Apenas abrió los ojos y gritó al nacer, Valentín Trujillo Godoy (36) recibió su primer regalo. No fue un ajuar, una cuna o ropa de guagua. Fue un piano adquirido por su célebre abuelo, Valentín Trujillo Sánchez (el “Tío Valentín”), que de alguna manera seguía la máxima que se escuchaba en su familia: cuando entra un piano a la casa entra la cultura. “Mi abuelo tiene cuatro hijos, y al primer hijo de cada uno le regaló un piano -cuenta a Culto-. Entonces casa nieto nace con un piano”.
Así, el pequeño Valentín - “Valito”, como le apodan- comenzó a acercarse a la música. El piano era un objeto más entre los juguetes con los que alternaba cuando apenas comenzaba a caminar. “El mueble es como súper amigable, entonces la aproximación fue mucho más lúdica, que algo más académico y rígido -dice-. Además siempre vi tocar a mi abuelo en las reuniones familiares, entonces el instrumento es muy natural. Nos juntamos y empezamos a tocar o a cantar. Las reuniones familiares siempre son en torno al piano”.
A los tres años, Valentín comenzó a practicar en el piano gracias al método Suzuki. “Está orientado a la familia. Mi viejo trabajaba todos los días, entonces mi mamá me llevaba y sin saber nada de música, empezó a aprender también y ella me hacía los repasos en la casa. Era muy chico, ahí empecé. Después seguí con clases particulares, estuve con hartos profes”.
Pero en los días de la adolescencia, con la consiguiente rebeldía, “Valito” se interesó en otros instrumentos. “Siempre me ha encantado el bajo eléctrico y comencé a estudiarlo. Mi primo Roberto tocaba bajo, entonces ahí había una influencia cercana. Me gustaban los bajistas como Jaco Pastorius, Marcus Miller. Además siempre tuve el piano, era como lo obvio. En el colegio estudié guitarra clásica un rato, entonces también tenía un poquito de conocimiento de eso”.
En esos días, Valentín definió su gusto musical. “Escuché harta música chilena, el Ser humano de Tiro de Gracia, el Ríndanse terrícolas de los Chancho, La medicina de Los Tetas, también Los Tres. Y bueno los artistas que le gustaban a mi abuelo como George Gershiwn, cosas así”.
Entre Fran Valenzuela y Luis Fonsi
Tras salir del colegio, Valentín estudió producción musical y luego composición en la Escuela Moderna de Música. Fue en esos días en que le surgieron sus primeros trabajos como músico de apoyo. “La primera pega que me permitió salir afuera fue con la Javiera Mena, que ya había sacado su primer disco -recuerda-. A Roberto lo habían llamado a tocar teclado. También necesitaban un bajista y me llamó a mi. Al final él no pudo y me quedé tocando teclado y bajo. Ahí éramos un trío, la Javiera, Andrés Silva y yo”.
Desde entonces, Valentín comenzó una carrera como músico de apoyo. En su CV puede lucir nombres tan distintos como Myriam Hernández, Electrodomésticos, Luis Fonsi, Chancho en Piedra, Los Tetas, Francisca Valenzuela (a quien acompañó en su reciente show en el Teatro Oriente), los Hermanos Ilabaca, entre otros.
La clave es que su primo Roberto maneja una empresa que prepara equipos para conciertos. “Un artista lo contacta, le dice ‘tengo que tocar en tal lado y necesito músicos’. Así llegó la Fran (Valenzuela); necesitaba un equipo y yo quedé a cargo”.
Una vez hecho el acuerdo, el artista en cuestión hace llegar la música a Valentín. “Depende del artista igual. Es muy difícil que te pasen partitura a no ser que sea un arreglo de cuerda específico y que la tengan por ahí. Te mandan los temas en mp3 y uno tiene que sacarlos. Yo soy súper cuidadoso con los sonidos; si un piano tiene un sonido específico, me dedico a que lo tenga. Si tengo que hacer samplers de las cosas para que sea el mismo sonido, lo hago”.
Otras veces hay que echar mano a la habilidad propia para salvar situaciones. Le pasó en la primera vez que tocó con Myriam Hernández en 2015. “Me llamaron para reemplazar al pianista Cristóbal Platz. Me tuve que aprender todo el show y hay temas que eran solo de piano y voz, pero no tuve ensayo. Era un show lleno en Colombia y tuve que tocar solo con ella un tema que nunca había tocado ajaja he vivido ese estrés”.
Algo similar vivió con Luis Fonsi. El equipo lo dirigía Roberto y “Valito” tocaba el piano. “Pero pasó que Roberto me pidió que lo reemplazara en la dirección y en el bajo ¡me tuve que aprender todo el show de nuevo, pero en bajo! justo yo estaba de gira con la Fran en EE.UU. Me tuve que comprar un bajo y estudiar en los Hoteles”.
Según Valentín, el trabajo de músico profesional es gratificante, pero complejo. “Hay que amar lo que haces, porque esto es cíclico y es súper inestable. Si no estás seguro, es complicado. Veo a los cabros más jóvenes que están preocupados de pegar el palo y eso puede ser muy frustrante. Además hay pocos locales, cumples un ciclo y tienes que empezar a repetirte. Hay músicos buenos, pero como estamos tan aislados, es difícil hacer ruido afuera. Chile para fuera como que no existe, de hecho los artistas como más grandes casi no pasan por acá”.
En el último tiempo, Valentín alterna temporadas de trabajo, entre Chile, México y Estados Unidos, aunque todavía no desea radicarse. “Me gusta mucho Chile, s un diamante en bruto que tiene que explotar en algún momento y me gustaría estar en ese proceso”.
También ha compartido trabajos junto a su legendario abuelo como en el programa Las caras de La Moneda. “Nos matamos de la risa -cuenta-. Tira tallas todo el rato, tiene una memoria impresionante. Llega un invitado de Perú y le toca algo de ese país ¿cómo lo hace? no sé, pero sabe hasta himnos de los países ¿es la persona más influyente de mi vida? por lo menos en el lado musical, sí, totalmente. Cuando voy a su casa o viene él, se sienta al piano y hay algún mini show. Además por su forma de ver la música, el profesionalismo, la forma en que trata a sus colegas, por ejemplo cuando iba a Estados Unidos después les traía regalos a sus colegas de las orquesta. Cosas así”.
Eso sí, no descarta en algún momento lanzarse como artista en solitario. “Toda la vida he estado grabando y haciendo mis cosas. Este último año me ha picado el bicho, pero si saco algo, lo haría como un personaje o algo en que no se refleje la cara, como Gorillaz o Daft Punk. Pero bueno, no sé si lo hago, quizás mañana se me acaban las ganas ajaja (ríe)”.