Es una tarde gris en Santiago, bajo un cielo cubierto que amenaza con soltar la lluvia. Roberto Bravo, pianista chileno que está a pocas semanas de cumplir ochenta años, se sienta a un costado de la mesa de centro en su departamento en Las Condes. Sostiene una tasa pequeña de café cortado. En las paredes se lucen los cuadros. De las reproducciones de Klimt a escenas de fantasía medieval con unicornios, princesas y caballeros galantes. Pero el maestro, un hombre que practica no menos de cuatro horas diarias de piano y que guarda colecciones de discos compactos hasta en el baño, tiene muy vivo el recuerdo de dos figuras muy reales; Víctor Jara y Pablo Neruda.
Este domingo 9 de julio, Roberto Bravo, uno de los músicos clásicos que mejor se ha desplegado entre el cancionero popular y el docto, se presentará en el Teatro Nescafé de las Artes. Será un concierto de homenaje a Jara y Neruda, con ocasión los 50 años de sus respectivas -y trágicas- muertes. Por ello se trata de un espectáculo dividido en dos partes, en que se hará acompañar de la cantante Andrea Cárdenas y el actor Luis Vera. De Jara, interpreta arreglos para temas clásicos como Te recuerdo Amanda, El cigarrito, Plegaria a un labrador y El derecho de vivir en paz.
Esta última fue la primera canción de Jara que el maestro arregló al piano, en septiembre de 1973. En ese momento residía en Londres gracias a un cargo de la Dirección de Asuntos Culturales de la cancillería que le había sido otorgado por Gabriel Valdés durante el gobierno de Frei Montalva, y luego ratificado por Clodomiro Almeyda en el de Salvador Allende. Ahí se enteró del golpe militar y la atroz muerte del artista.
“Viene la noticia de la muerte de Víctor y me impactó mucho -dice-. Al día siguiente me senté al piano y con la pena empecé poco a poco a elaborar los arreglos. Empecé a tocar su música, primero fuera de Chile y me prometí a mí mismo que el día que cuando yo pisara Chile de nuevo iba a tocar su música al precio que fuera, cosa que hice en el Teatro Municipal en julio del 79′. Era un compromiso mío, no era el himno de la resistencia como dijeron. No, era un compromiso mío de alma, de corazón”.
Roberto Bravo conoció a Víctor Jara en julio de 1973. Ni siquiera fue en Chile. Ocurrió durante el viaje del cantautor a Perú, aquella vez en que grabó su última aparición televisiva para Panamericana televisión, además de moverse a otros puntos del país vecino en la que sería la gira final de su carrera. “Lo conocí en Lima -rememora-. Yo tenía que tocar con la sinfónica de allá en el Teatro Municipal y me contaron que un artista chileno iba a cantar la noche anterior. Entonces yo fui a conocer el Teatro y me encuentro con Víctor solo en el escenario, con su poncho negro, cantando Luchín. Me emocionó profundamente su voz y la ternura con la que cantaba”.
Al rato, Bravo logró colarse hasta los camarines. Allí le estrechó la mano a Jara, quien estaba rodeado de estudiantes que lo habían esperado para saludarlo. “Él se iba al día siguiente a Machu Picchu, así que nos pusimos de acuerdo para vernos en Santiago porque yo tenía un concierto en el Instituto de la República Democrática Alemana. Lo invité, pero terminamos conversando en el suelo porque el piano no llegó. Nos fuimos a La Reina, a la casa de mi madre, le dije ’vente a tomar un té’”.
Ahí ocurrió un encuentro marcado por la música. “Mi mamá le dijo que tenía guitarra en la casa y si podía cantar. Yo me enojé y le dije: ‘por favor, no es bueno eso cuando uno llega a una casa y dicen tenemos un piano, toca algo. Pero Víctor se lo tomó en forma muy risueña. Tenía muy lindo carácter. Me dijo: ‘Roberto, no te preocupes, te tengo un trueque. Yo canto tres canciones y tú tocas un pedacito de los cuadros de una posición de Músorgski que no te pude escuchar en vivo’. Entonces ahí mismo, Víctor cantó para mi mamá y mi hermano Te recuerdo Amanda, Luchín, El derecho de vivir en paz y la Plegaria a un labrador”.
“Después fuimos al dormitorio donde estaba el piano -sigue Bravo-. Y yo toqué para él. Entonces te puedo decir con emoción y con cariño que yo pude tocar para él y pude escucharlo en directo en la casa. Nos despedimos con un gran abrazo, un entrañable abrazo. Porque los artistas se reconocen, se reconocen el alma, en el corazón y él era un artista. No lo vi nunca más”.
¿Cómo era Víctor Jara?
