Lo que aprendí de Sinéad O’Connor
Desde Denisse Malebrán tributándola en el colegio hasta Francisca Valenzuela homenajeándola en su adultez a través de su último videoclip. Con su irrupción en la industria musical a fines de los 80, O’Connor marcó un antes y un después en la vida de muchas mujeres. Una artista llena de tormento, convicción y fragilidad. Así es como impactó en las músicas chilenas.
En 1992 algo cambió para la cantautora chilena Javiera Mena. Vivió su infancia en el seno de un colegio de monjas, por lo que el catolicismo era algo que tenía arraigado. Cuando todavía no cumplía los diez años, participó en un concurso escolar que buscaba premiar a quien supiera más de la vida del papa Juan Pablo II. Y lo ganó.
“Para los 90, en Chile no había internet ni nada. Uno se hacía más o menos su realidad con el colegio, tu familia, etcétera. De chica era muy devota del catolicismo y de todos los valores que se enseñaban. Entonces también era muy fan de Juan Pablo II. Me acuerdo que gané ese concurso y me habían regalado una foto del papa, ese era el premio... Y yo me sentía como: ‘wow, gané’”, recuerda la artista desde España.
Pero esa emoción no se mantendría por mucho tiempo. A los pocos días, todos los noticieros nacionales comenzaron a difundir las imágenes de Sinéad O’Connor, una de las más grandes estrellas de esos días y fallecida este miércoles 26 a los 56 años, rompiendo una foto del pontífice tras su presentación en el programa Saturday Night Live. Todo el mundo pareció conmocionarse con el hecho. Javiera Mena también.
“Un día llegué a la casa y vi que había roto una foto del papa. Y yo no entendía… En mi casa se escuchaba su música, me acuerdo de lo de Amnistía y la encontraba una mujer súper power. Y que alguien con esa convicción hubiera roto la foto del Papa. Fue la primera vez que alguien me cuestionó un poco mi crianza, de por qué el catolicismo. Me acuerdo que le fui a preguntar a mi abuelita: ‘abuelita, ¿por qué Sinéad O’Connor rompió una foto del papa si el papa es bueno?’. Y ahí partió en mí un cuestionamiento a todo”, revela Mena.
El episodio que recuerda la chilena es uno de los más potentes de la cultura popular del último siglo: el 3 de octubre de ese año, O’Connor, calzando un vestido blanco y apostada en el estudio del estelar más importante de Estados Unidos, cantó una versión a capela de War, el himno de Bob Marley en contra de la guerra. Un cover modificado para aludir al abuso infantil, y que terminó con la ruptura de la imagen de la máxima autoridad de la iglesia católica y la frase “pelea contra el enemigo real”.
Ese acto, hoy reivindicado como una valiente toma de posición ante los abusos de la iglesia y también como una catarsis de la artista ante el maltrato que vivió durante su niñez, le significó la exclusión de la industria en el mejor momento de su carrera. Sin embargo, su protesta en televisión fue solo una de las tantas veces en que optó, con valentía y convicción, por enfrentarse a los cánones de su época.
Usó su pelo rapado y un look poco femenino como un gesto de rebeldía en contra de las convenciones estéticas impuestas a las estrellas pop y para enfrentar los recuerdos de los maltratos de su madre (que nunca quiso tener hijas). A través de su canto desgarrado y lleno de emotividad se consagró como una artista única en su especie, siempre dispuesta a resistir y luchar por las causas que le parecían justas. Todo eso caló hondo en las jóvenes y niñas que la miraban con extrañeza y admiración a través de la televisión, cuando en MTV comenzó a circular el icónico video de Nothing Compares 2 U.
La huella de O’Connor
En Chile, su figura también marcó la vida de muchas músicas. “Yo creo que para las mujeres de mí generación, independiente que hayamos sido o no músicos, fue un impacto. Una especie de torbellino que se aparece en nuestras vidas”, afirma a Culto Denisse Malebrán. “En la edad de la adolescencia, encontrarse con un referente completamente distinto a sus pares, entendiendo que había una imagen asociada a lo que era ser cantante de pop por esos días”.
