Columna de Rodrigo González: Napoleón, grandes éxitos de un superhombre
Se sabe que la vida del emperador francés es el anzuelo ideal de cualquier megalómano de la gran pantalla y que fue el gran proyecto nunca realizado de Stanley Kubrick. También que fue el objeto de varias cintas mediocres o derechamente malas que nunca le hicieron justicia.
La nueva película del director inglés Ridley Scott es tan desconcertante y diversa como su propia carrera. Responsable de obras maestras como Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1983), Scott ha tenido tropiezos con algunos costosos fiascos de época como 1492: La conquista del paraíso (1992) o Éxodo: Dioses y reyes (2014). Ahora regresa con Napoleón, algo así como el epítome de los delirios bélicos e históricos.
Se sabe que la vida del emperador francés es el anzuelo ideal de cualquier megalómano de la gran pantalla y que fue el gran proyecto nunca realizado de Stanley Kubrick. También que fue el objeto de varias cintas mediocres o derechamente malas que nunca le hicieron justicia.
Lo que hace acá Ridley Scott, que cumple 86 años en cinco días más, está en la medianía de la tabla, un poco hacia arriba. En sus dos horas y 38 minutos, la película recorre en forma episódica distintas viñetas en la vida de Napoleón. La sensación es que vemos sucesivos trailers o muestras de algo que no está contado totalmente. Es probable que el personaje supere a las intenciones del realizador y también a las del guionista David Scarpa y que el prometido montaje de cuatro horas que estrenará Apple TV + sea mejor que la película. Pero claro, la contradicción insalvable es que una película como ésta es, en términos formales, puro cine. Debe ser vista en pantalla grande.
Lo mejor está justamente en aquel apartado y la joya de la corona es la Batalla de Austerlitz, el decisivo combate de diciembre de 1805 en que Napoleón venció a Rusia y Austria juntos. La coreografía visual de Scott opta por pintar todo de blanco y verde antes de la batalla para luego variar a blanco, verde y rojo. Es decir, hielo y bosques para pasar a hielo, bosques y sangre enemiga.
Es conocida la destreza visual del cineasta y sus mejores películas (es decir, las primeras) siempre mostraban una unidad de imagen y narración que presagiaba a un maestro contemporáneo. Sabemos que no fue así y lo que hay es un buen ejecutor de superproducciones. En este terreno, lo que a veces puede desequilibrar es una actuación y aquí Joaquin Phoenix logra darle una benéfica sobriedad a un personaje que podría fácilmente haber sido el desborde absoluto. Por el contrario, el actor de The Joker (2019) construye a un militar pasivo-agresivo que levanta con rutina la mano para iniciar una batalla, aunque literalmente se transforma en perro faldero frente a Josefina (Vanessa Kirby, excelente), su esposa.
El guión plantea que la fría inteligencia militar de Napoleón queda reducida a bastante poca cosa cuando está con ella. La aristocrática sobreviviente de la guillotina hace lo que desea con su general, empezando por engañarlo para mayor goce de los enemigos y detractores de éste. Aquel aspecto de la historia podría haber sido mejor desarrollado, pero quedó maltrecho en medio de las múltiples escenas de guerra, que por lo demás siguen siendo lo mejor de una obra irregular. Habrá que esperar el corte del director, el último recurso de los megalómanos.
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