El adiós de Chancho en Piedra: mostrando y contagiando a la multitud su alegría y ambición
En un show de más de cuatro horas con un repertorio que alternó entre temas claves y menos evidentes de su discografía, el fundamental grupo noventero se despidió de su audiencia que repletó el Movistar Arena. La presentación fue un espectáculo diseñado en todos su detalles, como una pequeña fantasía que tuvo hasta referencias a su legendario Gran Circo de los Hermanos Chancho en Piedra. La banda dijo adiós dando cuenta de su afinado sentido del espectáculo, logrando una de las mejores presentaciones de la temporada.
“¡Viva Chile mierda y los Chancho en piedraaa!”, gritaban los más entusiastas a pocos minutos de iniciarse el último show de los Chancho antes de su receso indefinido, en el Movistar Arena. Acaso para remarcar el carácter popular y masivo de una banda que hizo de la chilenidad el corazón de su propuesta musical.
Al igual que en el show del miércoles, en el mismo recinto, se vio una masiva concurrencia de fanaticada militante que repletó el lugar. Y como los ritos se cumplen, no faltaron los “Juanitos”, los marranos plásticos que se volvieron indisolubles a la imagen de la banda. Muchos de estos, personalizados con imaginaría pop; desde versiones con crestas punk, a réplicas de Gene Simmons y otros personajes como Gokú y hasta una que llevó su versión del presidente Gabriel Boric.
No es casual que Chancho en Piedra haya diseñado con cuidado su adiós en el escenario. Tal como Los Bunkers o el Genesis de Peter Gabriel, no se puede comprender su calado sin sus presentaciones en vivo. El grupo construyó una base de fans entre su destreza como intérpretes, un cancionero explosivo que se potenciaba en directo y sus espectaculares puestas en escena. Así, la ocasión ameritaba un repertorio extenso, canciones poco habituales y una variopinta lista de invitados al último show.
Pasadas las 20.00, el grupo salió a escena reforzado con percusionista, tecladista y una contundente sección de bronces que le aportó densidad al sonido. Una energética versión de Hacia el ovusol, un clásico de La dieta del lagarto (1997), marcó el arranque, aunque tal como el show anterior, llevó tiempo asentar el sonido general.
Apenas despachado el primer tema, siguieron con Bola de fuego, uno de los temas lanzados en los últimos años, seguido con igual entusiasmo por el respetable. Como si fuera una extensa playlist para mantener la energía en alto.
No faltaron los trajes, un infaltable de los shows de los Chancho. El grupo y sus músicos de apoyo lucieron vestuario combinado de chaquetas y vistosos sombreros, que mezclaban imaginaría circense criolla y el sentido de la fantasía de Tim Burton (aunque hubo cambios de vestuario durante la noche). A los costados, la escenografía de ruedas dentadas como engranajes aportaban el toque fantástico como una suerte de máquina del tiempo. De hecho, los interludios entre las secciones del show fueron amenizados por un DJ que despachó fragmentos musicales que evocaban una antigua feria.
Como suele ocurrir en los shows de la banda, el repertorio incluyó algunos guiños a la musica popular. Entre estos, una pasada por la legendaria Te quiero de Los Diablos Azules, en la guitarra de C-Funk (aunque a ratos sonaba demasiado filosa), a Black Dog de Led Zeppelin, en el bajo de Felipe Ilabaca.
La presentación tambien repasó algunos hitos. Tras una hora, la segunda parte del show fue un guiño al Gran Circo de los Hermanos Chancho en Piedra, el excéntrico tributo del grupo al circo criollo, con payasos y artistas en escena. Lalo Ibeas, como un colorido Señor Corales, fue el aplicado maestro de ceremonia. Bajo su conducción pasaron variados números, como una hábil acróbata junto a un payaso cuando tocaron La vida del oso. También se recurrió al uso de técnicas de escenografía teatral, para generar momentos particulares dentro del show. Es decir, el espectáculo sacó partido de todas las posibilidades escénicas para crear una fantasía, un mundo propio que iba más allá del set de canciones. Como para subrrayar que no era un final como otro.
De alguna forma, el show final de los Chancho apeló a levantar un espectáculo ambicioso. Nada raro en una carrera que tuvo hitos como interpretar 7 de sus discos en siete shows consecutivos, es decir, siempre hubo un interés en ir un paso más allá. En esta ocasión y debido la extensión (cuatro horas y fracción), fue el variado repertorio del grupo el que marcó los quiebres. Más al interpretar temas poco habituales, como la progresiva Mampato (un homenaje al legendario personaje de Themo Lobos). Este marcó la tendencia del bloque final, cargado a los temas de fibra rockera y a los himnos del grupo.
Fue además el momento en que los músicos soltaron sus emociones. “Ustedes nos hicieron artistas”, sentenció Felipe Ilabaca, quien además hizo una mención a su hermano Pablo, el exguitarrista del grupo, ausente en el adiós. El aplauso del público lo invocó.
Aunque era una despedida, se vivió como una fiesta que estará entre las más comentadas de la temporada de conciertos. En el pasado, hubo bandas como Los Tres que en su primer quiebre eligieron la opción de mostrarse tal como los pilló el momento(así lo registra su álbum en vivo Freno de mano). Por su lado, los Chancho diseñaron un adiós a tono con la ambición creativa que marcó su carrera, acaso para dejar en claro su lugar en el rock chileno, como una de las últimas bandas de una generación brillante. Pese a las dificultades propias de hacer música en Chile, la salida de un fundador y los cambios en las corrientes más populares, estuvieron siempre atentos para rehuir polémicas. Así pudieron extender su carrera por casi 3 décadas y cerrarla sin dar lastima, con total aplomo y dignidad. Como debe ser.
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