Fue en la soledad de una habitación cerca de Plaza Italia en que se comenzó a escribir el debut de Ases Falsos. Un nuevo grupo nacido en 2011 desde las entrañas de Fother Muckers, banda en que compartían Cristóbal Briceño, Simón Sánchez y Martín del Real, quienes publicaron material entre 2007 y 2011. Rebautizados (tomando el título de una canción de Fother Muckers), estaban en una búsqueda artística y musical que decantó en su primer álbum, Juventud Americana (2012). El mismo que repasarán en una gira nacional que arranca este sábado 2 de diciembre en el Teatro Caupolicán y culmina en enero en el Teatro Municipal de La Serena. Serán los últimos antes del aunciado receso indefinido.
Ese primer disco llegó en medio de una transformación. “Ya no sabíamos muy bien para dónde ir como Fother Muckers. Anhelábamos algo más, no sé qué, pero otra cosa, otro sonido y otro público”, recuerda Briceño a Culto. La idea era marcar un quiebre con su propia historia. Y lo primero era tener nuevo material. “Salto Alto fue la primera, creo -apunta Briceño-. Es una canción con varias modulaciones tonales, algunos cortes rítmicos inusuales, bastante interesante musicalmente, en un esfuerzo por despegarnos de Fother Muckers. Escribí un montón de esos temas acostado en la pieza de una linda casa que compartíamos siete amigos en un pasaje cercano a Plaza Italia. Fuerza Especial fue de las primeras también, La gran curva, Séptimo cielo, todas esas las hice echado en la cama”.
Ases Falsos debutaron en La Batuta un viernes de abril de 2011. Pero no fue fácil. La decisión de iniciar un nuevo proyecto, con nombre y repertorio distinto fue compleja de asimilar. “La gente nos decía ‘¿por qué lo hicieron?, si están en su mejor momento’. En las primeras tocatas de Ases Falsos, el público decayó considerablemente. Perdimos mucha audiencia, porque la gente no entendía”, recuerda el bajista Simón Sánchez.
Pero el grupo tenía confianza en lo que hacía. “Obviamente, si tú te cambias el nombre es algo lento. La gente no te reconoce al principio, no sabe quién eres, te dice que qué raro lo que hiciste, que quizás es como negativo, vas a perder más que ganar. Entonces al final el tema fue mantenerse firme durante todo ese tiempo y creer en el proyecto”, dice el guitarrista Martín del Real, quien además grabó baterías en el disco.
Tras reunir material y sumar rodaje en directo, Ases Falsos decidieron grabar su disco debut. No fue fácil, debieron alternar entre distintos estudios y varios productores; con Angelo Pierattini en Santiago; Carlos Salinas en la zona de Quinquehua, Chillán; y la mayor parte con Alejandro Soto (ex sonidista de Los Prisioneros en 1985) en el Estudio Los Riscos, emplazado en el camino a Ensenada, cerca de Puerto Varas. “Ese estudio estaba en una casa grande a la orilla del lago -recuerda Simón Sánchez-. Estaba en el ático de la casa y tuvimos que convivir ahí con él, con su señora y con su suegra, como dos semanas. Entonces fue un poquito caótica la convivencia durante la grabación de ese disco, pero funcionó”.
Según Briceño, fue un proceso tormentoso. “Por supuesto que era mejor hacerlo todo en un solo lugar, pero tuvimos que ajustarnos a nuestro presupuesto. Queríamos pintar la capilla sixtina y teníamos un lápiz y una caja de témperas”.
Pese a las dificultades, el grupo logró dar un salto de calidad. Gracias al bagaje de sus años como Fother Muckers, trabajaron sus canciones de forma más profesional, lo que decididamente influyó en el resultado final. “Incorporamos metrónomo, que hasta ese entonces no lo usábamos mucho, por lo que hizo que nuestra música fuera tal vez más pop -dice Del Real-. Fue como más engrillado y en ese sentido las canciones quedaron súper bien”.
Opinión que comparte Simón Sánchez. “Yo creo que nos pilló con la experiencia justa como para dar un salto ahí más al profesionalismo. No nos achicamos, o sea, teníamos ya una historia y una experiencia que yo creo que se pudo aprovechar, que el estudio le supo sacar brillo, por así decirlo”.
Entre todo el material estaba Venir es fácil, inspirada en la experiencia en Chile del futbolista congoleño Occupé Bayenga. “Esa pasó de ser un tema acústico, casi fogatero, a un experimento sintético que aún no sé si salió mal o bien”, recuerda Briceño. También Del Real aportó lo suyo con Pacífico, una canción sobre una desgraciada historia de amantes ahogados en el mar. “Esa partió de una maqueta mía. Le mostré esa música a los chiquillos. Cristóbal hizo una letra y ya para la noche me dice ‘tenemos un Frankenstein’. Fue un antes y un después porque se salía de lo que hacíamos”.
Según los músicos, Pacífico es una de las que más les suelen pedir en sus shows hasta hoy. Recuerdan una anécdota. “Estábamos tocando en México -cuenta Simón-. Y el Cristóbal se puso a hablar, a hablar, a hablar y de repente un mexicano se hartó y gritó: ¡pues ya toquen Pacífico y ya!”.
