Alcohol, demonios y ruido: las reveladoras memorias de Graham Coxon, el músico de Blur al que no le gusta la fama
Estrofa, coro, ¡monstruo! se llama el libro publicado en Chile por el sello Clubdefans. Allí, el guitarrista del legendario grupo puntal del britpop se descarga sobre su vida como estrella musical. Desde su infancia a los años fundacionales de la banda, su amistad con Damon Albarn, y los demonios que lo acosaron como el abuso del alcohol, además de su visión crítica sobre la industria.
Basta mirar las sesiones fotográficas de Blur durante el mediodía del britpop para notar el contraste; si el carismático Damon Albarn lanzaba la expresión desafiante y la sonrisa pícara, su eléctrica media naranja, el guitarrista Graham Coxon, tendía a lanzar alguna mueca o simplemente a concentrar su mirada fuera del foco. Más aún, siempre pareció incómodo con la creciente atención que comenzó a atraer el grupo.
Así lo hizo notar durante el rodaje del videoclip de Country House, el primer corte promocional de The Great Escape (1995), el álbum que marcó el punto más alto en el acercamiento de Blur a la masividad. En sus recién publicadas memorias, Estrofa, coro, ¡monstruo! (Clubdefans, 2024) el músico recuerda que la producción del clip le generó rechazo.
“Era un diseño muy propio del estilo MTV: colores brillantes y rostros idiotas, un juego de salón gigante, esqueletos llenos de telarañas en un calabozo terrorífico, el cerdo, animadoras y modelos sugerentes vestidas de ordeñadoras. Para mí, personalmente, era complicado porque sentía que era degradante para las chicas”, recuerda el guitarrista.
Finalmente, optó por tratar de pasar desapercibido. “Al final dije, ‘Miren, vístanme de lechero y denme un camioncito lechero para jugar’. Me encontraba de mal humor. Lo que quiero decir es que filmar cualquier video tendía a ponerme de mal humor, porque me quitaban el tiempo y eran ridículamente caros”. Y ahí estaba, un músico tímido, fan de Pavement, los Beatles y las guitarras ruidosas, haciendo un videoclip de alto presupuesto como parte de la estructura industrial del pop. Y no parecía a gusto.
Las memorias de Coxon destilan en varios segmentos la incomodidad con la fama, como una comezón que arde a cada raspada. Originalmente publicadas en inglés durante 2022, ahora llegan al país editadas por el sello y disquería Clubdefans, en otro movimiento por traer literatura musical no disponible para los lectores chilenos. “Apenas nos enteramos de la publicación del libro comenzamos las gestiones para obtener los derechos de traducción y hasta ahora ha encontrado una muy buena recepción. Esta estuvo a cargo de Rodrigo Olavarría. La edición cuenta también con un prólogo de Enrique Elgueta (Maifersoni) y recoge fotografías del músico, como obras visuales de este”, cuenta Matías Hinojosa, editor y fundador de Clubdefans.
En el texto, Coxon repasa su trayectoria personal y artística en un relato lineal, que arranca desde su niñez como hijo de un militar que pertenecía a la banda del Ejército inglés. Era un chico tímido que se refugiaba en sus intereses como el dibujo, los libros de arte y su gusto por tocar la guitarra junto a discos de The Jam. En la escuela conoció a su eterno compañero de creación, que de alguna manera, era su doble opuesto.
“Damon (Albarn) era muy distinto a mí, era un londinense arrogante que le importaba una mierda lo que la gente pensara de él. Tenía una personalidad muy cautivante, era algo engreído y extremadamente bien parecido, y no solo lo sabía sino que también sabía qué hacer con eso”. Pronto se hicieron amigos y comenzaron a tocar la guitarra y escribir canciones juntos.
El libro descarga detalles sobre los años formativos de Blur, primero bajo el nombre de Seymour. Un proceso que tuvo una búsqueda de identidad musical con aroma a campiña inglesa en Modern life is Rubbish (1993).
Por su lado, Coxon comenzó a trazar su estilo, en que comenzó a descollar por el uso del volumen y el feedback. “Incluso al comienzo descubrí que pasaba algo mágico cuando conectas la guitarra eléctrica a una distorsión y la tocas a través de un amplificador Marshall grande. Cuando el volumen es el correcto, es intoxicante. Quería reproducir el sonido de las guitarras de Abbey Road, ese sonido grueso de blues, y me parecía el Marshall lo lograba. Ese deseo viene de mi lado oscuro”, detalla en una parte. Sus solos, poco convencionales y cargados de ruido (como los de There’s no other way o Coffee & TV) fueron la marca de la casa “pero había que cuidarse de ser demasiado masculino o blusero”.