Él era muy cálido, de personalidad muy abierta, una persona muy sincera en su discurso, en su manera de ser, muy cariñoso. Él siempre dijo que era un trabajador del arte y en eso nos reconocemos. Voy por la carretera, me saluda un señor que está trabajando ahí, me reconoce y me dice: ‘Maestro, cuídese sus manos’. Y le digo oye, cuídate las tuyas, los dos trabajamos igual con las manos. Hay una cosa ahí de reconocerse en el servicio, que uno es un canal transmisor. En el caso de Víctor, mucho por las causas sociales”.
En 1973, Roberto Bravo se presentaba habitualmente a los concursos de piano del circuito Europeo. Lograba ganar, o al menos rendir, así que la Cancillería decidió mantenerlo. Así pudo hacerse un nombre y tocar en buenos escenarios. El golpe lo sorprendió mientras se preparaba para un show. “Yo estaba estudiando mucho porque tenía un concierto en Kiev. Llamé a la embajada el doce, por alguna razón yo tenía que estar partir el 17 o 18 a a Kiev a tocar. Me dicen ¿‘dónde estás’? Respondo, ‘estoy en la casa estudiando’, porque yo acababa de llegar de España. ‘Vente a la embajada inmediatamente ¿no escuchaste la noticia? Allende murió ayer’, me dicen. Yo casi me fui a espaldas. No sabía nada de nada”.
El pianista tenía al país muy fresco desde su última visita. “Yo pasaba por Chile, tocaba mis conciertos. Recién había hecho un concierto a beneficio de alguna institución de la señora Tencha Allende. Había estado almorzando con ella en La Moneda, con Orlando Letelier y el embajador de México”.
Así llegó hasta la sede diplomática para imponerse de la situación. “La embajada estaba dividida entre el grupo militar y los funcionarios de carrera. Ahí es donde tengo la noticia en directo de lo que estaba pasando. De lo que yo me acuerdo, lo único que atiné fue entrar a un baño y llorar por lo que estaba pasando. Estaba muriendo gente de ambos lados, eso alguna gente no lo entendió. Estaba muy dividido el país”.
El día en que no pudo tocar para Neruda
En el programa de la presentación en el Teatro Nescafé de las Artes se incluyen musicalizaciones para algunos de los versos más populares de Pablo Neruda. El afamado Poema XV, del libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada (el de “me gustas cuando callas...”), el soneto XLV, del libro Cien sonetos de amor, además de una musicalización del discurso de aceptación del Nobel de Neruda por el compositor Joakín Bello. “Él armó una canción a partir de eso, entonces la vamos a entrenar ahí”, dice Bravo.
Asimismo, el maestro se animó con un cruce. Se dio cuenta que habían poemas de Neruda (Pido silencio, La carta en el camino, entre otros) cuya métrica calzaba con unas piezas musicales compuestas por el autor catalán Albert Guinovart. Así, el actor Luis Vera se encargará del recitado. “Encontramos los poemas adecuados con Lucho, grabamos un disco con esa música y vamos a hacer cinco temas”.
A diferencia de su experiencia con Víctor Jara, el músico nunca pudo tocar para Neruda. “No toqué para él de puro leso, porque cuando tenía 16 años me invitaron a una recepción en la embajada rusa y él estaba ahí. Me lo presentaron y no sé si fue el embajador ruso o alguien de la oficina que me dijo por qué no tocaba en la recepción, porque había un piano en el salón y a mí me dio plancha ajaja (ríe). Así como lo escuchas, entonces no puedo decir ‘oye, yo toqué para don Pablo’. Lo saludé. Me presentaron como joven talento, pero no me atreví a tocar ahí”.
“Pero sí he tenido la oportunidad de tocar tres veces en Isla Negra, en la playa -agrega-. He tenido el honor de dormir en su cama. Me prestaron el dormitorio para dormir la siesta antes del concierto. Y vi el bordado que hizo doña Matilde (Urrutia), con ella tuve una buena amistad, ella siempre venía a los conciertos. Normalmente, después del concierto, ella venía a la casa de mi mamá a tomar té y me invitaba muy frecuentemente a cenar con Jorge Edwards, creo que estaba Pepe Donoso también, los abogados de la Vicaría, Hernán Montealegre, periodistas, yo escuchaba mucho lo de lo que estaba pasando y no se sabía”.
En Confieso que he vivido, Neruda detalla un episodio de violación a una mujer mientras él trabajaba como diplomático en Ceilán ¿qué le pareció a usted la cancelación y el cuestionamiento a Neruda a partir de eso?
