A Sam Smith (31) le gusta el drama. O al menos, lo teatral. Se hizo esperar para su entrada al escenario en su segunda presentación en Lollapalooza Chile tras su debut en 2019 (aquella vez en que lució una coqueta camisa de encaje y cantó a la misma hora que en este año). Dejó correr la introducción y entró de lleno a cantar la primera línea de Stay with me, el ineludible de su álbum debut In the lonely hour (2014), una canción de desamor que alguna vez definió como un “intento de hacer un himno para los solitarios”.
Un arranque emotivo, pero no incendiario. Dejando en claro que en su puesta en escena la clave está en su voz. Por eso prefiere el midtempo y los arreglos que destacan su voz, para desde allí construir el crescendo que marca el arco del show. Y también le permite lucir su vistoso outift, una chaqueta negra estilo militar, con corte a la cintura y unas llamativas (y enormes) charreteras de brillos. Complementado con una camisa, pantalón y corbata a tono; una bien trabajada barba, rematada con los mostachos hacia arriba, a lo caballero del siglo XIX; y un par de vistosos aros en cada oreja. El inglés se toma muy en serio eso que alguna vez dijo Giorgio Armani, que la elegancia no consiste en destacar, sino en ser recordado.
“Santiago, hello, welcome to the Gloria tour”, saludó tras cantar I’m Not The Only One, en referencia a su actual tour en que promociona su más reciente álbum titulado precisamente Gloria. Con su voz suave y unos cuidados modales se disculpa por el tiempo que pasó desde su retorno a Chile, para luego dejar en claro que “este show es sobre libertad, si se quieren sacar el top, sáquenselo, si se quieren desnudar, es un buen momento”, para seguir con Like a can, otro corte de In the lonely hour. Esta primera sección del show, es de las canciones más tranquilas y reposadas, con arreglos acústicos y que no sobrecargan en exceso la voz de Smith. El respetable, que llenó el sector del Banco de Chile Stage, coreaba cada canción.
Luego vino un primer cambio de vestuario, antes de interpretar Diamonds. Un sobrio beatle negro, complementado con pantalones pinza y unos enormes tacones a juego. Destacando una sola prenda, como manda el manual. Ha aprendido. Cuando Smith comenzó su carrera en 2012 vestía de forma más simple. Se contentaba con los básicos y no había mayor propuesta de diseño, telas o accesorios. Hoy, su estampa es parte de su propuesta y tiene muy claro el foco. “Me encanta el drama...como en el drama de la reina Isabel I. Ropa estilo Tudor, Fantasma de la ópera o como Liberace”, le dijo a GQ.
Poco a poco el show crece en intensidad. Con su suave voz barítono (se dice que su rango abarca algo más de dos octavas), suelta el soul contenido en How Do You Sleep?, acompañando con suaves movimientos de baile que desatan los gritos de su fanaticada. Siguen temas como Dancing With a Stranger, del álbum Love Goes (2020), acompañado por sus coristas y la delicada balada Good Thing, una pieza de su álbum debut, que esta temporada cumple una década desde su lanzamiento. Smith cuenta que es una canción que escribió sobre un amor perdido, lo que genera la respuesta del público, como un abrazo a un amigo que sufre. Smith sonríe. Su carisma y simpatía son naturales.
El momento a la vez marca otro cambio de vestuario. Esta vez sale a escena con un llamativo vestido negro largo, abierto al frente y la espalda, que desata el clásico grito de los fans “¡mijito rico! ¡mijito rico! nanananana”. Él, sonríe con una expresión suave. No se sabe si entiende lo que le dijeron, pero sí comprende que se trata de una muestra de aprecio de alguna clase. “Thanks”, devuelve. Le siguen otros como una chaqueta sin mangas y jockey, un enorme tapado peludo que evoca el arcoiris, la camiseta de la selección chilena (tal como lo hizo en Argentina luciendo la camiseta albiceleste) con el dorsal 7 y un corsé complementado en escena con una falda, pantimedias, guantes y un collar.
Desde allí se descuelga el momento más bailable del show, con temas como Gimme, la pistera Lose you acompañado por sus bailarines, Promises, su colaboración con el afamado Calvin Harris, que desatan los momentos de mayor euforia del público. Se pone un gorro de cowboy blanco, baila con pasitos cortos, lanza besos al público, coquetea, se desata a tono con lo que propone en esta parte del show.
En el tramo final del show pasan temas como I’m Not Here to Make Friends, con una cuidada coreografía celebrada por el público, Desire, su otra colaboración con Calvin Harris, hasta rematar con el sencillo Latch, el primero que le dio notoriedad, para dejar al cierre a dos temas de su álbum Gloria, la que da título al trabajo y el exitoso sencillo Unholy, que incluyó el último -y quizás más jugado- cambio de vestuario a tono con su videoclip.
Alguna vez, Sam Smith explicó al Mirror de Reino Unido que sus canciones siempre han sido sobre hombres de los que han estado enamorados. Es un romántico -y no binario declarado- que acomoda a su estilo la sensualidad del r&b, con un mensaje de aceptación y respeto por uno mismo que ha calado en las nuevas generaciones. Todo complementado por la puesta en escena, con un cuidado juego de luces, que acompaña cada segmento y permite generar dramatismo entre la luz y la sombra. Ese eje cruza su show, una de las buenas presentaciones de la jornada, con un espectáculo más desarrollado que en su anterior paso por Lollapalooza Chile, dando cuenta de su crecimiento como artista y su cada vez mayor confianza en sí mismo, lo que además busca transmitir en sus espectáculos. El drama es lo suyo.