Nuria Labari, escritora española: “Mi ambición era elevar la maternidad a canon literario, a un lugar de prestigio”
En su libro La mejor madre del mundo, la autora emprende un recorrido honesto y reflexivo sobre los claroscuros de la maternidad. Un texto que nace como un híbrido entre novela y ensayo, y que llega a problematizar sobre el lugar que las mujeres y las madres tienen en la literatura y en la sociedad.
Al momento de sentarse a escribir, la autora española Nuria Labari (44) tenía una cosa clara: las historias sobre maternidad estaban casi totalmente fuera del canon literario. Lo vivió en carne propia cuando, embarazada de su primera hija, buscó en los estantes de las librerías algún texto sobre el tema.
“No es que no hubiera absolutamente nada escrito sobre la maternidad, pero había muy poco. Desde luego yo no encontré suficiente. Hubo un momento en que pensaba: ‘sólo hablo con autoras muertas norteamericanas que parieron como medio siglo antes que yo’”, explica a Culto desde el despacho de su casa.
Pero esa inquietud personal pronto se transformaría en una oportunidad literaria. “Justamente, en los primeros años de los 2000 apareció una nueva generación de mujeres que íbamos a ser las primeras madres de un mundo nuevo, donde la maternidad se había revolucionado y donde una podía ser madre de un hijo hecho con el óvulo de otra, donde la reproducción asistida tenía un sentido, donde aparecía también ya el fantasma de la subrogada, donde se congelaban óvulos, con nuevas olas de feminismo que iban vinculadas también a una posible nueva maternidad”, recapitula la autora.
Lo que había era un verdadero cúmulo de escombros sobre la maternidad donde, a juicio de la autora, no existía ningún trabajo de creación literaria ni de pensamiento. Hoy, esos nuevos escenarios trajeron consigo una serie de retos y contextos donde, por primera vez, el significado universal de lo que era ser madre comenzaba a cambiar.
Allí es donde se ubica el germen de La mejor madre del mundo (2019), el penúltimo libro de la columnista de El País que llegó a nuestro país de la mano de Penguin Random House. A través de una narrativa híbrida entre la novela y el ensayo, Labari se embarca en una revisión urgente sobre los claroscuros de la maternidad. Lo bonito y también lo feo, en un ejercicio que a su vez devela el lugar que, históricamente, la literatura le ha dado a la maternidad y la sociedad a las mujeres.
“Me desaconsejaron mucho escribir una historia sobre maternidad, mezclada con autoficciones”, confiesa la española, que define su trabajo como el libro que a ella le hubiese gustado leer cuando se convirtió en madre por primera vez. “Hay un gran estigma sobre la maternidad, y más cuando es escrita por una mujer. Parece que va a ser una literatura desfunda, no una literatura de primer nivel. Está muy lejos del canon prestigioso y literario, y casi está cerca de la autoayuda o de otro tipo de literatura. Y yo quería hacer literatura de la del canon literario, pero eligiendo este tema”.
Para Labari, esa desigualdad es concreta y está a la vista. “Por ejemplo, cuando Richard Ford, un hombre, escribe Mi madre, es un libro mixto y que entra en el canon. Pero cuando una mujer escribe la palabra madre en la portada, de pronto está diciendo adiós a un montón de lectores varones. Hay un estigma extraño. Si un hombre escribe sobre su paternidad nosotras no nos quedamos fuera, pero al revés, para mí sorpresa, fue así. Y si la escribe Vivian Gornick, pues automáticamente es literatura feminista. ¿Qué os ha pasado en la cabeza?”, señala la autora, agregando que, en una primera instancia, prácticamente el total de los lectores que asistían a las presentaciones del libro eran mujeres. Aunque, poco a poco, empezaron a integrarse los varones, mayoritariamente guiados por el anhelo de empatía que surgía principalmente de sus parejas mujeres.
“Es un libro que también tiene una llamada de atención clarísima para los hombres, para los padres. Y la más fuerte, que era mi ambición, era elevar a canon literario, a lugar de prestigio, la maternidad. Me he encontrado con bofetadas todo el rato”, añade Labari.
Es un hecho que la literatura es uno de los lugares históricamente dominados por los hombres. Aun así, en pleno 2022, Labari es optimista respecto al rol que las mujeres han ganado en dicho campo. “La agenda literaria la empezamos a marcar las mujeres en todo el mundo. Lo más interesante que yo he leído es literatura escrita por mujeres. Y esa es una sensación que hace 20 años a lo mejor era de unas pocas, o que parecía casi activismo... Hoy no. Hoy, casi cualquier lector literario exigente reconoce que lee más mujeres vivas de entre la literatura contemporánea”.
Lo anterior se enmarca en un contexto social mucho más amplio. Es por eso que la española es clara al definir su posición respecto al camino que se debe tomar en torno a la equidad de género: “La igualdad se ha contado durante cientos de años así, como una igualdad que consiste en una negación absoluta de la identidad de una de las partes. Ser iguales a los hombres era una cosa literal. Era ser-como-ellos. Escribir igual que ellos, hacer las cosas que ellos hacen, ir al trabajo como ellos van, cumplir sus horarios, formar parte de sus jerarquías y heredar un montón de estructuras mentales y sociales que en realidad querríamos derribar. No tengo ninguna gana ni ninguna ilusión por ser igual que un hombre. No me apetece. Creo que es hora de que la igualdad empiece a funcionar del otro lado”.
Entre las tantas reflexiones contenidas en la novela, también hay espacio para el debate sobre el aborto. Siendo madre de dos hijas, la postura de Labari en torno a la interrupción voluntaria del embarazo no tiene medias tintas. “Sin aborto no podemos hablar de democracia. Ni en Chile ni en ninguna parte. Lo primero que hace cualquier sistema no democrático es intentar controlar los cuerpos de las mujeres. Creo que es un parámetro para estudiar el nivel de estabilidad o de madurez de cualquier sistema democrático”, afirma con convicción. “Esto no tiene que ver con creencias ni con lugares morales, sino que es una forma muy sofisticada de someter a las mujeres a su deber ser materno. Y eso hay que desmontarlo”.
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