La reprimenda de Pablo Neruda sonó rotunda entre las caracolas, libros y cachivaches de su casa en Isla Negra. El vate montó en cólera por un comentario que le escuchó a Patricio Manns. Este había regresado de México, donde pudo conocer a escritores locales que se definían “anti Carlos Fuentes”, acaso uno de los nombres fuertes del boom latinoamericano. Y al reunirse con Neruda, este estaba leyendo, precisamente, un libro de Fuentes. Observador, Manns le comentó: “Los novelistas jóvenes de México consideran a Carlos Fuentes como un playboy de la literatura”.
Fueron esas las palabras que estallaron el temperamento del siempre visceral Neruda. “Me recriminó violentamente, defendió a Fuentes con tremebunda pugnacidad, me administró sucesivas y severas lecciones sobre la cuestión de la pertinencia moral de ciertos juicios, me recomendó vigilar no solo mi pluma, sino que también mi lengua, pensar las cosas dos veces, contar hasta diez antes de abrir la boca y evitar así convertirme en lo que llamó ‘un garrafal deslenguado’”, recuerda el mismo Manns. De nada sirvió al cantautor repetirle al poeta, una y otra vez, que solo le había replicado un comentario escuchado en México; Neruda lo reprendió todo el día, ante la risa discreta de Matilde Urrutia.
Esa historia es una de las tantas disponibles en las recién publicadas memorias de Patricio Manns. Se trata de una publicación póstuma del autor y escritor, emblema de la generación de la Nueva Canción Chilena, fallecido el 21 de septiembre de 2021. Tituladas Doy por soñado todo lo vivido: memorias sin censura (a partir de un verso del poeta chileno Juan Guzmán Cruchaga), reúnen los escritos que el autor trabajó en sus últimos años de vida y en que se refiere a variados episodios de su acontecida existencia; de la infancia y juventud en el sur, sus primeros empleos entre las minas del carbón y un barco, hasta los días en que ejerció el periodismo y su camino posterior como cantautor y escritor en los años posteriores.
En principio, Manns comenzó escribiendo breves relatos sin orden cronológico, a medida que los recuerdos le afloraban. Todo cambió a la muerte de su última compañera, Alejandra Lastra, en septiembre de 2020. Sintiendo la fragilidad de la vida y ya muy enfermo a causa de la diabetes, el cantautor se volcó a escribir a diario en su departamento de Concón. Fue en ese momento en que entró en escena Liselotte, una de sus hijas. Apenas se conocían, pero la delicada situación les dio una chance para acercarse y darle un impulso a la que terminó siendo su obra final.
Hija de Amatista Sanhueza, la mujer lotina de Manns, Liselotte tenía su vida en Concepción, donde trabajaba como inspectora educacional en un colegio. A su padre lo veía de cuando en cuando, pues solo alcanzó a vivir con él hasta los tres años, cuando se separó de su madre. “Nunca habíamos tenido una relación tan cercana. Yo venía todos los años a verlo, tomábamos once cada vez que viajaba a la quinta región de vacaciones y lo llamaba por teléfono. Pero nuestra relación no era coloquial, era una relación de respeto nada más”, cuenta a Culto.
Cuando Manns enfermó, en plena pandemia, Liselotte quiso darle una mano. “Le ofrecí que nos fuéramos a Concepción y él me dijo: ‘No, yo me quedo en mi casa, de aquí no me saca nadie’. Entonces le dije: ‘pucha, papi, ¿qué hago? ¿me voy allá o me quedo?’. Me dijo anda y vuelve. Pero le dije que no podía hacer eso si estábamos en pandemia. ‘Entonces quédate’, me dijo. Y así se gestó todo”.
En principio, Liselotte proyectaba quedarse solo una semana. Al llegar a la casa de Manns en Concón, se encontró con que él estaba trabajando en las memorias. Pero la tragedia se desató rápido, cuando el cantautor y su esposa debieron ser internados en la Clínica Reñaca por sendas complicaciones de salud. Alejandra no soportó y falleció consumida por un agresivo cáncer.
“Yo llegué acá el 1 de septiembre y él ya estaba escribiendo estas memorias -recuerda Liselotte-. Pero lamentablemente su mujer murió nueve días después de mi llegada. Ahí ya se hizo un poco más difícil la situación de mi padre para poder escribir, porque comenzó a hacerlo en base al dolor de la pérdida de su compañera de vida”.
