Cuando Amy Jade Winehouse salió al escenario, el 18 de junio de 2011 en el Kalemegdan Fortress de Belgrado, la capital de Serbia, era apenas un remedo de su propia imagen. Vistiendo un corto vestido rayado, se paró con dificultad frente al micrófono, cruzó los brazos sobre su pecho e intentó cantar Just friends. Pero fue paupérrimo; olvidó parte de la letra y no lograba siquiera mantenerse en equilibrio.
Amy parecía no estar allí. El corista Zalon Thompson la ayudó a cantar Tears dry on their own e incluso le debió susurrar la letra de Some unholy war. La cantante trataba de seguir adelante, pero su mirada perdida y su postura contenida delataban que no estaba bien. Apenas afinaba -raro en ella- y no terminaba las canciones sin la ayuda de sus coristas.
Entonces vino el desastre. Las 20.000 personas presentes en el lugar perdieron la paciencia y comenzaron a pifiarla. Amy se tapó el rostro con sus manos para contener las lágrimas que la comenzaban a desbordar. Tras 40 minutos se retiró del escenario. No volvería a cantar en vivo nunca más.
Apenas unos días después, la tarde del 23 de julio, el guardaespaldas Andrew Morris encontró a Amy Winehouse inconsciente en la cama del dormitorio de su casa en Camden. Presto, llamó a los servicios de urgencia. Pero ya nada se podía hacer. “El Servicio de Ambulancia de Londres llamó a la policía a una dirección en Camden Square NW1 poco antes de las 16.05 horas de hoy, sábado 23 de julio, tras los informes de que una mujer fue encontrada muerta”, dijo la Policía Metropolitana de Londres en un comunicado difundido a los medios. Tenía 27 años.
Los últimos días y la muerte de Amy Winehouse
Aquel fue el desenlace para una decadencia lenta pero inexorable. Ese año 2011 apenas tuvo actividades porque simplemente no podía sostenerse en pie. Se suponía que la de Belgrado era la primera presentación de una gira europea que marcaba su regreso tras un período de actuaciones canceladas (incluida una en Coachella). La cantante había luchado contra las adicciones y aunque parecía estar mejor, la realidad fue mucho más cruda.
El arrollador éxito de Back to black, su celebrado álbum de 2006, fue a la vez una bendición y una maldición. Bendición, porque obtuvo reconocimiento y la volvió una estrella. La revista Time nombró a Rehab la mejor canción de 2007 y además la cantante obtuvo el prestigioso premio Ivor Novello por la misma canción (ya lo había obtenido por Stronger than me, de su primer disco). Además ganó 5 de 6 premios Grammy, aunque por problemas con el visado no pudo asistir a la ceremonia. Maldición, porque el éxito aparejó una mayor atención de los medios, justo en medio de su tormentosa relación con Blake Fielder-Civil.
Con este último, Winehouse comenzó a consumir drogas duras y no tardó en volverse adicta a la heroína. “Ella simplemente sonaba completamente diferente. Su personalidad se volvió más distante. Y me pareció que eso se debía a las drogas. Cuando la conocí fumaba marihuana pero pensaba que la gente que consumía drogas de clase A era estúpida. Ella solía reírse de ellos”, recordó su primer manager, Nick Godwyn, en charla con el sitio All that’s interesting. Pero su ánimo se vio afectado por el arresto y condena de Fielder-Civil por agredir al propietario de un pub e intentar sobornarlo para que no lo denunciara.
Así, la artista comenzó a hacer noticia por sus excesos. “Tiene sólo 24 años y seis nominaciones al Grammy, chocando de cabeza contra el éxito y la desesperación, con un marido codependiente en la cárcel, padres exhibicionistas con juicio cuestionable y los paparazzi documentando su angustia física y emocional”, escribió The Philadelphia Inquirer en 2007.
El calvario de Amy Winehouse entre la soledad y el alcohol
Tras negarse por largo tiempo, finalmente Amy Winehouse decidió entrar en rehabilitación. A duras penas logró sacudirse de las drogas duras e incluso dejó de beber por un tiempo. El entorno de la cantante, encabezado por el padre, Mitch, siempre defendió la idea de que su hija había dejado la heroína. Ello fue clave en la decisión de volver a la carretera.
Pero el problema mayor fue el alcohol. En 2011, Amy tuvo una recaída. “La gente se centra en las drogas, pero el mayor problema era el alcoholismo de Amy”, dijo a The Guardian el periodista Piers Hernu, quien conocía a la cantante. “Tuvo el peor efecto en su pequeño cuerpo. Básicamente cedió”.
Peor aún, debía ingeniárselas para beber sola. Como era reconocida cada vez que iba a un pub, trataba de salir solo los lunes o martes en la tarde, cuando la concurrencia bajaba. Pero la adicción era más fuerte. Poco a poco se fue alejando de sus cercanos y más de alguna vez le encargó las compras a los papparazzis que rondaban su casa. “Recientemente siempre estaba con dos porteros en lugar de dos amigos”, señaló Hernu a The Guardian. “La gente ya no se acercaba a ella, ella no hablaba con la gente. Simplemente se alejó cada vez más de su propio mundo”.
Su doctora de cabecera, Christina Romete, intentó mantenerla estable y trató de convencerla de llevar una terapia psicológica. Ella se negó. Así las cosas, debía tomar medicamentos para controlar la ansiedad. Pero fue inútil. Sola, ya divorciada de Blake (se separaron en 2009) y con un presente sombrío, Amy recaía y no lograba comprometerse con dejar el alcohol. Según Romete la cantante “estaba aburrida” y “realmente no estaba dispuesta a seguir los consejos de los médicos”.
La noche del 22 de julio de 2011, Amy Winehouse llamó a Romete. En la investigación posterior que buscó establecer la causa de muerte de la cantante, la doctora señaló que la cantante estaba “tranquila y (se sentía) algo culpable”. También le “dijo expresamente que no quería morir”. Además detalló que había intentado mantenerse sobria desde el 3 de julio, pero que había recaído pocas semanas después, el día 20.
Tras charlar un rato, la cantante le pidió disculpas a Romete “por hacerle perder el tiempo”. Luego se despidió y colgó. Fue su última charla telefónica. Rato después, se sentó junto a su guardaespaldas Andrew Morris y buscaron en YouTube algunos videos de sus primeras presentaciones. Según él, Amy reía de buena gana. Eran los buenos tiempos, cuando solo importaba cantar. A eso de las 2 am se fueron a dormir. Al día siguiente, en la mañana, Morris la vio en su cama. Intentó despertarla, pero no reaccionó. Pensó en dejarla descansar y no insistió.
Pasaron las horas y Morris no notaba actividad en la casa. “Seguía reinando el silencio, lo que parecía extraño”, recordó. “Estaba en la misma posición que por la mañana. Le revisé el pulso pero no pude encontrar ninguno”.
Amy Winehouse yacía en su cama, con varias botellas de vodka vacías esparcidas por el suelo. Fue entonces que Morris llamó a la urgencia, pero ya era tarde. El informe forense señaló que no había sustancias ilegales en su organismo cuando murió, pero se verificó que tenía un nivel de 416 mg de alcohol por 100 ml de sangre. Se estima que una dosis letal es de 350 mg. Ella la superó, tal como había superado el anonimato para volverse una estrella. Aunque en ello se le fue la vida.