La tranquilidad otoñal del domingo 17 de mayo de 1931 se quebró por un estruendo. Un choque de automóviles ocurrido entre las calles Benavente (la actual Almirante Latorre) y Gorbea, en pleno centro de Santiago, generó una conmoción en el lugar. Llegaron ambulancias, había dos cuerpos tirados en la acera y pronto se acercaron los curiosos de turno. Uno de los autos recibió la peor parte; sus cuatro ocupantes resultaron heridos de gravedad, uno de ellos, un expresidente de Chile, Emiliano Figueroa Larraín quien fallecería horas más tarde.
El accidente que costó la vida a Figueroa Larraín generó conmoción. Hasta entonces, los presidentes de Chile habían fallecido por causas naturales o enfermedades fulminantes propias de la época. Pero un accidente a esta escala era poco habitual. Hasta hoy, solo es comparable al trágico deceso del expresidente Sebastián Piñera.
La prensa de la época informó que todo ocurrió pasadas las 16.00 horas de ese domingo. Un automóvil Packard con placa patente 88693, de propiedad del doctor Manuel Torres Boonen (quien era segundo jefe del servicio sanitario del Ejército, además de secretario general del Cuerpo de bomberos), circulaba por el centro para tomar la vía hacia la Hacienda Aculeo, donde les esperaba una velada dominical. El mismo doctor Torres Boonen estaba al volante y en el asiento del copiloto iba su chofer, Francisco Pacheco. Mientras, en los asientos traseros, iban el abogado Héctor Fuentes Pumarino, y el expresidente Emiliano Figueroa, quien en esos momentos ejercía la presidencia del Banco Central. El grupo solía reunirse para compartir veladas en el Club de la Unión o a jugar rocambor en la casa de Figueroa.
Según La Nación, ese día, el doctor Torres Boonen había pasado a buscar a Figueroa y a Fuentes Pumarino al Club de la Unión, donde habían almorzado. La idea era ir al fundo de la familia Letelier Espinoza, en Aculeo, donde se celebraba el cumpleaños de la señora Edelmira Espínola de Letelier, quien cumplía noventa años. Un acontecimiento digno de las páginas sociales de la época, pues sus familias estaban ligadas por una antigua amistad.
El mismo medio destacó que Figueroa asistió solo por compromiso. “Anoche tuvimos ocasión de conversar con el doctor señor Lorca, íntimo amigo de don Emiliano Figueroa Larrain, quién nos habló de que don Emiliano no tenía muchos deseos de ir al fundo de Acúleo y que él personalmente le había insistido para que se quedara en Santiago”. Pero Figueroa ya se había comprometido con Torres Boonen, aunque le aseguró que su idea era ir, saludar y regresar temprano para jugarse una partida de rocambor, panorama habitual que seguía después de asistir a las carreras en el Club Hípico.
Un accidente trágico
En su edición publicada esa misma tarde, La Nación reveló los detalles del accidente. “Al llegar a la esquina de Gorbea el automóvil fue chocado violentamente por otro que venía por dicha calle hacia el oriente, también a gran velocidad. Iba manejado por el chófer del servicio público Salvador Donoso Valdivia y llevaba como pasajero al señor Oscar Hidalgo León”.
Ante el impacto, el automóvil que manejaba el doctor Torres Boonen “fue lanzado varios metros de distancia hacia la acera sur de la calle Gorbea, donde dio varias vueltas hasta quedar completamente destrozado”, informó La Nación.
El mismo medio detalla que apenas ocurrido el impacto, los vecinos y algunos efectivos de carabineros que patrullaban en las cercanías se acercaron al lugar. En el automóvil Packard el doctor Torres Boonen yacía muerto, mientras los otros ocupantes estaban gravemente heridos. Como pudieron, las mismas personas los sacaron de entre los fierros. En tanto, el otro automóvil involucrado, un Chevrolet, quedó incrustado en una bodega a consecuencia del impacto y sus dos ocupantes resultaron fallecidos.
De inmediato se llamó a una ambulancia. Al llegar se prestó el primer auxilio a los heridos, mientras se apersonó el juez del crimen señor Ambrosio Rodríguez, quien ordenó el levantamiento de los cadáveres, los que fueron conducidos a la Posta Central y al Servicio Médico Legal. En tanto, el personal de carabineros debió bregar para restablecer la circulación en el lugar, ante la llegada de varios curiosos que comentaban los pormenores de lo ocurrido.