Así, Liselotte se quedó de manera definitiva con su padre. Tras la muerte de Alejandra y la posterior alta de la Clínica, se encargó de organizar el día a día para permitirle a Manns concentrar sus menguadas energías solo en escribir en un computador que tenía consigo. “En la mañana había que bañarlo, darle su desayuno, sus medicamentos, y después él se sentaba a escribir un par de horas hasta la hora del almuerzo, más o menos. Almorzaba, luego dormía la siesta y volvía de nuevo a escribir sus memorias. De repente leía el diario o tomaba un libro, buscaba información porque era un hombre muy prolijo en la escritura. Cuando él no se acordaba de algo, le daba rabia y empezaba a buscar fechas, nombres, sucesos y me decía ‘mijita, tiene que ser todo preciso, yo no puedo poner nada que no cuadre’”.
Para animarlo, Liselotte también solía ponerle música. “Le encantaba el bolero, Los Tres Caballeros eran sus favoritos”, cuenta. También descubrió las posibilidades de la plataforma YouTube. “Él no era de usar el celular. Entonces lo dejaba toda la tarde viendo sus actuaciones en YouTube, hasta las de Karaxú, su grupo en Francia. Eso para él era lo máximo. Le venían todos los recuerdos y lo disfrutaba mucho”.
Además del texto de las memorias, Manns se preocupó de avanzar en todos los detalles de la publicación que pudiera. Él eligió la foto que ilustra la portada, y seleccionó algunas otras para agregar como documento. En los anexos figura un listado con toda su obra literaria y musical, además de comentarios de sus libros y una sección de antecedentes biográficos de las personas mencionadas. También definió el título. “Él siempre lo iba cambiando -acota Liselotte-. Pero al final me dijo éste es el título”.
Incluso alcanzó a colar en narración parte de lo vivido en los últimos meses desde la muerte de Alejandra. Ahí revela que en esos días aciagos recibió la llamada de un amigo, el cubano Silvio Rodríguez. “Me llama por teléfono y me dice: ‘Manns, todos los gastos me los envías a La Habana, todos’ (...) y él llamó a un cantante argentino, y este me llama y me dice: ‘Silvio va a pagar solo la mitad, la otra mitad es mía’”.
Manns enfermó en agosto de 2021. Empeoró y debió ser hospitalizado el día 24 de ese mes. Y aunque tuvo alguna mejoría, su estado era muy delicado. Según Liselotte, toda la situación fue sorpresiva. “Él estaba fantástico, estaba muy bien, muy lúcido. Hasta bajó 35 kilos viviendo conmigo, porque yo le ordené su alimentación. Su enfermedad fue repentina, le dio una infección urinaria. Trataron de buscar el antibiótico adecuado para matar al bicho, pero su cuerpo ya estaba cansado”.
Y pese a todo, el cantautor quiso seguir trabajando en sus memorias. Liselotte se internó junto a su padre para acompañarlo. “En el hospital él seguía escribiendo a mano cosas que se fueron transcribiendo posteriormente. Me iba dando ideas, pero él estuvo lúcido hasta el último día de su vida. Incluso ese último día estaba recitando una poesía, me dijo: ‘mijita, te voy a recitar (el poema) Fidel, Fidel, de Neruda”. (NdR: en rigor se llama A Fidel).
La muerte de Manns dejó las memorias inconclusas. Llegado ese caso, el cantautor le había señalado a Liselotte lo que tenía que hacer. “Me dejo a mí la difícil misión, porque no es fácil haber terminado después de dos años y medio de su partida, de terminar estas memorias”. En ese momento se acercó Arturo Infante, el director de la editorial Catalonia, casa que ha publicado obras de compañeros de generación como Ángel Parra y Eduardo Carrasco. “Él me propuso que podríamos terminar las memorias con todo el material que salió anterior a su fallecimiento, en los últimos meses. Por ejemplo, entrevistas que dio en los diarios, en la televisión o en algún evento que se hizo donde él habló. Fuimos sacando toda la información que faltaba para poder culminarla, me dejó indicadas algunas fotos las últimas ya las elegí yo, porque yo sabía lo que él quería”.
