En el cálido de verano de 1999, con las primeras sombras de la crisis económica avanzando sobre la Argentina, Gustavo Cerati se sintió listo para preparar un álbum en solitario. Si bien, ya había lanzado Amor Amarillo (1993), esta vez era distinto. Liberado de las tensiones y líos que vivió en los últimos años de Soda Stereo, el músico pudo trabajar con toda calma. “Es el disco que pienso que su proceso sentí más felicidad y relax que en otras ocasiones”, explicó en esos días.
Pese a su sonido, Bocanada tuvo una impensada fibra casera. Cerati habilitó un sótano de su casa en Buenos Aires como estudio de grabación. Allí dio forma a un bunker sonoro en que almacenó pedaleras, consolas, guitarras, sintetizadores. En un rincón colgó una foto de su mujer, Cecilia Amenábar con su hija Lisa, recién nacida, y un cartel del metro de Londres en la puerta, casi como una declaración. Casa Submarina le llamó.
Allí, bajo el burbujear de los beats, el músico pasaba el día trabajando con las máquinas e instrumentos que tenía a su total disposición. Solo subía a la superficie de la cotidianeidad para comer o atender alguna cosa urgente. Según el biógrafo Juan Morris, el primer material trabajado para el álbum fue un sampler extraído del sencillo Waltz for Lumumba, de Spender Davis Group, el que dio origen a Tabú, el tema que abre el disco.
Cerati había desarrollado su interés por la electrónica desde comienzos de la década. “Este disco (Bocanada) implica mayor entendimiento con la computadora. Pude sacarle más el jugo. Hasta Amor Amarillo estuve trabajando sin computadora. Pero cuando me compré la Macintosh empecé a investigar y ya en Sueño Stereo hay muchas programaciones que están hechas dentro de la máquina”, se puede leer en una declaración consignada en el libro Cerati en primera persona de Maitena Aboitiz.
Así, comenzó a acumular cientos, miles, de fragmentos de música los que modificaba a su antojo. Dejó de crear exclusivamente con la guitarra para enfocarse en el computador. “Tomaba partes de otras canciones y las deformaba cambiándoles el tempo y estirándolas, aparecían ideas nuevas, gérmenes de canciones que lo llevaban a lugares inesperados”, describe Juan Morris en su biografía del argentino.
Una de esas partes la sacó directamente de un álbum de Los Jaivas. Y software Pro Tools mediante, lo incluyó en Raíz, uno de los cortes promocionales de Bocanada. El mismo Cerati lo explicó en su vista al recordado programa Plaza Italia del desaparecido canal R&P (con Marcelo Companini y Marcos Silva en la conducción). “Tiene un pedacito de un siku (zampoña) que usaron en el disco Alturas de Macchu Picchu. Yo lo robé, pero en un ataque de honestidad los llamé y les dije ‘estoy usando esto, si me pueden dar el permiso’ y fueron fantásticos”. En rigor, es un fragmento de las zampoñas que suenan en Del aire al aire.
A pesar de ser un melómano empedernido que escuchaba lo que estuviera en boga, Cerati reconoció que conoció la música de Los Jaivas ya más entrada su carrera. “Los agarré un poquito tarde, quizás, en un momento en que para ir a ver a Los Jaivas, Arcoriris, esos grupos que en ese momento eran como fusión, aunque en el caso de Los Jaivas siguen haciéndolo, entre lo etno con la cultura de rock. Pero me impresionaba el tema andino, siempre me atrajo, me parece que es el ligar del folklore en que me siento más tocado”.
Cerati recordó que esa música le generaba sensaciones. “El tipo de melodías, la cosa esa de modulaciones menores, ese canto que necesita una montaña para completarse. Esa idea conjugada con viajes que hice de niño y con viajes que hice incluso acá en Chile en el norte, la zona de San Pedro, son muy fuertes. Todo eso es mucha vida para mí”.
Raíz es el corte en que Cerati desarrolló un interés por expandir ese interés. Algo así como continuar la ruta que abrió en el carnavalito new wave que desarrolló en Cuando pase el temblor, durante los días de Soda Stereo. “El Temblor, Corazón delator y finalmente Raíz, son esos acercamientos medios deformes que hago yo”, admitió sin rodeos en Plaza Italia. Un