¿Es esta la Generación Dorada del humor en Chile?
El triunfo en Viña 2024 de Luis Slimming, Lucho Miranda, Alison Mandel y Sergio Freire fue celebrado transversalmente por sus colegas. Hace varios años que el humor nacional viene macerando a nuevos referentes de la comedia local, que han marcado una nueva forma de trabajar en el rubro y que teje lazos como un colectivo. Un proceso de casi dos décadas que hoy cosecha sus frutos. ¿Cuáles son las claves de esta generación de recambio? Un grupo de comediantes consultados por Culto se aventura a descifrarlo.
Su llegada a la Quinta Vergara fue de las más esperadas. Figura emblemática de la comedia chilena por su trabajo como guionista de los exponentes nacionales más importantes del oficio (Edo Caroe, Stefan Kramer y Fabrizio Copano, por nombrar algunos) y estudioso acérrimo del rubro, Luis Slimming era una de las cartas fuertes para representar el humor en la edición 2024 del Festival de Viña.
Y no era para menos. Al subir al escenario viñamarino, ya contaba con un deslumbrante paso por el Festival del Huaso de Olmué, además de un reconocido trabajo en El Sentido del Humor, programa digital y productora que comparte con Héctor Romero y Marcelo Valverde dedicada exclusivamente a los contenidos de comedia. Y a pesar de algunos malos augurios -como las pifias en Chile Chico y una reciente polémica en X-, su descollante presentación en la tercera noche del certamen ya es sindicada como una de las grandes rutinas de los últimos años. Un buen desempeño que se suma al éxito que conquistaron -cada uno en su dimensión- Alison Mandel, Lucho Miranda, Sergio Freire y Álex Ortiz.
Hoy, Slimming es la cara visible de una escuela que viene forjándose hace al menos 15 años: una camada de humoristas que, en medio de la transición digital y adoptando nuevas formas de trabajar la comedia, pusieron las primeras piedras para perfeccionar la industria del humor en Chile. Un colectivo crecido al amparo de instancias como El Club de la Comedia o de la escena capitalina de stand-up, que se relacionan fuertemente entre ellos y que de a poco han conquistado hitos como el Festival de Viña.
“Es un proceso que nace el año 2006, y como todo movimiento tiene un crecimiento natural, que ha llevado a los exponentes de este humor a los grandes escenarios”, precisa Pedro Ruminot a Culto, uno de los nombres consagrados de la generación de comediantes que surgió con El Club de la Comedia. “El stand up es una rama que nace ahí, pero el tronco de esto es el humor, y el humor chileno tiene una larga data y una gran historia”, dice precisamente el esposo de Mandel, a la vez gran amigo y colaborador de Freire y Fabrizio Copano.
Sin embargo, y más allá del estilo, hay algunos factores prácticos que distinguen a estas generaciones de humoristas de sus antecesores, y que ayudan a comprender la buena salud de la que goza el rubro. ¿Es acaso la generación dorada de las risas en Chile?
Internet y los nichos
Para Slimming, hay un factor central que diferencia el trabajo de sus coetáneos de la comedia noventera: internet, que se transformó en un verdadero semillero de nuevos talentos. “Te permitió tener tu propio medio de difusión que no sea la tele”, reflexiona a solo dos días de su debut en Viña y acompañado de sus colegas Romero y Valverde. “Ahora puedes consumir al humorista en particular que te gusta, y la cuestión es cada vez más específica. Genera más apego. Creo que por ahí va, porque la masividad es bonita y te lleva a todo el mundo, pero pierde esa cosita que lo hace único”.
“Y esto ayuda a formar ese espíritu de comunidad del que habla Luis”, agrega Romero sobre los espacios digitales como el podcast. “A nosotros nos sigue harta gente, hay personas que nos apoyan en Patreon, que es esta plataforma de donación que nos permite hacer el programa. Y claro, ellos se sienten casi como una hinchada de un equipo de fútbol”.
Esa es la fórmula que sigue una buena parte -sino la mayoría- de los humoristas actuales: mantener una presencia transversal en internet que les permite sembrar un público fiel. Así lo han hecho a través de programas como Tomás va a morir (Edo Caroe, Tomás Leiva y Alejandro Barros), Expertas en nada (Paloma Salas y Elisa Zulueta) y Primerizas (Chiqui Aguayo y Alison Mandel). Aunque tampoco es un formato nuevo.
