La opinión de Sergio Leiva, hombre clave de Radio Nuevo Mundo, fue tajante. Cuando la naciente revista Ritmo le preguntó por lo peor del año 1965 para su recuento de fin de año, no dejó lugar a dudas. “El exceso de promoción para los discos de Los Beatles, dejando en un plano muy secundario a nuestros conjuntos y cantantes”.

Las reticencias de Leiva no eran solitarias en la industria, pero los ingleses tenían lo suyo. En esa misma encuesta (en que participaron hombres de radio como Ricardo García, René Largo Farías, Miguel Davagnino, entre otros) Los Beatles se impusieron. En el apartado de artistas extranjeros, ganaron las categorías de Mejor grupo vocal, Mejor single (por Yesterday/Act naturally) y Mejor álbum, por un LP que ni siquiera figura en la discografía oficial: Los grandes éxitos de Los Beatles Vol 1, de The Hollyridge Strings. Este era un insólito compilado de versiones instrumentales del catálogo del grupo, interpretadas por una orquesta. Uno más de los varios productos con que la discográfica Capitol Records, buscó aprovechar la explosiva popularidad de los de Liverpool.

El fenómeno había estallado a nivel internacional un año antes. Por entonces, el grupo escalaba paso a paso gracias a sencillos como From me to you y She loves you, que habían logrado éxito en Reino Unido y Europa, aunque sin gran repercusión al otro lado del Atlántico. El golpe decisivo lo dio el sencillo I want to hold your hand, que les permitió, por fin, obtener un número 1 en Estados Unidos. Así se gestó su primera visita al país del norte en febrero de 1964, hace exactos 60 años.

Ese fue un momento que quedó en la memorabilia pop, ya que los de Liverpool fueron recibidos por masas de fans extasiadas que pusieron a prueba a la seguridad del aeropuerto. Más al aparecer en televisión, con dos inolvidables presentaciones en The Ed Sullivan Show, uno de los programas más populares de su tiempo. Allí se desató la Beatlemanía y la presencia del grupo comenzó a hacerse más familiar con el impulso de su primera película, A hard day’s night, estrenada ese mismo año. Todo un logro, pues hasta entonces, las estrellas británicas no habían logrado mayor éxito en norteamérica.

A diferencia de nuestros días, en que la música del extranjero tiene una importante llegada en el país, en la medianía de los sesentas el fenómeno de los Beatles debió consolidarse paso a paso. Una columna publicada en las páginas de La Tercera el 6 de noviembre de 1964 titulada Beatlesmanía, firmada por el seudónimo Raoul Traveller, se detenía en la locura que generaba el grupo, expresado en la imitación de sus looks y la venta de todo tipo de cachivaches relacionadas a su imagen, hasta pelucas falsas (porque hubo quienes pensaron que sus cuidadas melenas no eran naturales, sino que usaban pelucas).

“Los Beatles son millonarios y ello quiere decir que el cultivo de la estética, de la buena expresión del arte, se ha ignorado tomando el sendero de lo fácil, que por razón natural se traduce en falsedad y mal gusto”, señalaba el columnista. “Aquellos oscuros niños de Liverpool estremecieron a Londres con sus pelucas de idiotas en tal forma que su fabricación en serie alcanzó la suma de dos mil al día y aún así no cubría la demanda de los otros países europeos”, añadía.

Por entonces, la atención del país se concentraba en las elecciones presidenciales, que dieron por ganador a Eduardo Frei Montalva y su revolución en libertad. Pero entre la juventud chilena ya se comenzaba a divulgar a este nuevo conjunto inglés, de melenas agitadas y exquisitas armonías vocales. “La historia de Los Beatles en Chile se comienza a escribir a mediados de 1963 en Londres, cuando los locutores chilenos Pepe Abad y Raúl Matas compran el single She Loves You, que acababa de aparecer a la venta, y se lo llevan a Ricardo García para que lo difunda en Discomanía de Radio Minería”, apunta Juan Pablo González, académico del Instituto de Música UC, doctor en musicología y coautor junto a Claudio Rolle y Oscar Ohlsen, de Historia social de la música popular en Chile. 1950-1970 (Ediciones UC, 2009).

Una vez que García tuvo entre sus manos el simple de 45′ no dudó en sumarlo a la parrilla. “Se programa desde octubre del mismo año, sin lograr repercusión. Algo parecido había ocurrido dos meses antes, cuando Antonio Contreras difundía Please, Please Me en su programa Fonoclub. De hecho, José María Palacios afirma que ‘los comentadiscos lucharon tres meses para imponer a Los Beatles, porque aquí decididamente no gustaban’. Terminada esta etapa inicial, She Loves You, Please, Please Me y Love Me Do serán las canciones beatle que primero impacten entre los jóvenes chilenos” añade el académico UC.