La voz de Saiko recuerda una anécdota que marcó su niñez. “El primer festival que gané del colegio, del Sagrado Corazón, fue con Nothing Compares 2 U, y hay un video. Le pedí a mis compañeros que revisen, por si alguien tiene ese registro en VHS”.
Para Malebrán, O’Connor significó su primera mujer referente en la música. “Yo era súper cercana a la música anglo porque era la música que me gustaba, pero no tenía un gran referente femenino. Y creo que la Sinéad de alguna manera es precursora de otro tipo de cantante que viene después. Esa forma de cantar y de entender la música desde el grito, esa cosa visceral, de no necesariamente estar enfocada en cuantas notas haces o qué tan virtuosa eres. Para mí es un referente para lo que hizo Alanis Morissette, para lo que hizo Tori Amos, Fiona Apple”, apunta la artista.
Elisa Montes, ex Supernova y hoy parte de la banda SlowKiss, fue otra de esas niñas marcadas por ese célebre videoclip que pasaban por el cable, que mostraba a O’Connor con su cabeza rapada, en un primer plano, derramando lágrimas reales. “Ver una mujer rapada era transgresor en esa época. Y mezclado con la vulnerabilidad y el dolor que expresaba a través de su interpretación daba mucho que pensar, y no me cabe duda que fue gran inspiración para adolescentes y chicas de esa época para comenzar bandas anti sexistas y con letras de contenido social”, reflexiona.
“En el punk y la música de esos años hubo una ola feminista con artistas que mezclaron la música y el activismo social, y Sinéad fue una de las icónicas del mainstream que se atrevió a ir contra todo lo establecido y lo que se esperaba de una artista femenina de pop, decidiendo, a pesar de las consecuencias que podía implicar, ir contra los cánones de belleza que intentaron imponerle y hablar de temas tabú como los abusos de la iglesia católica, y que lamentablemente terminó con consecuencias nefastas. Creo que fue una artista incomprendida y vetada injustamente por la industria, que murió sin haber recibido el reconocimiento y el apoyo que merecía”, comparte Montes con Culto.
La influencia de O’Connor traspasa generaciones y estilos. Francisca Valenzuela es otra de las músicas que se sintieron tocadas por la irlandesa. Coincidentemente, su muerte sucedió la misma semana en que Valenzuela lanzó su último videoclip, que incluye un homenaje a la cantante.
“Sinéad O’Connor es de mis artistas favoritas, y da tanta pena y rabia cómo el mundo fue tan injusto con ella. La quiero y admiro profundamente, y estoy totalmente agradecida con ella por abrir el camino en la industria musical. Lo loco es que el vídeo de Nada para ti -que lo dirigí yo- tiene de referencia principal el video de Nothing Compares 2U. Un tributo inesperado”.
El concierto de Amnistía Internacional que en 1990 trajo a artistas de la talla de Peter Gabriel y Sting al Estadio Nacional igualmente fue determinante. Allí, la artista no sólo interpretó su mayor hit. También compartió con los familiares de las y los detenidos desaparecidos durante la recién terminada dictadura, y dedicó unas palabras a las mujeres presas políticas.
Nicole fue parte de esa multitud que la ovacionó. “Me sorprendió. La canción de Prince ella la hizo de una manera muy magistral. El concierto de Cyndi Lauper fue mi primera ida al Estadio Nacional por un concierto. Pero este fue masivo, y con la calidad de artistas que hubo. Yo quedé loca. Para mí fue muy revelador. Yo ya estaba comenzando mi historia con la música, grabando, yendo al estudio... Y para mí fue importante tener la oportunidad de ver a esos artistas en un contexto muy humano, muy profundo. Su interpretación de Nothing Compares 2 U, uf… Afloraba, golpeaba el corazón, la piel, todo. Realmente podíamos observar que ella y todos los que estuvieron ahí eran artistas de verdad. Fue maravilloso”.
