La tormentosa historia de amor de Violeta Parra y Gilbert Favre: flechazo, discusiones y desamor

VIOLETA PARRA
Gilbert Favre y Violeta Parra

Un nuevo libro indaga en la relación que la folclorista tuvo con el joven suizo, casi 20 años menor. Un vínculo surgido a primera vista y que juntó a dos almas igualmente libres e intensas. Su autora, Patricia Díaz, explica a Culto las claves de esa historia, cómo afectó su quiebre a la cantautora y descarta que esta haya sido la causa de su suicidio en 1967. Además, propone que el proyecto de la Carpa de la Reina, en realidad no fue un fracaso como se plantea habitualmente.


Era un cumpleaños, pero la festejada, Violeta Parra, no estaba feliz. Apenas compartía con los invitados que recibió en la “casa de palos” de La Reina y pasaba buena parte de la tarde en su cuarto. Una amiga, la fotógrafa Adela Gallo, llegó a visitarla. Aunque la folclorista refunfuñó, su semblante cambió cuando Adela le comentó: “Te traigo un gringo de regalo”. Era Gilbert Favre, un joven suizo recién llegado a Santiago. Ahí se vieron por primera vez.

“El suizo, estaba como petrificado ante esa mujer de pelo largo muy negro, de cara india con huellas de haber padecido la viruela. De ojos penetrantes y movedizos que se clavan en los suyos apenas hacen contacto. La pequeña habitación–donde, además de la inmensa cama, reina un piano vertical adosado a la pared–le pareció que tenía vida y que le succionaba toda su información biológica dejándolo vacío y agotado, pero a la vez con una emoción que muy pocas veces había experimentado, pero que conocía. El universo lo ponía ante una energía que se potenciaba con la de él. Solo debía dejarse llevar”, detalla el libro autoeditado Violeta y Gilbert: una historia de amor, locura y música”, de la musicóloga e investigadora Patricia Díaz, de reciente publicación y disponible en Amazon.

Violeta Parra

Curioso, a Gilbert le llamó la atención la actitud de Violeta frente a su propio cumpleaños. A la folclorista no le agradaba celebrarlo y le explicó que hacerlo era celebrar el paso del tiempo y el deterioro. Pero poco importó. Los vasos de vino y la conversación se extendieron hasta la madrugada. “Un poco de francés de Violeta, un poco de español de Gilbert y ya no había barreras que les impidiera comunicarse, además esa noche mágica estaba consignada para ellos, todos los idiomas eran uno, incluso el de la música porque Violeta hasta tocó el piano para su visita suiza sin haberlo tocado nunca antes. No se dieron cuenta que ya se encontraban solos”, cuenta Díaz en su libro.

Favre había cruzado el Atlántico desde la vieja Europa como parte de una expedición del antropólogo Jean Christian Spahni. A bordo de un barco hizo escala en la costa de África, Río de Janeiro y Buenos Aires. Allí tomaron el tren rumbo a Santiago para seguir hacia el norte grande. Durante los días en la capital, el joven suizo se interesó en conocer el folklore chileno. Preguntando, con el poco español que manejaba, llegó hasta la Universidad de Chile. En la Casa de Bello le señalaron que las dos personas que investigaban folklore eran Margot Loyola y Violeta Parra. Justo allí conoció a la fotógrafa Adela Gallo, quien hizo el nexo. Corría 1960.

Esa tarde en La Reina arrancó la historia de amor entre Gilbert y Violeta. Aunque ella le llevaba 17 años, tenían mucho en común. Su vínculo, intenso, marcó las vidas de ambos. Eso le interesó a Díaz, quien ha estudiado a fondo la vida de la artista. De hecho, fue la encargada de la curatoría de la exposición montada en la Biblioteca Nacional por el centenario de Parra en 2017.

Según ella, fue obra de Violeta la que le dio las claves para interesarse en esa historia. “Sus canciones son intensas, sublimes y están compuesta desde sus entrañas como los poetas malditos del siglo XIX por tanto las de amor (y desamor) también lo son. Internándome en ellas quise saber por qué y a quién le escribía, y ahí me encuentro con Gilbert -comenta a Culto-. Al principio, se trataba de un ensayo que se llamaba Fragmentos de la poesía amorosa de Violeta Parra, basada en Roland Barthes. Después me di cuenta que ahí había una historia que contar, no un ensayo académico”.