Mira, esas cosas no deberían pasar nunca, porque hay gente que dice que es por la época, en ninguna época puede existir la falta de respeto a la mujer. Yo siempre digo que un hombre ante una mujer se debe inclinar, porque mujer es la que te trajo al mundo. Y mujer, seguramente la que te va a enterrar y la que te cuida durante la vida también. Y te inspira. Si tú miras la obra de Chopin o de Franz Liszt o el mismo Schumann, en la dedicatorias son casi todas mujeres. Yo creo que esa es la postura que deberíamos siempre conservar. Ahora, lo que yo valoro en Neruda es su figura poética, su tremendo legado. Pero también valoro que él, en su libro Confieso que he vivido, haya dicho que él se sintió un ser despreciable y nunca más. Tampoco hay que olvidar, lo que él mismo dijo: ‘Lo mejor que yo hice en mi vida fue el Winnipeg’. Rescatar a los republicanos españoles desde los campos de concentración franceses, no hay que olvidar esa parte.
Este año se cumplen los 50 años del golpe. Este concierto de homenaje a Jara y Neruda, cuyas muertes están relacionadas con eso ¿lo ve como parte de la conmemoración del hito?
Yo lo veo como un homenaje a los artistas, sin olvidar que nunca más. Tenemos que mirar al futuro, no sé si perdonar, pero sí acercarnos a que la democracia se defiende día a día y respetando lo que opina el otro. No podemos llegar a un punto en que no seamos capaces de conversar, dialogar, ponernos de acuerdo para que no lleguemos a una situación extrema como la que se vivió. Básicamente, creo que somos un país conservador, que quiere vivir en paz, con progreso y ojalá dialogando siempre. Nunca olvidar que las cosas se arreglan dialogando.
¿Siente que hay poco diálogo en estos días?
Desgraciadamente estamos en una época donde en las redes sociales, hay mucho cobarde dando vuelta aprovechándose para insultar, para descalificar, para mentir. Las famosas fake news. Y eso es por maldad, ni siquiera es en representación de un grupo. Yo espero que eso vaya disminuyendo y no creciendo. Hacemos todos los esfuerzos para que eso paseo. Un artista siempre es un libertario. En mi caso personal, nunca firmé por un partido, sé que eso son necesarios en una democracia, pero en lo personal yo siempre he sido un francotirador. Voy por la causa humana inmediatamente, en eso no transo. Somos un país pequeño y si tenemos el honor de que gente como Neruda, como Víctor nacieron acá, hay que hacer un homenaje, no solamente ahora, recordando que son 50 años de su muerte, sino siempre.
Hace unos días, Roberto Bravo recibió una llamada telefónica. “Era un colega, me preguntó cómo iba a celebrar mis ochenta años -cuenta-. Tienes que hacer un concierto de celebración, me dijo, como otros artistas que han llegado a esa edad. Ahí me cayó la teja ¿en qué minuto llegué a los 80 años? no tengo idea”.
Así, ya tiene algunas actividades en agenda. “Empezamos con un concierto en la Universidad Federico Santa María en agosto, el mes de mi cumpleaños, porque mi padre estudió ahí, fue de los alumnos fundadores, entonces tengo una relación afectiva con la universidad. Tengo una gira en México en septiembre. En octubre retomamos una gira que teníamos en el Medio Oriente, que la tuvimos que suspender porque justo me dio covid, por primera vez”.
¿Ha pensado en el retiro o se lo han planteado?
El retiro de la vida de un artista no existe a no ser que esté impedido físicamente. El caso de una cantante, cuando ya no puede lograr los registros que lograba antes. En el caso de un pianista, uno se da cuenta o cambia el repertorio. Acepta sus limitaciones o el cuerpo te dice que ya no estás para viajar 14 horas en avión en clase turista. Pero la música también es una gran sanadora y un gran motor energético. En el caso personal, la música para mí es como el oxígeno, yo necesito tocar todos los días. Cuando yo me bajo del avión lo primero que pregunto es ¿dónde voy a estudiar? después pregunto por el Hotel.
¿Y ha cambiado algo con los años?
Con los años estudias menos en cantidad de horas, pero al 200%. Como decía (Arthur) Rubinstein, tú tienes que amar lo que haces y lo que tocas, no tienes que tocar porque hay que tocar. El maestro (Claudio) Arrau nos decía ‘no salga nunca al escenario a impresionar. No se olvide nunca que nosotros estamos al servicio de la música’. Idealmente hay que convertirse en lo que uno toca.
Roberto Bravo presenta su Homenaje a Pablo Neruda y Víctor Jara 50 años, este domingo 9 de julio, desde las 19.00 horas en el Teatro Nescafé de las Artes. Las entradas están disponibles en la boletería del teatro y a través del sistema Ticketek.