En ese mismo contexto fue que Javiera Parra pudo conocerla durante su estadía en el Hotel Sheraton. “Fuimos a entregarle un regalo con Germán Bobe, ambos la admirábamos de una manera loca”, cuenta sobre su encuentro. Recuerda que fue “muy bonito conocerla. Fue muy amable, se veía muy tímida, pero amorosísima”.
Parra tuvo en sus manos el debut discográfico de O’Connor, The lion and the cobra (1987), luego de que Álvaro Henríquez lo trajera a Chile al regresar de una gira por Europa con La negra Ester. “Nos rompió la cabeza ese disco, porque era muy energético, muy ‘irish’, muy celta. Muy de otro lugar. Era muy especial la mezcla, pero sobre todo la manera de cantar, desgarrada y entregada. Realmente era una declaración de principios. Sí fue muy, muy influyente. Por lo menos para mí, su aparición en la escena fue lo más refrescante. Y por eso nos la jugamos por ir a conocerla, y la conocimos”.
Todas las músicas entrevistadas para este artículo miran con pesar la partida de O’Connor. Camila Moreno también. Para ella, “Sinéad es una maestra. Es quien nos enseñó la valentía de decir la verdad a través del arte. Sus discos son maravillosos, su voz es única y su actitud desenfadada, indomable y rebelde es algo que la califica como una artista real, de esas que se cuentan en la historia con los dedos de una mano”.
El legado de una artista excepcional
El paso de Sinéad O’Connor por la historia de la música deja una huella imborrable en muchas mujeres. “Me influyó y me sigue influyendo de muchas formas. Su música es profunda, sensible, simple y compleja. Es el tipo de compositora que logra hacer grandes canciones con tres acordes y eso es un tremendo don. Eso pasa porque tiene muy claro lo que quiere decir”, cuenta Moreno.
“Sus convicciones son tremendas, así como sus letras. Amo su claridad para expresarse y que el grito se transforme en susurro y luego en grito otra vez. No necesita agradarle a nadie, y sabiendo que el mundo se iría en su contra dijo todo lo que tenía que decir. En ese sentido, el mensaje la trasciende como individuo. Ella se inmoló y enterró su carrera expresando su repudio a la iglesia, y siempre defendiendo los derechos humanos hasta el final”, reflexiona la compositora detrás de Mala madre (2015).
En sus palabras, las artistas como O’Connor son “mujeres que llevan su trabajo más allá, ellas están rompiendo los límites de la realidad y la gente las valora cuando ya están muertas, porque vivas y disruptivas, son incómodas. Vivas dan miedo. Así de hipócritas somos. Es verdaderamente triste”.
Para Malebrán, una de las mayores enseñanzas que le dejó O’Connor fue llevar su carrera como mejor le pareciera, aunque eso significara desobedecer lo que se esperaba de ella. “Es una artista real. No un producto ni alguien que se deshizo para encajar en la industria. Y yo me siento muy representada con eso, porque tampoco he sido lo que se esperó que fuera, porque me fui del grupo cuando no debía irme, porque he opinado y dicho cosas que me han jugado en contra... Porque siento que he llevado la carrera a mi pinta, sin estar acomodándome o entendiendo qué cosas son convenientes o no. Siento que en ella hay una cosa irreverente que un tipo de cantante respetamos y admiramos mucho”.
Javiera Parra recoge de ella su resistencia a la hora de no ceder. “Siempre me he identificado con músicas mujeres de ese tipo, o sea, que no han claudicado. A pesar de todo lo que se les exige y se espera de ellas en términos de imagen, performance arriba del escenario... Lo que ella hacía era simplemente cantar y tocar sus canciones. Se hacía unos bailecitos irlandeses también, de repente, muy lindos. Me acuerdo que también tocaba un tamborcito irlandés precioso. Pero no era moldeable y no era cuestionable, no estaba en juego la discusión de si ella debía adaptarse a lo que en ese tiempo era la música y las mujeres en ese momento”, reflexiona la artista”.