The Beatles

Pero hacia 1964, el impacto de los Beatles se hizo más notorio. “La aparición de Los Beatles en los primeros lugares de los listados de popularidad en Chile a partir de agosto de 1964 coincide con la aparición, en Radio Santiago, de El club de Los Beatles, conducido por Agustín Cucho Fernández -apunta González-. Este programa constituyó la principal vitrina radial de las canciones del cuarteto inglés y el principal punto de contacto de la joven beatlemanía chilena con sus ídolos y entre sí. Transmitido de lunes a viernes a las seis de la tarde, con el apoyo de la revista Rincón Juvenil, el programa se mantuvo en el aire hasta fines de 1967, generando un activo contacto con sus seguidores. Sus oyentes asistían a la radio, se organizaron como fan club (sumando unos veinticinco mil asociados en 1966, con sedes en todo el país), realizaban grandes presentaciones artísticas, y hasta compusieron un himno que los identificaba”.

Mario Olguín, el fundador y líder de la banda Beatlemanía, que tributa la obra musical de los Beatles, tenía 12 años en 1964. “En ese año entré al Liceo de Quilpué, el mismo donde estudió Elías Figueroa y el Tilo González de Congreso. Era experimental y mixto, lo que era una novedad en la época, es decir había mujeres. Recuerdo que ellas estaban vueltas locas por los Beatles. Incluso yo tenía un compañero de banco que era fanático, se mandaba a hacer las bufandas que usaban en la película Help!, chalecos, el gorro que usaba John, pero a mí me sonaban ajenos. Yo escuchaba Raphael, Adamo, Los Iracundos, así que en ese tiempo no los pesqué mucho. Además, recuerdo haber tratado de bailar, porque en las fiestas ponían a los Beatles ¡y no se podían bailar! me acuerdo que ponían Paperback Writer y como música bailable no funcionaba. A mí me empezaron a gustar más adelante, en el año 70-72”.

En el país, los jóvenes seguían a sus ídolos de la Nueva Ola, a su vez influenciados por Elvis Presley y el rock and roll de primera hora, tal como les sucedió a los mismos Beatles. “Exceptuando a Cecilia, que tenía su sello propio, la gente como Nadia Milton, Los Twisters con Luis Dimas, Peter Rock, Danny Chilean, los primeros The Ramblers, siguieron una parte del rock and roll de Elvis, pero también a otros movimientos como el Twist que no eran muy rupturistas. También lo que hacían Neil Sedaka y Paul Anka, que vino a Chile a comienzos de los sesenta”, dice Mario León, musicólogo y profesor de la UNAM en Canadá.

Además de esa primera generación de la Nueva Ola estaban las bien trajeadas estrellas del movimiento neofolklore (conjuntos como Los Cuatro Cuartos y Las Cuatro Brujas) y comenzaban a surgir otros talentos como Patricio Manns, los hermanos Ángel e Isabel Parra, que pocos años después serán claves para la Nueva Canción Chilena. De hecho, en la citada encuesta de 1965 de Ritmo, se destacaba a Luz Eliana como Mejor cantante de Chile, a Los Cuatro Cuartos como el Mejor conjunto vocal, a Raúl de Ramón como Mejor compositor, y Arriba en la cordillera, de Patricio Manns, como Mejor composición de música chilena. “Nosotros escuchábamos música chilena por todos lados a mediados de los 60′ y nos bastaba, la música en español la llevaba. Entonces los Beatles me sonaban raros, además en inglés, no se entendía lo que decían”, apunta Mario Olguín.

“Lo interesante es que la Beatlemanía llegó a Chile a competir de igual a igual con formas musicales y culturales que nos eran más propias como chilenos y por eso tuvo cierta dificultad -explica Mario León-. Además de la competencia con los baladistas, principalmente norteamericanos y europeos, como Charles Aznavour, Salvatore Adamo, Nicola di Bari. Entonces era una Beatlemanía a la medida de Chile, con todas la precariedades que ello implica. Condorito se refirió a los Beatles en una portada del año 65′, cuando ellos ya estaban mutando, pero con la imagen del año 64′, entonces, había un desfase respecto a lo que ocurría afuera porque la carrera de los Beatles fue meteórica, y nosotros íbamos como a la cola de esto”.

Tal como en Chile, en la convulsionada Argentina de los sesentas también hubo reticencias para dar a conocer al grupo de Lennon, McCartney, Harrison y Starr. “En Argentina, durante los 60, siempre hubo un clima reactivo a The Beatles -explica a Culto el periodista Sergio Marchi, coautor junto a Fernando Blanco de Los Beatles, una obra en dos tomos, de portadas azul y rojo, sobre la discografía del grupo-. Se prefería un entretenimiento más lavado, con menos pelambre. En 1963 los publicaron por presiones de la discográfica EMI, pero los presentaron como Los Grillos, equivocando el insecto (beetle = escarabajo). A partir de 1964, se bajó una orden muy fuerte de que publicaran sus discos y fueran The Beatles. Aun así los medios trataban de evitarlos y cualquier músico te cuenta que esperaban un programa de radio nocturno, Modart en la noche, porque ahí pasaban algunos temas de ellos y el resto de los músicos del estilo, mechado con la cosa más comercial. Juan Alberto Badía, el gran difusor de The Beatles en Argentina, me contó que fue con las compilaciones de los 70, (Red + Blue), que se consolidaron definitivamente. El impacto se notó en la aparición de músicos como Litto Nebbia, Ciro Fogliatta, Moris, Luis Alberto Spinetta, Javier Martínez, Claudio Gabis: todos artífices de la primera hora del rock argentino”.

