Desde el primer momento, quedó claro que la primera de las dos noches de celebración de los 60 años de Los Jaivas en el Movistar Arena (la segunda está agendada para este 17 de agosto), sería una celebración en toda regla. Incluso, con algunos toques propios del espíritu aventurero de la banda, que parecía no haberse activado desde el lejano 2001, cuando lanzaron por última vez material original. Fue una celebración de la historia, las tragedias y de un clan que hizo de la música y la hermandad su razón para existir.

En la previa, se proyectó en las pantallas un extenso compilado de saludos de músicos de varias generaciones. Allí pasaron nombres más jóvenes como Princesa Alba y Denise Rosenthal, hasta compañeros de generación como Pancho Sazo, de Congreso (muy aplaudido por el respetable). El alcance de la efeméride fue tal que incluso se sumó David Fricke, el editor senior de Rolling Stone, acaso el magazine clave del rock, surgido pocos años después que Los Jaivas.

Pasadas las 19.20, se apagaron las luces en el repleto Movistar Arena. Una introducción a cargo de Sergio “Pirincho” Cárcamo, un íntimo del grupo desde sus días de Viña del Mar, dio paso a la entrada de la banda a escena ante la ovación del público. Acaso como una declaración de principios, arrancaron con La vida mágica, ay sí luciendo el vestuario diseñado por Alejandra Bobadilla, de Surorigen, inspirado por el cuadro de René Olivares para la colección La Vorágine.

LOS JAIVAS Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Aprovechando las posibilidades del recinto, se desplegó un trabajo de visuales en que se aprovechó el ingente archivo de la banda con fotografías de época; desde los días como orquesta bailable actuando con el nombre de High Bass, hasta los días del regreso a Chile. Un emocionado Mario Mutis las hizo de maestro de ceremonias, para marcar el hito y destacar la larga y muy acontecida historia del grupo. “Hemos pasado muchas tragedias y ustedes siguen ahí”.

Incluso rememoró aquella primera presentación, la del 15 de agosto de 1963 en el Teatro Municipal de Viña del Mar, que marcó el inicio de la vida mágica. Fue el momento que dio paso a los primeros invitados de la noche, Pancho Sazo y Tilo González, con quienes interpretaron una sentida versión de Valparaíso de Gitano Rodriguez, con Gato Alquinta, desde el archivo, cantando la primera estrofa. Un truco que ya han realizado anteriormente, pero que se reflota a tiempo y deja en claro que ese tipo de cosas ya se hacían antes de la IA.

Como si fuera una reunión familiar, el grupo se dio un espacio para recordar sus inicios. Claudio Parra recordó la influencia de sus padres y tíos en el gusto por las artes; los días de niños en la Escuela; el interés por la improvisación que marcó el período formativo de la banda y destiló hacia algunas composiciones posteriores, como Tarka y Ocarina, que el grupo ha mantenido en su repertorio y sonó majestuosa en el Arena. Probablemente un buen desafío hubiese sido recrear la dinámica de las improvisaciones, o al menos extender parte de las mismas en el repertorio actual, pero las ausencias de Gabriel Parra y Gato Alquinta son demasiado determinantes. Como no publican material original desde la muerte de Alquinta, las improvisaciones podrían insuflar vitalidad al grupo y sería un buen homenaje a su creatividad.

Los Jaivas Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Al tratarse de un momento especial, la noche tuvo de invitado de Eduardo Parra, uno de los fundadores, quien está retirado del grupo desde hace años. Recibido con una ovación, el tecladista recordó una anécdota de loa días europeos de la banda, en que para su sorpresa, tocaron para un solitario espectador, que para peor…se paró y se fue a la primera canción. Una muestra del empeño con que el grupo sacó adelante su carrera. Parra, chispeante pese a los achaques de los años, se quedó en escena para tocar La Conquistada, un himno de la banda compuesto en sus días de residencia en Argentina, que marcó un punto emotivo de la noche.