El indiscutible precursor fue Tierra 2, estrenado el 2010 y liderado por Felipe Avello y Ruminot. “Fue para generar más público para nuestros shows y mostrar lo que hacíamos. Eso generó un público grande y naturalmente, como todo movimiento, se fueron sumando más y más podcasts de humor. Ahora, afortunadamente hay una oferta gigante para los consumidores de este contenido. Ayuda e influye porque la gente conoce mucho más a los comediantes y se forman comunidades que siguen, compran los tickets y agotan los shows”, afirma Ruminot.
Todo ese crecimiento impulsó, de una u otra forma, el surgimiento de más espacios dedicados al humor, y que hoy constituyen un verdadero circuito de stand up. “Cuando nosotros partimos haciendo shows en vivo como en el 2013, por lo menos yo, de repente actuábamos seis comediantes juntos. Y no había muchos lugares donde presentarse”, cuenta Daniela “Chiqui” Aguayo. “Ha sido impresionante ver cómo ha avanzado la cosa en diez años. Yo creo, de hecho, que ahora hay una industria, y hace diez años no existía esa industria”.
Paloma Salas comparte la misma experiencia. “Cuando partí no había nada. Estaba el segundo piso de El Cachafaz y El Cachafaz de abajo, que era muy eventualmente para, no sé, alguien tipo Villouta, la Nata (Valdevenito), los de El Club de la Comedia. Pero ellos giraban juntos y, en el fondo, ordeñaban un poco lo que tenían en la tele. No eran parte de un circuito que estuviera peleando por existir, porque ya existían mucho. Ellos salieron en la tele antes de hacer stand up realmente. O muy al mismo tiempo”, recuerda.
“Después de la pandemia se abrieron muchos más espacios, inclusive en regiones”, recapitula Valverde. “Ahora de verdad hay un circuito. Uno puede hacer giras de Arica a Punta Arenas y en todas las ciudades grandes hay por lo menos un bar que tiene la técnica básica para hacer un show de comedia, cosa que antes no había. Ibas a Concepción, Valdivia, Antofagasta y para de contar”.
Para Felipe Rodríguez, crítico de humor en Culto, lo sucedido con el stand up tiene algunas similitudes con el género urbano, y se relaciona con el corte de la dependencia de los artistas con los medios masivos.
“Tú ves, por ejemplo, que de diez que la rompen en Spotify, ocho deben ser urbanos, pero eso no tiene la misma correlación con lo que se escucha en las radios de Chile, donde suenan más Los Bunkers, Los Prisioneros, Mon Laferte. Lo que pasa con eso es que ahora, al tener más exposición masiva, y donde cualquiera puede a través de un click encontrarse con espectáculos de stand up, se ha abierto una nueva veta comercial y laboral para la gente que se dedica a esa profesión. Yo creo que eso ha hecho que ahora haya un circuito y que cada vez uno vea a más cabros nuevos que están apareciendo y tratando de desarrollarse en esta área que es siempre tan difícil como hacer reír”.
Tanto así, que incluso hay artistas que hoy pueden desarrollar su carrera con éxito al margen de los grandes festivales. “No todo es la tele. Hay comediantes buenísimos como la misma Paloma Salas que no le interesan los festivales y que la gente se va a perder su talento solo por el prejuicio de que ‘ah, si no la llevan a los festivales por algo será, no es tan buena’. Y no po, es porque ella no quiere, nomás”, ejemplifica Slimming.
¿Dorados?
Si algo es transversal para esta camada de comediantes es, justamente, su desacuerdo con auto definirse como la “generación de oro” del humor chileno. “Uno siempre cree que la suya es la generación dorada, la que está viviendo. Y siguiendo con la analogía del fútbol, claro, cuando salió Alexis Sánchez, por ejemplo, un jugador maravilloso, el niño maravilla, no faltaba el que decía ‘ah, pero no es tan bueno como Elías Figueroa’”, reflexiona Romero.
