El insolente Roald Dahl versus la corrección de los tiempos
El mismo año en que las editoriales quisieron “blanquear” los libros infantiles del autor británico, se estrenan más películas que nunca. A los cuatro mediometrajes de Wes Anderson de Netflix se suma Wonka, que llega la próxima semana a cines. Y el 2024 trae The Twits, adaptación de un libro que en español se llamó lisa y llanamente Los Cretinos.
Los tiempos cambian y el horno no siempre está para bollos. Si hoy a nadie se le ocurriría incluir a Cortadito o Cabellos de Ángel en un número de Condorito, tampoco se enfatiza el color de piel oscuro y el origen africano de los Oompa Loompa, los trabajadores a tiempo completo de Willy Wonka. En las adaptaciones cinematográficas de 1971 y 2005 eran naranjas y ahora, en la del 2023, el jefe máximo es Hugh Grant, el actor inglés que comenzó como galán de comedia romántica y aquí se presenta como Lofty, “el más alto de los Oompa”. Además, viste trajes de diseñador y viaja en primera clase.
Si Lofty ya no recibe un sueldo en forma de granos de cacao como sus antepasados cinematográficos, el nuevo Willy Wonka es por otro lado sólo un muchacho que comienza a saborear las artes de la vida de chocolatero. No es ni de cerca el chiflado fabricante que alguna vez encarnaron Gene Wilder y Johnny Depp en las películas de Mel Stuart y Tim Burton. Por el contrario, ahora lo encarna Timothée Chalamet, que en su calidad de uno de los actores más solicitados del momento, interpreta a un imberbe aprendiz de industrial en la película Wonka.
Inspirada en la novela Charlie y la fábrica de chocolates (1964) del escritor británico Roald Dahl (1916-1990), la película del inglés Paul King (Paddington 1 y 2) suaviza con música y canciones cualquier aspereza y broma pesada de la trama original. Es lo que ya hicieron sus predecesoras, pero como este filme es además una precuela es probable que haya más licencias para escapar de las garras irreverentes de Roald Dahl (se estrena este jueves 7 de diciembre en salas).
Hasta ahora lo que hay a la vista son dos trailers y un par de clips donde vemos al fabricante de chocolates Willy Wonka, a su madre, a un cura local, a tres industriales envidiosos del talento del joven Wonka y el Oompa Loompa de Hugh Grant. El casting, por cierto, es generoso e incluye también a Olivia Colman, Sally Hawkins, Rowan Atkinson y Jim Carter, entre otros.
No deja de ser contraproducente que en el mismo año en que se estrena esta nueva versión de Charlie y la fábrica de chocolates y en que cuatro mediometrajes de Wes Anderson basados en cuentos de Dahl vieron la luz en Netflix, también se hayan querido “blanquear” sus libros infantiles. Fue en febrero cuando la editorial Puffin de Gran Bretaña anunció que lanzaría versiones revisadas de varios de sus libros, incluyendo el mencionado Charlie y la fábrica de chocolates, James y el melocotón gigante, Matilda y El súper zorro.
Después de una agitada controversia en que autores como Salman Ruhsdie y J.K. Rowling criticaron la idea de reemplazar al original Dahl por uno “expurgado” de incorrección política, la editorial perteneciente a Penguin Books y poseedora de los derechos del autor decidió que no retiraría las versiones de siempre, aunque también estarían disponibles las nuevas ediciones aligeradas. Criticado en vida por comentarios considerados antisemitas y por los estereotipos africanos o indios, Roald Dahl sigue siendo un redituable autor a pesar del tono muchas veces cruel o reduccionista de su prosa. Suele diferenciar a sus personajes por su buen o mal aspecto físico y enfatizar sus defectos como rasgos destacados.
Aquel descaro y franqueza son también las virtudes del narrador nacido en Gales, tiñendo de realidad y fiereza el mundo infantil. Es lo que hace diferente a Dahl y es además lo que lo transforma en fuente inagotable para el cine y la televisión. Uno de los ejemplos más ubicuos es Matilda, el libro de 1988 que Danny DeVito llevó al cine en 1996 y que el año pasado Netflix estrenó en su versión musical. Tal vez el personaje más reconocible de la producción es la tiránica señorita Trunchbull (Emma Thompson), la inmisericorde, poco agraciada y amargada profesora jefa del colegio.
Aquel personaje se basó en un auténtico recuerdo infantil de Dahl, aunque no se trataba de una maestra, sino que de la dueña de la tienda de golosinas del pueblo. También de la infancia provienen algunas de las escenas de bullying más brutales del cuento El cisne, adaptado por Wes Anderson junto La maravillosa historia de Henry Sugar, El desratizador y Veneno para Netflix.
Del mismo Anderson, aunque tal vez en una clave más “amable” y mediada por la adaptación en stopmotion es El fantástico señor zorro, la película basada en la novela El súper zorro que hoy está tanto Star Plus como en HBO Max. La misma técnica animada utilizó Henry Selick para realizar James y el melocotón gigante (1996), que se puede ver en Disney Plus. La anterior versión de Charlie y la fábrica de chocolates, la de Tim Burton, está sólo en HBO Max.
Pero el futuro del impío y blasfemo Dahl en la pantalla grande parece estar por el momento en el gigante del streaming Netflix, que en el 2021 compró los derechos de las adaptaciones del autor por 686 millones de dólares. Así es como para el próximo año está planeado el estreno de la cinta animada The twits, basada en un libro que traducido al español llegó como Los cretinos.
La historia carece de cualquier filtro y probablemente Disney no podría (ni querría) haberla hecho. Se trata de un matrimonio formado por el señor y la señora Cretino, ambos muy horripilantes, sucios y vengativos. Tienen demasiado vello en el cuerpo, no se bañan, viven en condiciones poco asépticas y gastan bromas pesadas al prójimo. Tienen de mascotas a unos monos de África, pero en realidad no los quieren. Son sus esclavos. En tiempos de corrección y moderación, la excepción hace la regla.
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