Ahí reside el aporte de su trabajo. “Escribía sobre el amor en Violeta y descubrí a Gilbert Favre, personaje que es conocido como un gran amor de Violeta pero no se sabía más. Y él estuvo con ella en momentos clave en la vida de Violeta y que son justamente sus últimos seis años”.

VIOLETA PARRA GILBERT FAVRE
Violeta Parra y Gilbert Favre

-¿Qué vio Gilbert en Violeta y a su vez, qué notó Violeta en Gilbert?

Ambos se atraían porque eran almas libres y vivían la vida sin convencionalismos. Sujetos sensibles, que no aspiran a una existencia materialista y que se encuentran en el borde de lo establecido institucional porque no les representan ni sienten que necesitan puesto que sus valores son muy potentes y exigentes emanados de su conciencia y no de poses ni mandatos.

Un amor intenso

Gilbert Favre siguió a Violeta cuando viajó a Europa. Ella le escribió cartas demandando su atención. “¿Dónde está mi chinito? ¿Quién es mi chinito? Quiero ver a mi chinito, quiero pegarle. Quiero meterle los dedos ahí, detrás de los dientes. Ahí está calientito. ¡Chinitoooooo! Yo soy tuya”, le dedicó. Las cartas fueron recopiladas por Díaz como parte de su investigación para el libro, narrada en tono literario. “Lo que hago es describir hechos con las herramientas de la literatura. No hay nada ficcionado, todo lo que escribí es real. Las cartas están publicadas en las tres versiones del Libro Mayor de Violeta realizadas por Isabel Parra, su hija”, explica. No fue la única fuente. Recurrió a material de prensa de la época, las memorias de Favre, las de Gitano Rodríguez (a quién la autora pudo conocer y tratar), además de la documentación levantada por la periodista boliviana María Antonieta Arauco sobre los años de Favre en La Paz, entre muchos otros.

Con todo ello, la autora pudo reconstruir la historia entre ambos. Gilbert acompañó a Violeta por ejemplo, en sus días en el Louvre y además se interesó en aprender a tocar la quena, la flauta andina. Pero no fue fácil hacerlo al lado del talento natural de Violeta. “Durante el día, mientras Violeta pinta, Gilbert toca la flauta andina lo que no es fácil estando Violeta presente pues su oído severo no deja pasar ni un solo error, fuese por el soplido, el ritmo o la nota misma. Su exigencia es por momentos desalmada, pues su conducta–excedida de pasión y mandato–llega a ser muy violenta para imponer la perfección a la que aspira. A la vez, se estaba dando cuenta que Gilberto está alcanzando cierta maestría con el instrumento y que en el escenario podría atraer la atención no solamente del público, sino especialmente de las mujeres”, escribe Díaz.

La habilidad de Favre con la quena se desarrolló a punta de 10 horas diarias de práctica, sumado a su experiencia previa tocando el clarinete. Ello le permitió florecer como músico. Pero los celos, el choque de temperamentos y las constantes discusiones comenzaron a amagar la relación. Finalmente, él decidió dejarla tras un episodio en que ella casi estuvo a un tris de la muerte.

“El temperamento de Violeta era más fuerte que el de Gilbert, no obstante el de él también lo era -explica Patricia Díaz-. Pero la impulsividad de Violeta la hizo cometer errores en momentos de convivencia. Y cuando pasaba por un estado complicado de salud, este se amplificó. Hubo un episodio muy desafortunado en que los los dos discutieron, no era la única vez, pero en esa ocasión, Violeta terminó en el hospital por una sobredosis de medicamentos para dormir. Gilbert se asustó, entró en pánico y se fue impulsivamente. Tanto así que se va del país, solo con su quena y cámaras como posesión, pues su clarinete lo vendió para comprar su pasaje a Bolivia. De ahí aunque estarán juntos después, no se restablece la relación amorosa que tenían”.

La partida de Favre descolocó a Violeta. “En su fuero interno tenía la esperanza que volviera de repente. Que apareciera como lo hizo a su llegada a Francia luego de su retorno de la Argentina. Por tanto, su pena tenía algo de esperanza. En cualquier momento iba a regresar”, detalla Díaz. La soledad, como en otros momentos, la pasó escribiendo. Allí surgió Run Run se fue pa’l norte, la misma que incluyó en su legendario álbum Las últimas composiciones de Violeta Parra. “Antes del aclarar/ De una estación del tiempo/ Decidido a rodar/ Run Run se fue pa’l norte/ No sé cuándo vendrá/ Vendrá para el cumpleaños/ De nuestra soledad”.