Otra sorpresa la marcó la presencia de Aurora Alquinta, la hija de Gato quien lo reemplazó por un tiempo tras su muerte en 2003. Pero su vida en Francia y la presión de una pareja la hicieron cerrar el círculo. Pero no para siempre. Como una sobrina que se reencuentra con sus tíos tras años, la cantante tuvo clara su respuesta cuando Claudio Parra le preguntó qué quería cantar. “Canción del sur”, dijo. La misma que ella escogió para integrar el repertorio del grupo cuando tomó el puesto de su padre. Rato más tarde volvió para cantar Hijos de la tierra con su voz cargada a los graves.

Aurora Alquinta en el show de 60 años de Los Jaivas Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

No solo hablaron los fundadores. Los músicos que se integraron con los años también tuvieron su momento. El multinstrumentista Francisco Bosco, por ejemplo, narró cómo el escuchar de niño el álbum El indio (1975), grabado por Los Jaivas en Argentina, le generó la convicción de dedicarse a la música. Las vueltas de la vida, lo tenían ahora en escena con esa misma leyenda.

Al charanguista Carlos Cabezas (a menudo un talento subvalorado por los medios), le bastó con tocar los primeros compases de Frescura Antigua, para introducir su historia con la banda, desde sus días como músico callejero, hasta que ocurrió el encuentro decisivo con Juanita Parra en una micro. Una situación que lo hizo cercano a Gato Alquinta, a quien debió suplir en las voces tras su muerte. Un camino que reconoció, no fue fácil.

El guitarrista Alan Reale, integrado desde 2013, detalló que su principal desafío fue absorber el lenguaje del grupo “Latinoamericano pero rockero”, pese a que era un músico que se había formado en el blues y el rock clásico. Un momento que subrayó la particular mezcla que ha definido la obra de los viñamarinos.

En su momento, Juanita Parra, la heredera de Gabriel rememoró a su padre, el baterista innovador que “chilenizó” la batería y era una suerte de entusiasta permanente. A tono con la época remarcó el aporte femenino en la obra de la banda y la música chilena, lo que sirvió de enlace para tocar Corre que te pillo, uno de los temas clásicos que cimentó la leyenda de Gabriel como uno de los más notables bateristas de la historia musical chilena.

Por cierto, el fundamental Alturas de Macchu Picchu tuvo su sección especial. Se dispuso una puesta en escena teatral, que incluyó marioneta de cóndor volando sobre el Arena, fragmentos del documental proyectado en las pantallas y gráficas bien trabajadas. Probablemente fue el momento más cercano a un show de rock progresivo de fines de los setentas, lo que le dio un marco épico a la siempre apabullante La poderosa muerte.

Los Jaivas Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Como era una celebración no podían faltar la torta y las velitas en escena. El cumpleaños felíz, cantado por el público hacia los músicos, puso otro momento de emoción para una jornada diseñada en todos sus detalles.

El tramo final estuvo marcado por los himnos del grupo como Sube a nacer conmigo hermano (coreada por el respetable y hasta alguno que otro guardia de seguridad) y Mambo de Machaguay. Fue momento además para invitar a Patricio Castillo, señero musico chileno que en su momento participó en la grabación de Mira Niñita (en la que ideó el patrón de arpegio de la guitarra, según Mutis) y Todos Juntos. Precisamente el tema que reunió a todos en escena, incluyendo a Marina Mutis, la hija de Mario quien estuvo en la previa con su grupo de percusión corporal. Como si fuera una gran reunión familiar (con la excepción de Ankatu, el otro hijo de Gato quien está abocado a sus proyectos personales y en su momento salió bajo tensión de la banda), en que se hubiesen sumado los vecinos del barrio, los amigos del colegio y alguno que otro.

El cumpleaños de Los Jaivas fue la celebración de un legado musical atravesado, a su vez, por una serie de vivencias con la que es difícil no empatizar. Se trató de un evento que celebró esa historia en una noche bien articulada y que pese a las tres horas y fracción, no se sintió empalagosa. Quizás se extrañaron temas menos evidentes de su extensa trayectoria. Hubiera sido buen momento para La quebrá del ají o Ayer caché, que cumplieron 50 años esta temporada, o algún corte de Aconcagua, como Takirari del puerto, por ejemplo. Pero el show, articulado sobre una narración clara, en que cada pieza tenía su propósito, fue asimismo, un homenaje a la inquietud creativa que ha marcado la trayectoria de la banda más grande de la historia de Chile. El cariño de su público lo confirmó.

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