Bandidos, chacales y familiares
Así se articularon las memorias. Consisten en una colección de variados relatos, ordenados de manera cronológica. Entre sus variadas aventuras, se explaya en detalle sobre varios episodios, algunos más conocidos que otros. Por ejemplo, cuando en sus años de periodista cubrió el fusilamiento del “Chacal de Nahueltoro”, Jorge del Carmen Valenzuela Torres, para Radio Balmaceda. Incluso pudo entrevistar al condenado, quien le remarcó que había cambiado mucho tras aprender a leer y escribir en la prisión. Como regalo, le pidió a Manns una una botella de vino.
También relata sus días como corresponsal en terreno cubriendo la campaña presidencial de Salvador Allende en 1964. “Todas las noches hablábamos Allende y yo, y otros periodistas que andábamos con él. Nos encantaba hacer una fogata, al aire libre, sí, entre los grillitos. Nos sentábamos a beber vinito tinto y a hablar de todo un poco. Allende era un gran conversador”.
Por supuesto, repasa los días de la Nueva Canción Chilena. Cuenta en extenso la historia real que inspiró el hit Arriba en la cordillera. Fue un relato que adaptó a partir de una historia que le escuchó a unos cuatreros en las alturas de la cordillera de Nahuelbuta. Algo así como un western de Los Andes. Manns vivió seis meses con ellos, debido a que se ocultaba de la justicia. En un arrebato de juventud, junto a un primo habían intentado quemar el aserradero de un tío. Eso les costó una demanda. Tras un tiempo, viajó a Santiago, y se incorporó al grupo fundador de la Peña de los Parra. Ahí lo vio Camilo Fernández y le ofreció la chance de grabar, aunque tenía que llevar una canción nueva. El resto es historia. “Esa canción la hice en abril de 1965. Hasta eso me acuerdo. Y me ha alimentado toda la vida: he comido y bebido de esa canción. La sigo cantando en el tono en que la escribí, a pesar del paso del tiempo”.
Asimismo, el cantautor se explaya sobre su círculo más cercano. Cuenta la historia de su hermano menor, Gonzalo, quien fue salvado de morir en los fusilamientos sumarios de la llamada “caravana de la muerte”, en los días de la dictadura militar, debido a la intervención de un oficial que lo sacó de una fila en que los condenados marchaban al paredón. “El oficial le dijo a Gonzalo que había sido compañero mío en el liceo, pero hasta hoy ignoro su nombre, aunque jamás olvidaré su gesto”. Pero Gonzalo tuvo un final trágico. Se suicidó. Una noticia que sorprendió a Manns en una fiesta y lo remeció. “Nunca me di cuenta de que tenía problemas tan profundos”.
También escribe sobre los años de la UP, el golpe de estado y el exilio; el grupo Karaxú, las colaboraciones con Inti Illimani y hasta su trabajo de vocería con el FPMR. Asegura por ejemplo, que el fallido atentado a Pinochet de 1986 se organizó en su casa en Trez-Vella y que él mismo sugirió algunas ideas. Incluso hay apuntes que llegan a tiempo presente, sobre el estallido social y hasta palabras para el presidente Gabriel Boric. “Es un gran tipo, pese a que ahora hay un ataque cruzado contra él; por todos lados he leído que lo atacan. Cada palabra que diga”.
Hacia el final, el autor incluyó reflexiones. Una muy interesante es sobre cómo se veía a sí mismo como artista. Sorprendentemente, no se consideraba folklorista, pese a estar muy cerca del género y colaborar con algunos de sus exponentes más reputados en el siglo XX. “En música yo soy, para ajustarme un poco con lo que soy, soy baladista más que nada. El 90% de mis canciones son baladas, incluida Arriba en la cordillera”.
Las memorias de Patricio Manns, Doy por soñado todo lo vivido, se presentarán en el Museo de la Memoria el próximo viernes 15 de diciembre, a las 19:00 horas, con presencia de la banda que acompañaba al cantautor. “La banda es su legado, así que tienen que estar presente sí o sí -dice Liselotte-. Se están preparando, están ensayando y van a estar todos, los cinco muchachos que lo acompañaron durante diez años”.