Hace un año se estrenó en Chile la película Tár (2022), de Todd Field. Fue uno de los grandes largometrajes del 2022, pero era demasiado singular y “de nicho” como para recibir alguno de los seis Oscar a los que postuló, entre ellos el de Mejor actriz para Cate Blanchett. Es más, su sola nominación a los premios pareció una cuestión excepcional, como si los votantes de la Academia de Hollywood se hubieran transformado inesperadamente en exquisitos curadores de cine arte.
En una de las escenas definitivas de Tár, la protagonista observa unas viejas cintas de video con uno de los programas televisivos del director de orquesta, compositor y difusor musical Leonard Bernstein (1918-1990). Son de los años 60 y fueron la llama que encendió la vocación de Lydia Tár para ser una gran conductora por derecho propio. La secuencia sirve para ejemplificar el nivel de influencia que un personaje como Bernstein tenía en su tiempo y que seguramente aún puede ejercer entre los jóvenes artistas de la música clásica.
Carismático y talentoso a la vez, Bernstein reunió aquellas características que distinguen al genio de los “solamente” brillantes. Tenía condiciones y tenía personalidad. A riesgo de hacer comparaciones algo reduccionistas, hay que decir que este hijo de inmigrantes judío-rusos nacido en Massachusetts rompió los moldes en su área como lo hicieron Muhammad Ali en el box, Maradona o Pelé en el fútbol, Bobby Fischer en el ajedrez, Marlon Brando en la actuación o Los Beatles en la música. Eran lo que eran, pero también eran algo más.
Así las cosas, la película Maestro, dirigida y protagonizada por Bradley Cooper, se propone contarnos la historia pública y sobre todo íntima de un personaje de tamañas características. ¿Qué diablos pasa con la familia de un imán intelectual? ¿Qué deben tolerar y aceptar los que lo rodean y conviven diariamente con él bajo el mismo techo?
Estrenada en Netflix, Maestro va mostrando el ascenso a la fama de Bernstein (Cooper) y el descenso al anonimato de su adorable esposa actriz Felicia Montealegre (Carey Mulligan). Esa es la tragedia de su historia, aunque a primera vista no lo parezca. Es el camino inverso a Nace una estrella (2018), la anterior cinta de Cooper sobre un músico famoso que se hunde en la autodestrucción mientras su pareja pasa de mesera de bar a estrella global.
Como acontecía en aquel filme, acá también el lazo emotivo es más fuerte que los avatares del destino. No se explica demasiado porque Felicia sigue al pie del cañón en la familia si los affaires extramaritales gays de su esposo son conocidos por todos en el círculo cercano. Es como un pacto de aceptación de parte de ella que parece propio de una suerte de mártir y santa de los genios y aunque esto pueda parecer anacrónico, la película funciona.
Tal vez la razón está en la gran interpretación de Carey Mulligan y en el loable esfuerzo de Cooper por parecer un auténtico, cariñoso e imperfecto padre de familia. Maestro es a fin de cuentas una bastante buena película que también exhibe a un director-actor-guionista con aciertos estéticos en la cuidada puesta en escena de época y un genuino interés en escarbar en las relaciones malditas.