Lo tuvieron que despertar a bofetadas. Los compuestos policías montados canadienses llevaban un buen rato en la habitación del Hotel Harbour tratando de despertar a Keith Richards, el guitarrista de The Rolling Stones. Pero estaba tan somnoliento que apenas reaccionaba. Cuando por fin abrió los ojos, los policías le informaron su situación: estaba detenido por tenencia de drogas e intento de tráfico. El músico apenas murmuró y solo atinó a pedirle a los policías que le dejaran un poco de la merca para hacerse un chute. La necesitaba para vivir, dijo. Los uniformados apenas pudieron contener la furia ante la respuesta.
Adicto a las drogas desde finales de los sesenta, Richards comenzó a sufrir los estragos del síndrome de abstinencia. “Keith trató de dejar las drogas encerrándose en un baño, pero Bill (Wyman) y Ronnie (Wood) atendieron sus ataques de pánico comprándole un poco de heroína, la suficiente para permitirle continuar el trabajo con el grupo”, detalla Borja Figuerola en su libro Los Rolling Stones.
No eran días fáciles en el campamento Stone. Por esos días, a comienzos de 1977, el grupo estaba buscando la forma de salir de su contrato con la discográfica Atlantic, a la que le debían un disco, mientras negociaban el fichaje con EMI. Por ello, el siempre diligente Mick Jagger había logrado negociar un disco doble en vivo. Pero les faltaba material para llenar una cara, por ello, había conseguido cerrar una actuación en el club El Mocambo, un local con historia en Toronto. Años después, en 20202, esa actuación se editó como disco.
“Mick decidió que el grupo se reuniría en Toronto porque Keith, que había sido multado y condenado por posesión de cocaína en enero, tenía complicaciones para entrar en EE. UU. La banda llegó a Canadá con Peter Rudge para ensayar para tres conciertos a principios de marzo en El Mocambo. Pero Keith no se presentó”, explica Figuerola.
El asunto es que Richards estaba muy enganchado a la droga. “Había pasado el invierno en la rehabilitada Redlands con Anita (Pallenberg), y con la única visita de narcotraficantes -agrega Figuerola-. Hasta la semana de retraso no se dignaron coger el avión de British Airways. En el avión, Keith se preparó un último chute de heroína y echó la cuchara quemada en la bolsa de Anita. En la aduana, Anita montó una de sus habituales escenas por la que intercedió la policía con sus perros”.
En el terminal aéreo la policía registró el equipaje de Anita. Le encontraron una piedra de hachís y la cuchara. De forma sospechosa, los dejaron ir. Tres días después, ocurrió la redada en el Hotel en el que Richards fue detenido; la tentación de agarrar por sorpresa a una estrella de rock había resultado más fuerte. Su hijo Marlon -que lo acompañaba, básicamente para cuidarlo- intentó evitar a los policías, pero estos lo engañaron y entraron a la habitación. Y allí se toparon a Richards tirado en la cama.
Pese a todo, Richards logró tocar con los Stones en El Mocambo, con presencia de Margaret Trudeau, la esposa del primer ministro Pierre Trudeau. Pero no se salvó de comparecer ante la justicia. “El 7 de marzo, Keith se presentó ante el tribunal mientras Mick mantenía una reunión formal con el grupo. Estaba muy preocupado por si Keith iba a la cárcel, y porque se sentía vigilado y se olía una nueva redada en el grupo. Decidió dejar a Keith en Canadá hasta que se resolviera el caso y que el resto de los Stones se marcharan. Al día siguiente, se impuso a Keith una fianza de 25.000 dólares y se le devolvió el pasaporte. Mick se fue de Canadá junto al resto, y dejaron a Keith con Anita en Toronto ante un futuro incierto”.
Para los Stones se hacía imperativo recuperar a Richards. “La presión de familiares, medios y amigos sobre la nueva administración de Jimmy Carter hizo que se permitiera entrar en el país a Keith y Anita en abril, para ser tratados en un centro de desintoxicación de Nueva York. Así fue como Keith ingresó en una clínica de Filadelfia e hizo una cura de seis semanas. Funcionó por un tiempo, pero pese a sus recaídas, Keith por fin adoptó la firme voluntad de rechazar la constante oferta de los camellos. Tiempo después, hablaría de la redada en Toronto como de un acontecimiento que le salvó la vida”.
Richards poco a poco se ocupó en la música, lo único que lo mantenía totalmente en pie. “Keith se mantenía enganchado a Anita, de quien sus abogados le recomendaron que tomara distancia si quería superar su drogadicción y evitar la cárcel. Se entretenía devorando música reggae, asistiendo a todos los conciertos del género en Long Island y comprando discos en el Bronx”. Así, logró capear uno de los momentos más complejos de su carrera.