En Bolivia, Gilbert pareció encontrar su lugar en el mundo. Impulsado por el ejemplo de la Peña de los Parra, que había conocido de primera mano, fue el impulsor de la Peña Naira, en la calle Sagárnaga en La Paz. Ahí comenzó una intensa actividad que lo llevó a trabajar con músicos bolivianos, como el talentoso charanguista Ernesto Cavour. Fue el origen de Los Jairas, el conjunto de folklore urbano que sería tomado como modelo para varias agrupaciones posteriores, como los chilenos Inti Illimani. Y aunque Favre viajó con músicos bolivianos para presentarlos en la Carpa de La Reina, no volvió a relacionarse con Violeta. Había encontrado su propio camino.

Inaugurada en diciembre de 1965, la Carpa de La Reina fue el último gran proyecto de Violeta. Allí deseaba instalar un centro cultural que funcionara como una Universidad del Folklore. “Fue una oportunidad que se le presentó a Violeta, luego de la experiencia con Sergio Larraín en la FISA -explica Patricia Díaz-. Ella, oportuna y creativa, como buena gestora cultural que era, la utiliza para su idea de la Universidad del folklore y espacio escénico para las artes populares. Muy parecido esto último al proyecto de Andrés Perez con el teatro décadas después. Me refiero a la creatividad, la gestión y la identidad desde proyectos liderados por almas sensibles con visión de futuro y realizados contra viento y marea, porque la institucionalidad no los acompaña”.

VIOLETA PARRA
Violeta Parra

Pero a diferencia del relato convencional, que señala que el proyecto de la Carpa naufragó entre la indiferencia del público, la lluvia torrencial del invierno y la lejanía del sitio, Díaz propone una visión diferente. “No fue un fracaso porque sí fue relevante -señala-. Llegó a montarla en toda su dimensión y prácticamente sola, con la ayuda de Gilbert y sus tres hermanos Roberto, Lalo y Lautaro. Su inauguración tuvo alta cobertura, y convocatoria. Era muy pero muy grande y estaba lejos, pero igualmente llegaba público ¡había momentos en que tenía 150 personas! Pero el pesimismo chileno que solo marca lo negativo menciona solo las veces en que no tuvo público. Hasta los teatros más renombrados tienen funciones con tres personas. Es así”.

Según Díaz el asunto sobre ese relato más pesimista sobre la Carpa tiene que ver con otra cosa. “Cuando se señala que no tuvo éxito es porque la comparan con la Peña de los Parra, la de sus hijos. Pero ésta se encontraba en pleno centro y solo tenía capacidad para 70 personas en ese año (1966) y había veces en que tampoco llegaba público, como la vez en que el gitano Rodriguez llegó con Violeta luego de conocerlo en la FISA, no obstante esa vez estaba el uruguayo Daniel Vigietti. En cambio, la Carpa de La Reina tenía capacidad para más de 400 personas ¡claro que era difícil llenarla! incluso ahora lo sería también. Ese era un proyecto que ameritaba apoyo empresarial o institucional y obviamente marcha blanca. Eso fue que alcanzó a hacer Violeta, pues solo funcionó un año quedando trunco por la muerte súbita de Violeta el 5 de febrero del 67″.

A su juicio, ¿cuánto asidero tiene la idea de que el suicidio de Violeta fue influido por el desamor? y desde su experiencia ¿por qué cree usted que ella tomó esa decisión?

La mayoría de los estudiosos y biógrafos de Violeta señalan la causa de su suicidio por otros motivos. Es el pueblo el que deja entrever, por intuición, que fue por una causa de amor. Yo planteo que fue por las consecuencias de una gran soledad. Y eso lo describe mi libro considerando los hechos y la interpretación de su poesía. Solo planteo que (Gilbert) estuvo con ella en momentos clave de su vida en lo humano, porque lo amó casi a primera vista -según testigos- y fue correspondida. Fue felíz con él. Pero, aparte de inspirar canciones que son obras inmortales, él no tuvo que ver en su genialidad en la creación, es más, ella siempre eligió su arte a estar con Gilbert. Pero al contrario, Violeta sí fue fundamental y decisiva en la vida de Gilbert Favre, y él fue el creador del neoflolklore boliviano, creando la peña Naira y el conjunto los Jairas, junto a Ernesto Cavour, naciendo con ellos la música andina urbana, que hoy es un género muy importante.

LIBRO VIOLETA FAVRE

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