La vida íntima de una estrella, de por sí, ya ofrece mucho material para construir una historia. Pero quienes estuvieron cerca tienen mucho que decir. Esa es la premisa de Priscilla, la película de Sofía Coppola disponible desde esta jornada en las salas chilenas, que revisa el mito en torno a Elvis Presley, desde el punto de vista de su mujer, Priscilla.
Protagonizada por Cailee Spaeny (Vice) y Jacob Elordi (Euphoria), en los roles de Priscilla y Elvis respectivamente, narra la historia de la relación, desde el momento en que se conocen, cuando él cumplía su servicio militar en Alemania Federal, hasta los días de excesos en Graceland y Las Vegas. La fuente principal para los hechos es el libro de memorias de Priscilla, Elvis y yo (1985), pero de todas formas, Coppola adecúa la narración a su propuesta autoral.
“Lo atrevido que hace Coppola, dado que estamos acostumbrados a ver películas biográficas sofisticadas que tejen las vidas que nos muestran en arcos dramáticos, es presentar el ascenso y la caída de la relación de Priscilla y Elvis como un diario, uno que simplemente fluye hacia adelante”, dice la reseña del portal especializado Varitey, escrita por Owen Gleiberman.
Al estilo de Coppola, la trama abarca el paso de niña a mujer de la protagonista. Ella conoce a Elvis en una fiesta, cuando tenía 14 años y él 24, una diferencia de edad tratada con sutileza. Y aunque el Rey era una estrella en ascenso, con el poder de su voz y su movimiento de caderas, en la película se lo retrata en duelo por la reciente muerte de su madre, adicto a las pastillas y a las mujeres, controlador y manipulador en su relación con Priscilla, aunque también cariñoso.
De alguna manera, la película retrata a una heroína adolescente en una relación basada en el control. “Coppola sugiere que siempre fue tratada como una extraña y que Elvis era un niño demasiado grande que a menudo prefería bromear con sus amigos que pasar tiempo con ella. Cuando ella comienza a mostrar más coraje y a decirle que necesita sentirse deseada, él parece demasiado sorprendido por una mujer que habla por sí misma de esa manera como para tomarla en serio. En cambio, infantiliza a su ‘pequeña’ y le dice: ‘Sé una buena niña”’, dice la reseña de David Rooney para The Hollywood Reporter.
La protagonista debe seguir su propio camino entre el dolor, las infidelidades y la indiferencia sexual de su marido. “La Priscilla Presley retratada aquí con conmovedora transparencia emocional por Cailee Spaeny es una mujer dueña de sí misma, siempre atenta a sus necesidades, que sale de la embriaguez para iniciar un largo, doloroso pero finalmente decisivo proceso de reevaluación”, dice Rooney.
Coppola propone algo que va más allá de una biografía convencional. Es más un filme impresionista, que una articulación de hechos duros. “La película no es un relato de su vida, sino una creación de lo que se siente al estar con él, de ahí que Coppola prescinda de la mayoría de las indicaciones sobre la vida de Elvis. No hay explicación de su servicio militar en Alemania, poca idea de dónde se encuentra en su carrera o su música, no hay aparición del coronel Tom Parker, su manager controlador interpretado torpemente por Tom Hanks en Elvis de Baz Luhrmann. Coppola transmite con éxito cómo Priscilla veía a Elvis: aislado, un voluble dispensador de elogios, o amenazador, un cuidador infantilizado, un gigante en miniatura”, apunta la reseña de 4 estrellas sobre 5 posibles de Adrian Horton para The Guardian.
La misma crítica ilustra ese punto con referencias a dos de las cintas biográficas del chileno Pablo Larraín, Spencer y Jackie. “Idealmente, este tipo de películas pueden transmitir ciertas sensaciones que la pura recreación nunca podría transmitir: el aislamiento dolorosamente triste y alucinante de la princesa Diana en Spencer, o la conmoción de Jackie Kennedy cuando lava la sangre de su marido en la ducha”.
Eso sí, la misma reseña apunta a la falta de sustancia para comprender las motivaciones de Priscilla. “Es una pena, entonces, que entendamos tan poco de ella. Poco después de la llegada de Priscilla a Graceland, la película se convierte en una serie de viñetas y montajes que anteponen la recreación de imágenes icónicas y la búsqueda de la estética a cualquier sentido del desarrollo interior del personaje en una mujer”.
Los críticos trazan además algunos paralelos entre esta película y el trabajo anterior de Sofia Coppola. “El título más cercano en la filmografía de Coppola a Priscilla podría parecer ser su anterior incursión en el drama biográfico, María Antonieta -apunta Rooney- Pero aunque hay algunos pequeños elementos en común: una elección musical audazmente anacrónica aquí y allá; una fascinación por los adornos decorativos de la feminidad: la nueva película se parece más al primer largometraje de la directora de 1999, Las vírgenes suicidas”.
En Variety también tomaron nota del paralelo entre María Antonieta y Priscilla, en el sentido que ambas retratan a una reina carcomida por la infelicidad palaciega. Pero hay una diferencia clave. “Esta vez, sin embargo, Coppola va en la dirección opuesta, trabajando con una autenticidad de docudrama casualmente meticulosa. En los 17 años transcurridos desde María Antonieta, ha crecido como cineasta: su narración ahora tiene un detalle orgánico y una precisión emocional que te atrapan”.
Mientras, el Elvis de Elordi ha generado buenos comentarios entre la crítica. Nada menor, al tener la sombra inmediata de la soberbia interpretación de Austin Butler en la biopic de Baz Luhrmann. “Su lenguaje corporal grosero es perfecto, y lo que hace con la voz de Elvis lo acerca más a ser la viva imagen de lo que (en mi opinión) lo era Austin Butler. La voz de Elvis al hablar era una verdadera paradoja. Era un rock ‘n’ roll que cantaba como una casa en llamas, pero cuando hablaba lo hacía en los tonos más tranquilos y aterciopelados, increíblemente sereno y educado: la voz de un buen chico con un toque interior de tristeza. Usó esa quietud para atraer el mundo hacia él. Y Elordi logra eso”, dice Variety.
En una dirección similar se pronuncia The Hollywood Reporter. “Poco más de un año después de que Austin Butler pusiera un sello memorable en el papel de Elvis de Baz Luhrmann, Elordi encuentra su propio camino en el personaje, derramando un encanto seductor y un magnetismo innegable en los ojos tristes y los patrones de habla somnolientos. Pero nunca rehuye los rasgos más desagradables: los ataques de resentimiento, la petulancia, las evasivas y la deshonestidad”.