Los primeros años fueron también los momentos de excesos. En esas primeras giras a EE.UU, en que pasaron sin pena ni gloria, los músicos subían ebrios al escenario y se desmadraban, entre el ánimo de ser provocativos y el choque cultural con la industria estadounidense. “Los sellos ingleses tenían los pies en la tierra, mientras que los estadounidenses hedían a negocio, eran gente que amaba el dinero y no la música”, cuenta en un fragmento.
De alguna forma ese desparpajo era su salida ante la dura carrera musical. “En el escenario también navegábamos al borde del desastre. Nos habíamos hecho cierta fama por cómo descuidábamos nuestra salud y seguridad en vivo y la gente iba a vernos esperando presenciar un espectáculo de autodestrucción. Yo creía que las bandas tenían que ser así”, apunta Coxon en otro segmento.
Para Matías Hinojosa, esos años heroicos, entre la carretera y el estudio, son parte de lo más sabroso del libro. “Me parece especialmente interesante el relato de los inicios de Blur, cuando de hecho ni siquiera se llamaban así, sino que Seymour. Un momento muy importante en la vida del músico, porque toma la decisión de dejar en un segundo plano las artes visuales en beneficio de su carrera junto a Blur. Una de las decisiones más importantes de su vida, según él mismo reconoce. Sus problemas con el alcohol también comienzan por esta época, donde acostumbraba subir a tocar en vivo muy borracho, al igual que sus compañeros”.
La fama le dio reconocimiento al grupo, pero remeció la personalidad retraída y sensible del guitarrista. “Coxon nunca se sintió del todo cómodo con la exposición mediática que trajo la fama. Los ambientes alternativos se ajustaban más a su personalidad y allí fue donde estableció lazos. Un momento interesante del libro es cuando se refiere a los sentimientos contradictorios que le generaban la popularidad del grupo. Gracias a su relación con una de las integrantes de Huggy Bear se movió dentro de la escena riot grrrl británica y a través de estas chicas, en las antípodas del entorno corporativo en que terminó enquistándose Blur, pudo conocer música que más tarde sería fundamental en el sonido de la banda”, apunta Hinojosa.
Y efectivamente, Coxon aquilata la explosión del britpop como uno de esos momentos únicos en que todo parecía posible, pero a la vez, una maldición. “Había una gran libertad y mucho que absorber en términos musicales, pero todo fue tragado por el vórtice del britpop (...) Para Blur la cantidad de tiempo que pasábamos grabando en el estudio se convirtió en una cansadora cadena de producción que dejaba poco espacio para el descanso y la recuperación”.
Todo acabó por explotar hacia finales de la década, tras lanzar el álbum 13 (1999). Allí cada uno de los integrantes de Blur exploró otros intereses, como Damon Albarn que comenzó a trabajar en Gorillaz, mientras que Graham Coxon lanzó discos en solitario. Pero la presión, la ansiedad y el abuso del alcohol le pasaron la cuenta. “Cerca del final del verano de 2001 me encontraba agotado y nada me importaba demasiado, menos yo mismo. Me había lanzado a una borrachera tan larga que era muy difícil salir de ella”. Así, debió internarse en una clínica de rehabilitación.
En general, se trata de un ejercicio de escritura honesta, sin pretensiones y que se lee fluido. Coxon demuestra tener un afinado sentido del relato, o al menos, se trabajó de una forma bastante convincente. Todo eso convenció a Hinojosa de publicar el material en español. “El impacto del britpop en nuestro país es innegable. La pasada versión de Fauna Primavera con Pulp y Blur como cabezas de cartel fue una muestra de que esta música ejerce todavía un gran atractivo en el público local. Y afortunadamente no es pura nostalgia: la música de Blur sigue sonando fresca y sus integrantes conservan esta misma frescura en su actitud y estilo. En ese sentido, no podíamos más que sentir un gran interés como editores por publicar este libro, el testimonio de uno de los protagonistas de la escena alternativa británica de los 90. Pero no solo eso: también el de un músico inquieto, que logró trascender al fenómeno britpop, desarrollando una carrera solista caracterizada por lo exploratorio y diverso”.
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