“Había una escuela Janet Jackson, Madonna. Y la verdad es que, siendo además compositora de sus propias canciones, se embarazó al mismo tiempo que sacó su primer disco y declaró con eso otro principio más. O sea, soy madre y rockera, música. Siempre la vi como una sweet punky, como una punky dulce”, agrega Parra.
“Fue una música que igualó, rayó la cancha con respecto a ser la front girl de su propia banda, compositora, productora, absoluta y totalmente anti sistémica. La gente piensa que ella autodestruyó su carrera rompiendo una foto del papa, pero la verdad es que ella sintió que ese gesto le devolvió la libertad de poder volver a experimentar y ser una artista de nuevo. Claro, en términos de imagen eso es lo que podría parecer, pero para una persona que venía de un mundo donde la iglesia era opresora y donde muchos niños iban a colegios católicos donde ocurrían toda clase de aberraciones, a ella le pareció que lo justo era eso. Y a mí me sigue pareciendo hasta el día de hoy que también eso era lo que había que hacer”, concluye la voz de Javiera y los Imposibles.
Colombina Parra concuerda con esa visión: “Es un hecho que influyó en las generaciones, ayudando a romper con el ‘estereotipo femenino ideal’. La mujer ideal que debía comportarse según ciertos protocolos estéticos y protocolos de pensamiento”.
Montes, que la define como “una artista de gran talento con una voz hermosa y estremecedora”, cree que es extremadamente valioso que no sólo haya dedicado su vida a la música, sino que “aprovecho su exposición para hacer activismo: visibilizar y denunciar las injusticias y los abusos del mundo”.
Sin embargo, ve con pesar que, en una industria como la actual, sea mucho más difícil que surjan artistas así. “Hoy hay más censura y monopolio musical que nunca, obligando a muchos artistas a pertenecer al molde, donde hay una visión de la mujer ultra sexualizada y con unas letras con muy poco interés de tocar temas políticos o controversiales. Al final, lo veo normal, como una consecuencia del capitalismo extremo en el que vivimos, donde la represión artística está disfrazada de libertad”, establece Montes.
Camila Moreno comparte la sensación de que actos como los de O’Connor serían prácticamente imposibles. “En un mundo como hoy eso es impensable. Lamentablemente las redes sociales y la hiper superioridad moral hacen que esa rebeldía real se esconda en el miedo a realmente no poder trabajar. Ella seguro tuvo miedo y fue a la guerra igual, sola. El mundo le dio la espalda, la industria le dio la espalda y resulta que ahora todos la lloran. Eso me da mucha rabia. La Violeta (Parra) se murió igual, sola, también inmolada… Ese es el pago que le da la sociedad a las mujeres que se expresan con libertad y rompen el molde de la buena madre”, afirma la artista.
¿Y cómo intentar seguir con su legado? Moreno es clara al reflexionar sobre aquello: “En una industria tan plástica como la actual solo queda intentar honrar ese grito y llevar el trabajo a extremos, llevarlo más allá, aunque nadie lo escuche. Digamos que, en la industria actual, tener una actitud como la de ella sería mandar todo a la mierda”.
Por todo aquello, las chilenas comparten que su fallecimiento significa una pérdida invaluable en la cultura popular. “Perdimos ese talento, uno de esos talentos genuinos y que no son muchos. Yo creo que, a nuestra generación, le marcó mucho el disco que pudimos tener y su forma de interpretar... Y para las que somos cantantes, músicas, sin duda que fue una gran inspiración del cómo, de hacerlo de verdad. De hacerlo de adentro, visceral. De cantar lo que te conmueve y lo que te hace sentido. Para mí fue eso”, dice Nicole.
“Del canto libre, de lo que hablaba Violeta Parra, de que cantar es un ave, un ave sin rumbo... De agarrar el micrófono y darle con todo, nomás”, complementa Malebrán.
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