Mientras, Briceño trazó la idea tras el título Juventud Americana. “Cuando hicimos el disco yo ya tenía 26 años, sabía que quemaba mis últimos cartuchos de juventud y me pareció un buen momento para ponerla en perspectiva. En realidad me sentía al final de mi larga adolescencia y quise expresarlo a gran escala, a escala continental. Como todo el disco, muy amplificado, multicolor, de una grandilocuencia autoconsciente. Habíamos hecho la movida esa de empezar de cero, con nuevo nombre y nuevo sonido, y queríamos entrar abriendo la puerta de una patada”.
Además, él mismo ideó la llamativa portada con la foto intervenida del ídolo mexicano Juan Gabriel. “Estaba en Copequén, el pueblo de donde es mi familia, con algo de fiebre y el computador arriba de la guata. Me puse a jugar con una foto de Juan Gabriel en Photoshop. Me pareció que graficaba muy bien el concepto de Juventud Americana. Para evitar complicaciones por copyright le agregué los destellos a los ojos y dije, aquí hay algo atractivo que los va a hacer preguntar ‘¿Por qué Juan Gabriel?’. Así que por un lado era un anzuelo mediático, pero también disfruto mucho cuando el otro no sabe si vas en serio o no”.
Para los músicos la portada les permitía llamar la atención. “La idea era causar algo -dice Del Real-. Yo creo que tiene eso. La ves entre todas las portadas y te puedes quedar pegado. Piensas, ah, es Juan Gabriel, pero no. Es algo más retorcido y creo que está bien para usar un impacto de entretención en ese sentido. También se trataba de no renegar a estos clásicos AM que tenían una fama media extraña en otras generaciones”.
Una vez que fue publicado, Juventud Americana comenzó a ganar atención gracias a temas como Salto alto y Pacífico. Algunos tuvieron una modesta rotación radial, pero poco a poco, comenzaron a publicarse reseñas en portales extranjeros. Ahí el grupo notó que el álbum estaba logrando un reconocimiento. “Cuando empezó a ser reseñado y celebrado en otros países se había cumplido mi deseo, expresado en el mismo título, de enlazarnos con el continente”, dice Briceño.
El lanzamiento del álbum fue otro momento clave. Hasta ese momento, el grupo estaba acostumbrado a presentarse en lugares pequeños y espacios como Sala Master, Cine Arte Alameda, Bar Loreto, entre otros. Pero en ese momento apostaron por presentarlo en el Centro de Eventos Bellavista, la ex Oz. Para su sorpresa lograron una alta convocatoria. “Me acuerdo de haber estado impresionado de la cantidad de gente que fue esa noche -apunta Simón Sánchez-. O sea, no pensábamos que se iba a repletar, que se iban a vender casi todas las entradas. Y esa sorpresa fue un espaldarazo al trabajo que estábamos haciendo y un buen puntapié para iniciar nuestro camino como Ases Falsos”.
Para Martín del Real, la clave del reconocimiento del álbum es que consiguió dialogar con su tiempo. “Yo creo que una generación se vio reflejada con las letras, con la música, con el momento que estaba pasando Chile y Latinoamérica. Me acuerdo que en 2011 fuimos con el sello a sacarnos una foto afuera. De repente vimos humo y era una micro que la estaban quemando. Algo estaba pasando y yo creo que la banda supo recoger algo del espíritu de los tiempos y plasmarlo en algo concreto o físico”.
El receso: “Darle una pausa indefinida no es nada malo”
Tras ese debut, Ases Falsos editaron otros cinco discos en 12 años. Una historia que llega a su fin con el receso indefinido anunciado en noviembre. La gira y la presentación en el Caupolicán llegan con la “edición desmesurada” de Juventud Americana, que incluye seis temas descartados del corte original. En los shows también mostrarán la película Bremen, el último trabajo en conjunto del grupo. Briceño aquilata esa experiencia que les requirió actuar. “Increíblemente absorbente, de verdad es crear un mundo. Con todo lo que eso significa: luz, sombra, forma, sonido y criaturas”.
Sobre el receso, fue una decisión conversada por el grupo desde hace un tiempo. “Más que nada tiene relación con los años de trabajo que llevamos encima -apunta Del Real-. También un poco para cuidar al grupo. Darle una pausa indefinida no es nada malo si lo piensas de esa forma. En general, los grupos duran poquito y nosotros hemos durado harto. Yo creo que falta un refresco en general. Además no todos vivimos en Santiago, estamos criando hijos también. Entonces hay que estar con la cabeza en distintas cosas y no viene mal, creo yo, acordarse de uno mismo e intentar otros proyectos”.
Briceño también apunta al desgaste. “Hablo por mí: estoy cansado. Y creo que a la banda le vendrá bien un tiempo de barbecho”. Por su lado, Simón Sánchez desarrolla esa idea. “Tenemos un amplio catálogo, podemos tocar 50 canciones si queremos, estar tres horas en un escenario. Entonces, yo creo que hay algo de miedo a que se vuelva una costumbre. Podemos tocar Pacífico tres horas, pero ya empieza a perder sentido. Ahí ya se va perdiendo un poco el espíritu, el riesgo, que era lo que nos identificaba al principio. Yo creo que es bueno darle una pausa para valorar el trabajo hecho. El tiempo dirá si lo seguimos haciendo o si tenemos más que decir como grupo, sino vamos a convertirnos en no sé, Congreso o Los Jaivas”.