“Creo que estoy muy cerca para decirte que sí, la generación de oro me parece un poco barsa”, agrega Salas. Para Ruminot, también tiene que ver con una pauta repetida de los medios: “Chile ha tenido grandes humoristas y comediantes en su historia. Es un gran momento para el stand up, pero todos los años, desde hace al menos una década, veo un reportaje que dice ‘el auge del stand up en Chile’”.
Por el contrario, sí hay consenso en que se trata de una generación por lo menos peculiar. “También tocó que estamos todos medios rayaditos con el humor. Nos gusta mucho, y hemos pasado todo tipo de historias para hacerlo”, afirma Ignacio Socías, otro de los referentes del stand up actual. Tal como en el caso de Slimming, otro factor que une a los comediantes de hoy es su fanatismo “ñoño” por la historia del humor criollo. Algo que decanta en una reivindicación de figuras como Álvaro Salas o Dinamita Show.
“Esa hueá a mí me tiene podrido”, agrega Socías: “eso de que el humor de los jóvenes, que el de los adultos. Cuando los cabros chicos llevan a los papás a los shows lo pasan bacán. Y cuando uno va al show de Don Carter, que quizás de otra generación, también. Eso del humor de Ñuñoa, de no sé donde... No sé, siento que, si es chistoso, le gana a todos esos prejuicios”, apunta.
Sobre eso, Entre broma y broma -estelar de entrevistas conducido por el mismo Slimming en YouTube- marcó un precedente. “Me sirvió para tener un contacto más directo con todos los colegas en vivo, y que siento que también aunó a las generaciones. Decir ‘mira, tenemos estilos distintos pero las pellejerías eran las mismas’”, reflexiona el comediante.
Lo que Socías saca en limpio es que, justamente, toda esta apertura también se ha hecho extensiva a esos próceres. “De los humoristas con los que crecimos, los que se han logrado reinventar y abrir sus canales de YouTube les va súper bien. O sea que la gente los quiere ver. Está la sensación de que internet los rechaza, y es mentira. La gente también los ama, si son parte de nuestra cultura popular”.
Y aunque rechazan el autobombo, sí se cuadran con la idea de que estamos asistiendo a una generación de recambio. “Steve Martin, en su autobiografía, dice que los comediantes se ponen buenos recién a los 10 años. A los 10 años de pega recién puedes decir ‘ya, salvo’”, cita Paloma, haciendo hincapié en que humoristas como los mismos Slimming o Socías llevan un buen tiempo de trabajo. “Creo que la comedia es súper cíclica. Si uno estudia la historia del stand up es como que una década sí, una década no. En general, las grandes voces de la comedia aparecen cada cierto tiempo”.
Justamente sobre eso, Valverde afirma que “ya lograron madurar ciertos nuevos rostros. Y los buenos momentos son cuando aparecen nuevos rostros. Cuando tienes de dónde sacar gente para poder llevar a festivales, programas de humor. Estamos en época de cosecha después de varios años de maduración”.
Otro aspecto que todos destacan es que se ha construido una verdadera red de apoyo entre colegas. Una relación de camaradería que se hace mucho más latente en época festivalera. “Si hay un comediante que me cae muy mal, lo voy a defender hasta la muerte igual. Especialmente en el contexto del Festival de Viña. Como un hermano. Eso también es muy lindo de esta semana. Estamos muy felices por nuestros hermanos”, cierra Salas.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, pues aún quedan cosas por mejorar. “Los bares por su parte han aportado mucho, pero siguen siendo muy pocos los que funcionan bien. La mayoría son pubs que no tienen las condiciones mínimas de trabajo y solo quieren llenar y vender rápido. Ahí está la pata coja del movimiento, con honrosas excepciones”, lanza Ruminot.
Romero se suma a esas palabras. “(Es importante) que esos espacios sean adecuados para que la gente vaya a ver comedia. De repente llegas a un lugar y simplemente hay un micrófono parado y ni si quiera hay una tarima, y entonces la gente de atrás no ve absolutamente nada. La idea es que ojalá todo esto vaya creciendo como un círculo virtuoso donde no solo el comediante gane más espacio, sino que el público también pueda verlo en un lugar acorde, para que sea una experiencia agradable para todos”.
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