aterrizar Serrat.
Intercede el embajador
En los días posteriores al comunicado el asunto escaló. El embajador de España en Chile, Miguel Solano Aza, concurrió a La Moneda para entregar una nota de protesta por la decisión de revocar la Visa de entrada a Serrat. Según consignó La Tercera, Solano “pidió antecedentes sobre la prohibición que ingresara al país el famoso cantautor”. Por ello se reunió con el director general de política exterior, Horacio Wood, quien le detalló los motivos oficiales.
Las fuentes de la época señalaron a La Tercera que se había entregado la visa a Serrat “con la condición de que desde ese momento y hasta el término de su visita, dejara de formular declaraciones contra el gobierno”, lo que se le habría informado al representante del cantautor. Se agrega que desde Interior recogieron antecedentes de que “el señor Serrat continuó formulando declaraciones en el mismo sentido”. De allí la controvertida decisión final.
Mientras Serrat esperaba en Brasil el resultado de las gestiones del embajador Solano, en Santiago la noticia comenzaba a desatar reacciones. La Comisión Chilena de Derechos Humanos daba a conocer una declaración en que deploraba la medida y expresaba su solidaridad con el hombre de Mediterráneo.
Por entonces La Tercera contactó al representante del artista, Chiche Aisemberg, quien se encontraba junto a él en Sao Paulo. En la charla defendió a su representado y desmintió la razón esgrimida por el gobierno militar para revocarle la visa. “Hay que aclarar bien las cosas. Joan Manuel Serrat en ningún momento ha hablado del Presidente de Chile y no emitió otras declaraciones. Cuando él opina sobre la libertad lo hace en forma general”.
En Santiago, el empresario Rodrigo Gómez acudió a las oficinas del Ministerio del Interior para entrevistarse con alguna autoridad, a fin de solicitar que se reconsiderase la prohibición. “No tengo ninguna duda, desde que firmó su visa en Argentina el pasado 14 de junio, que él se haya referido a asuntos de política contingente de nuestro país”, señaló. Y añadió que no pediría indemnización en caso de que finalmente no se pudiera revertir la situación.
Pero finalmente las gestiones no prosperaron y Gómez lo informó a los medios. “Cuantiosas han sido las pérdidas que hemos tenido con esto de la prohibición. Lo siento también por toda la gente que estaba entusiasmada ante la llegada del famosos cantautor”, señaló. Dias más tarde, el mismo Gómez tomó un vuelo a Sao Paulo para reunirse con Serrat y explicarle en persona lo ocurrido.
No sería el último cruce del catalán con el régimen. En 1988, estaba considerada su visita al país para presentarse en el acto de cierre de la campaña del “No”, en el marco del plebiscito que determinaría la continuidad de Augusto Pinochet en el poder. La dictadura no permitió su ingreso al país incluso cuando el cantautor ya se encontraba en el aeropuerto de Santiago.
“Lo recuerdo con profunda decepción, tristeza y soledad -detalló en conferencia de prensa en noviembre de 2022, en el marco de sus últimos shows en el país-. Decepción porque hasta que no llegamos a Argentina parecía que podríamos entrar al país, y no fue hasta entonces que se comunicó la negativa a mi ingreso a Chile. Con tristeza porque venía muy emocionado después de tantos años y de un camino recorrido tan difícil, con el exilio y la emoción de los amigos. Y tremenda soledad, pues ver salir a los compañeros que venían en el avión y quedaron sentados en el Jumbo aquel, fue un momento de soledad. Afortunadamente, la gente dijo No, el gobierno democrático volvió a entrar en La Moneda, y con ella, yo volví a entrar en el país”.