La ambulancia se llevó a los lesionados a la Posta Central, entre estos al expresidente Figueroa. Apenas ingresó, se le condujo a la sala de operaciones. “El Director de la Asistencia, doctor señor Aguilar, ayudado por el doctor De Amesti y por el doctor Avilés, le alcanzó a hacer una trepanación del cráneo. A las 5.10 de la tarde, el señor Figueroa Larraín dejaba de existir”, informó La Nación.
Figueroa Larraín había ocupado la presidencia en dos ocasiones; como interino en 1910, tras los decesos de Pedro Montt, el 16 de agosto, y de su vicepresidente, Elías Fernández Albano, el 6 de septiembre, a causa de una gripe contraída durante los funerales de Montt. Ante la acefalía de poder, y el inminente calendario de actividades de celebración del Centenario de la República, fue Figueroa, en tanto Ministro de Justicia e Instrucción pública, quien asumió el mando de la nación.
Años después ganó la elección presidencial de 1925, las primeras bajo la vigencia de la nueva Constitución Política, en que se impuso por sobre la candidatura de José Santos Salas. Pero su turbulento período, entre diciembre de ese año y abril de 1927, estuvo marcado por la fuerte influencia de su ministro de Guerra, y luego Interior, coronel Carlos Ibáñez del Campo. Renunció cuando este último, en plena campaña de depuración del estado, ordenó el arresto domiciliario del presidente de la Corte Suprema, Javier Ángel Figueroa, hermano del presidente.
“Emiliano Figueroa Larraín enfrentó tres problemas fundamentales en su administración. El primero fue su propia personalidad, de talante parlamentario —se había formado en ese regimen y en él creía en realidad— más que autoritario. El segundo fue la necesidad de poner en vigencia la Constitución de 1925 en condiciones muy difíciles por la actitud de los partidos y la presencia militar en política. Y el tercero por la indiscutible primacía del ministro Carlos Ibáñez del Campo como principal figura del momento, incluso por sobre el gobernante. La incapacidad de resolver estos problemas llevó al fracaso del primer gobierno que hubo bajo la nueva carta fundamental”, explica Alejandro San Francisco, académico del Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián.
Pese a su intempestiva salida de La Moneda, Figueroa siguió activo en política. Fue nombrado embajador en Perú, por parte de Ibáñez, donde participó en las negociaciones que llevaron a la firma del Tratado de Lima en 1929, el que zanjó la situación de la soberanía de las ciudades de Tacna y Arica. A fines de ese año, fue nombrado presidente del Banco Central.
La muerte de Figueroa generó amplias reacciones. Políticos, autoridades eclesiásticas y diplomáticos dieron a conocer sus impresiones sobre lo ocurrido. También se publicaron semblanzas en Lima y en Buenos Aires, donde se recordó respectivamente, su paso como embajador y su rol en las celebraciones del Centenario, en 1910. “Prototipo del caballero de raza y de espíritu conservó siempre intacto un apacible don de serenidad, que le permitió ir por la vida aquietando pasiones y dominando dificultades, sin dejar jamás huellas de malquerencias ni rescoldos de inquietud”, señaló el obituario publicado por La Nación.
Los restos de Emiliano Figueroa Larraín fueron velados en su casa en calle Moneda, hasta donde llegaron altas personalidades, ministros de gobierno, embajadores, entre otros. También se apersonó el entonces presidente, Carlos Ibáñez del Campo, quien presentó sus respetos a la viuda, Leonor Sánchez de Figueroa. “El Excmo. señor Ibáñez estuvo en la capilla ardiente y vió la urna en Ia que descansaban los restos del señor Figueroa Larrain”, informó La Nación.
Luego, se trasladó los restos a la Catedral Metropolitana, donde el lunes 18 de mayo, a las 9.30 de la mañana, se le realizaron las ceremonias fúnebres con honores de jefe de estado, presididas por el obispo auxiliar de Santiago, monseñor Rafael Edwards, además del gabinete ministerial al completo y la Guarnición de Santiago. Finalmente, Emiliano Figueroa fue sepultado en el Cementerio General.