El cine dio el empujón final para asentar a Los Beatles en el país y en el mundo. “La primera película del cuarteto inglés, A Hard Day’s Night (La noche de un día agitado), estrenada en Chile con gran éxito de taquilla a fines de 1964, fue la que consolidó el auge de Los Beatles entre los jóvenes chilenos, popularizando las canciones del filme e iniciando una ola incontenible de admiración por el grupo, como afirma Rincón Juvenil -apunta Juan Pablo González-. Sus nuevas películas (Help, Yellow Submarine y Magical Mystery Tour) produjeron, simultáneamente, más éxitos discográficos del conjunto. Es así como en su programa Cita juvenil, de Radio Chilena, Miguel Davagnino comprobaba que cada canción de la película La noche de un día agitado era un éxito en potencia, destacando Y la amo, Debería habérmelo imaginado, No puedes comprarme, amor, y Si yo cayera, triunfadora a fines de 1964″.

Cartel de A hard day’s night (Richard Lester, 1964)

“Me acuerdo que en el 64′, cuando llegó A day’s night, se hacía la cimarra -rememora Mario Olguín-. Mis compañeras de curso eran fanáticas, se iban a las 11.00 de la mañana, porque las daban en un continuado durante todo el día. La gente iba a gritar, les daba lo mismo el argumento, salían comentando que John, que Paul, que George. Viví todo eso y como que no me agradó, como joven de provincia. Incluso, te diría que después que sacaron Revolver dejaron de escucharse porque ahí dieron un salto demasiado alto, me sonó rarísimo, me cargó. Volvieron a escucharse con Let it Be, Get Back, esas canciones, también el álbum Abbey Road”.

Ya en los primeros números de la revista Ritmo (que comenzó a publicarse en septiembre de 1965) habían notas referidas a las novedades del grupo. En el número 1, una nota a dos páginas informaba los detalles de la película Help!, aunque en general la cobertura tendía a enfocarse a los desmanes ocurridos en sus giras. La primera vez que ocuparon la portada fue en el número 3, aunque con un retrato cerrado al rostro de Paul McCartney, quien mira hacia abajo solo con un misterioso ojo cerrado, mientras sostiene un cigarrillo a medio quemar con los dedos de la mano derecha ¿la noticia? la obtención de una foto de Jane Asher, la actriz que por entonces era pareja del zurdo.

La aparición de Los Beatles fue absorbida por los músicos locales. “El impacto de Los Beatles en los músicos chilenos era evidente en 1965, y ya había conjuntos que se declaraban sus seguidores, como Los Larks, Don Giovanni -Armando Giovanni Galassa- y los Dolce Vitos, que grabarían tres singles para RCA; Los Ecos, que grabaron La quiero -And I Love Her- (Demon, 1964)”.

Y por supuesto hubo quienes buscaron capitalizar el fenómeno con incipientes bandas tributo. “Empezaban a surgir bandas especializadas en el cuarteto de Liverpool, como Los Escaramujos, Johnny Lang y su Beatles Chilenos y, en 1968, Sir Lennon y sus Caballeros. Los Escaramujos era un cuarteto formado en Valparaíso que realizaba covers de Los Beatles, utilizaban sus mismos instrumentos y amplificadores, y que además se vestían, peinaban y movían como ellos. Luego de actuar en el Teatro Caupolicán, viajaron a Centroamérica, logrando éxito desde 1965 en canales de televisión y clubs nocturnos de Guatemala, Panamá y Costa Rica. Además, en la primera reunión de fanáticos de Los Beatles organizada por Rincón Juvenil en abril de 1965 en el Cine Imperio de Santiago, se presentaron Los Beatles Bancarios, Los Locos del Ritmo, Los Picapiedras, Willy Monti, Flash Galíndez y Ray Alex –José Antonio Quezada– y sus Challengers. Todos ellos le rendían tributo al cuarteto de Liverpool, en una velada animada por ‘El Gran Beatle Cucho Fernández’”, detalla Juan Pablo González.

Como sea, el impacto de ese contundente cancionero facturado por Lennon y McCartney tomó tiempo en absorberse. Pero hubo pesimistas. En esa columna titulada Beatlesmanía, de La Tercera, el furibundo Raoul Traveller vaticinaba una fama fugaz a los Fab Four. “El movimiento, por fortuna, es pasajero, neurótico; creemos que pronto dejarán en paz la escasa permanencia selvática y el arte recobrará su lugar de máxima expresión de sensibilidad humana, dejando de ser, como en el caso de la Beatlemanía, un pretexto de anarquía moral de la juventud”.

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