Crítica de humor en Viña: Alison Mandel, las locas aventuras del Pedro
Hay que reconocer en Mandel el arrojo de ser la primera comediante en la nueva versión viñamarina –siempre un acto de responsabilidad mayor- y su capacidad para llegar a todo los públicos con su rutina. Pero el exceso de las aventuras de Pedro terminó quitándole gracia a un show que pudo haber tenido un triunfo por KO y que, al final, solo fue por puntos.
En la antesala de su participación en el Festival de Viña, Alison Mandel reconoció que en esta oportunidad los nervios eran mucho menores que en su debut en ese escenario hace seis años. Lejos de un gesto de arrogancia, sus palabras eran reales. Si su performance 2018 mostró dulzura y ternura humorística, como quien va pisando huevos con cada chiste que cuenta, su actuación de hoy mostró aplomo, oficio y seguridad en sí misma. Convencida que lo que estaba presentando era de gusto masivo.
Mandel es una comediante que exhibe rutinas a través de las fotografías a su vida contemporánea. En su primera vez en Viña habló sobre las dificultades que había tenido con su pareja, el también comediante Pedro Ruminot, para embarazarse. Ahora, la historia es la maternidad con un hijo de 4 años, Baltazar, y dos hijos adolescentes de su marido. Pero siempre bajo un denominador común: Pedro.
Su rutina está atravesada por ese enganche pop que es su marido, que cumple el mismo rol que Homero Simpsons en Los Simpsons y don Ramón en El Chavo del Ocho. Todo pasa por él. Es la aduana de las risas. El personaje que sirve de puente para intentar meterse al auditorio en el bolsillo.
Ese humor de puertas adentro, blanco y familiar, estaba destinado a linkear con la fanaticada femenina. Pedro despistado, Pedro tonto y Pedro infantil, entre otros, eran distintas variantes en que las mujeres pueden reconocer a sus respectivas parejas. En esa descripción, los énfasis de la comediante estaban logrados: su espectáculo se veía ágil, dinámico y rápido, buscando sacar una carcajada tras otra a partir de la cotidianeidad.
Aunque el público, por lo general, se entretuvo, hubo también segmentos repetidos de su debut en Viña en 2018. Describió a la mejor amiga que el marido detesta –en su primera vez invirtió el guión: habló sobre el mejor amigo de un hombre que su mujer desprecia-; repitió el chiste sobre la facilidad que tienen los hombres para hablar de sus problemas con simpleza monosilábica y, también, mencionó nuevamente que no hay nada que le guste más en una persona que sea flaite. Desperfectos evitables en una época en que toda la información está al alcance de un click.
Tras obtener la primera gaviota, Mandel agradeció, obviamente a su marido y “a toda la gente que me sigue”, para continuar con otro relato sobre su condominio donde nuevamente Ruminot era el protagonista. Antes de la llegada de la segunda gaviota, el animador Francisco Saavedra fue enfático. “Cuánto material te ha dado Pedro”, le dijo.
Hay que reconocer en Mandel el arrojo de ser la primera comediante en la nueva versión viñamarina –siempre un acto de responsabilidad mayor- y su capacidad para llegar a todo los públicos con su rutina. Pero el exceso de las aventuras de Pedro terminó quitándole gracia a un show que pudo haber tenido un triunfo por KO y que, al final, solo fue por puntos.
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