Poesía Política, de Nicanor Parra (Ed. UDP)
Desde el habla callejera, la ironía y la contradicción, Nicanor Parra armó una rebelión en la poesía chilena. “Los poetas bajaron del Olimpo”, declaró en Manifiesto, donde apuntó contra las vacas sagradas, el poeta mago y los toros furiosos. Allí anotó: “Unos pocos se hicieron comunistas/ Yo no sé si lo fueron realmente./ Supongamos que fueron comunistas,/ Lo que sé es una cosa:/ Que no fueron poetas populares,/ Fueron unos reverendos poetas burgueses”. Insolente y sagaz, el antipoeta nunca se casó con dogmas ni ideologías. Con soltura se paseaba por Cuba y Nueva York, hasta la célebre tacita de té con Pat Nixon en la Casa Blanca. Entonces recibió una ataque masivo desde la izquierda, que él respondió con artefactos explosivos: “PERDONA LA FRANQUEZA/ Hasta la estrella de tu boina/ “Comandante” me parece dudosa…/ Y sin embargo se me caen las lágrimas”. En dictadura dio a conocer los Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui y punzantes chistes en Poesía política: “A ver a ver/ Tú que eres tan diablito ven para acá/ ¿hay o no hay libertad de expresión en este país?/ -Hay/ -Ay/ -Aaay!”. Este volumen recupera la edición y exhibe la trayectoria iconoclasta del antipoeta que se adelantó al colapso climático y murió a los 103 años: “Buenas Noticias:/ la tierra se recupera en un millón/ de años/ Somos nosotros los que desapareceremos”.
El Viaje, de Patricio de la Paz (Debate)
Le disgusta la vejez pero no le teme a la muerte. Pasados los 80 años, el filósofo Eduardo Carrasco prefiere citar a Aristóteles: “Es sano morirse”. El fundador de Quilapayún suele anotar epitafios: “Aquí yace Eduardo Carrasco. No se preocupen, no va a resucitar”, dice uno de ellos. Él es una de las nueve personalidades que dialogan con Patricio de la Paz en este libro: un conjunto de conversaciones en torno a la vida, el tiempo y la muerte, donde participan también Marta Cruz-Coke, Angela Jeria, Carmen Barros, Julia Toro, Gabriel Salazar, Luis Alarcón, Miguel Lawner y Guillermo Núñez. Testigos y protagonistas de nuestra historia, todos ellos crecieron en un lejano país de matinés, de conversaciones de sobremesa, de pasiones y bohemia, y acá comparten su trayectoria y su visión de la sociedad. A todos el golpe militar les fracturó la vida. Con talento y sensibilidad, el autor -quien sobrevivió a una severa crisis de salud causada por el covid- logra entrar en su esfera personal, activa recuerdos y consigue aproximarse a sus emociones íntimas. Y con habilidad narrativa recrea escenas y detalles de modo sugerente. Escrito desde la empatía y el respeto, el libro no esquiva las preguntas incómodas y pone en discusión temas a menudo invisibilizados, como el deterioro, el dolor y la vejez. Algunas de estas entrevistas fueron las últimas de sus protagonistas, pero más allá de eso, invitan a un viaje por la historia privada del país y forman un conjunto de relatos luminosos, entrañables y traspasados de humanidad.
Soñando con Vincent, de Roberto Fuentes y Carlos Denis (Zig-Zag)
El pintor acaba de terminar uno de sus cuadros más hermosos, La noche estrellada. Mira al niño y le dice: “A veces siento mi corazón vacío. Pinto para tratar de llenarlo”. Pablo, el niño, le responde: “A mí se me llena el corazón cuando veo tus pinturas. La gente a veces me queda mirando cuando yo no entiendo algo y ellos sí, y ahí me siento un poco vacío también”. Vincent, el artista, agrega: “Las personas tratan de entenderlo todo y se vuelven grises. Tú, en cambio, eres una explosión de color”. Pablo ama pintar y dibujar, tiene síndrome de Down y se encuentra con el pintor en medio de un sueño, justo cuando este trabaja en una de sus obras más celebres, pero duda de sus talentos. En 1990, el cineasta Akira Kurosawa filmó Sueños, una película integrada por ocho capítulos, entre ellos un encuentro con Vincent Van Gogh. Algo de esa historia cinematográfica resuena en estas páginas escritas por Roberto Fuentes, ilustradas por Carlos Denis, páginas cargadas de magia y ternura y donde el niño y el artista descubren sus propios dones. “No importa que se te congele el cerebro a veces”, le dice el pintor. “Tu corazón siempre estará tibio y eso es lo que importa”. Un libro conmovedor y bellamente ilustrado.