“Ya sabes, lo que sea lo haré si tenemos que subir al techo. Pero, quiero decir, no quiero ir ... ¡Por supuesto que no quiero subir al techo!”, fue la respuesta del siempre cáustico George Harrison al agotado director Michael Lindsay-Hogg, cuando insistió ante The Beatles con su idea de filmarlos en una actuación en el tejado del edificio en el 3 de Savile Row. La historia es conocida, Harrison finalmente cedió y los Fab Four se subieron a la azotea para el rodaje de un momento legendario que corona la película Let it be.
Lindsay-Hogg trabajó junto al grupo durante el frío enero de 1969. Un año después, el material llegó a las salas como Let it be, la misma que en su versión original volverá a estar disponible desde el próximo 8 de mayo en una versión restaurada en la plataforma Disney+. Con esto se suma al documental Get Back, la versión de Peter Jackson, creada a partir de las cintas grabadas por Lindsay-Hogg.
Let it be, el colapso de The Beatles
En principio la idea era otra. Se trataba de un especial de televisión que tendría a los Beatles interpretando en vivo una serie de nuevas canciones que trabajarían durante enero de 1969. De alguna manera, era repetir la experiencia que hicieron en los rodajes de los filmes promocionales de los sencillos Hey Jude y Revolution, en 1968; presentarse en un entorno controlado, con público en vivo, pero no demasiado. Por ello, los Fab Four contrataron al mismo director, Michael Lindsay-Hogg, y reservaron los mismos estudios, Twickenham. Como se necesitaba material extra para el metraje, se decidió filmar los ensayos.
“La idea consistía en mostrar a The Beatles ensayando, improvisando, dando los últimos toques a su actuación y por último tocando en un concierto multitudinario. Mostraríamos todo el desarrollo del proceso”, comenta McCartney en The Beatles Anthology.
Y aunque los Beatles disfrutaron la experiencia de Hey Jude y Revolution, (no tocaban en vivo desde 1966), al momento de volver a Twickenham, pronto comenzaron los problemas. No solo debieron traerse equipo prestado desde los estudios Abbey Road para grabar los ensayos, poco a poco las tensiones afloraron. De alguna forma ya no eran los veinteañeros de sus inicios y la monotonía de ensayar una canción una y otra vez, les empezó a agotar.
“El rodaje fue un infierno -recuerda Lennon en la antología-. Cuando la película se estrenó mucha gente se quejó de que Yoko parecía disgustada. Pero ni el fan más incondicional de The Beatles habría soportado esas seis semanas de amargura. Fue la sesión más desagradable de la historia”.
“No es que no nos lleváramos bien -continúa Lennon-. Lo he comparado millones de veces con un matrimonio. y espero que la gente que no está casada o no tiene ninguna relación lo entienda. Fue una larga relación. Empezó muchísimos años antes que el público americano o inglés nos conociera (..) y lo que ocurrió fue que, por aburrimiento y por un montón de cosas más -[Brian]Epstein había muerto y los negocios no iban bien- tanta presión acabó con nosotros”.
“Lo que ocurrió, una vez allí -detalla McCartney- fue que mostramos cómo se produce la ruptura de un grupo. Aunque nosotros no nos percatamos de ello”.
De especial para la TV a documental sobre The Beatles
El punto de quiebre ocurrió el día siete de rodaje, cuando George Harrison decidió irse tras la pausa del almuerzo y anunció sin más que se retiraba del grupo. Había discutido con McCartney por un solo de guitarra, pero en realidad ya no soportaba la tensión y la poca voluntad de los demás para trabajar en sus canciones. Así lo muestra el documental Get Back, cuando él les muestra su canción All things must pass, y los otros se suman sin mucho entusiasmo.
“George se fue porque Paul y él estaban teniendo una acalorada discusión. No se llevaban bien ese día y George decidió irse, pero no nos lo dijo a John, ni a mí ni a Paul. Había habido cierta tensión por la mañana y las discusiones continuarían de todos modos, por lo que ninguno de nosotros se dio cuenta hasta que fuimos a almorzar que George se había ido a casa”, recordó Ringo Starr.
Ese fue el punto que desvió el curso del proyecto. Tras un par de reuniones privadas, George volvió al grupo bajo la condición de no continuar con el especial para la TV y concentrarse solo en grabar nueva música. Además, decidieron abandonar los fríos sets de Twickenham, para trabajar, mucho más cómodos, en su propio estudio del subterráneo de Saville Road. Además, para aprovechar todo el trabajo y el equipo de rodaje se reenfocó el trabajo.
“De la noche a la mañana pasamos de hacer un especial de televisión a hacer un documental”, recuerda Lindsay-Hogg en una charla con People. “Está bien, tienes que seguir adelante. Quiero decir, ¡estos son los Beatles después de todo! Supongo que podríamos haber parado, pero pensamos que habíamos puesto [todo este esfuerzo] en esto. Además, nadie había visto a los Beatles ensayar antes. Nadie había visto nunca cómo hacen música. Nadie había visto cómo interactúan entre sí de forma creativa”.
Testaruado, Lindsay-Hogg insistió en que el documental tendría que tener un gran final. Cuando todavía estaban trabajando en el especial televisivo, él les había sugerido la idea de grabarlo en un gran anfiteatro romano en Libia, con árabes de público y antorchas de fuego. Y aunque ya no lo harían (Ringo Starr fue el menos entusiasta con la idea), el cineasta comprendió que necesitaba algo más sustancioso para coronar el material.
“Sí, podríamos tener ensayos de The Long and Winding Road el día uno, el día cuatro, el día cinco... Es una gran canción, ¡todos deberíamos tener mucha suerte! -dijo el cineasta a People-. Pero a pesar de que eran los Beatles, las huellas en los neumáticos se estaban adelgazando un poco porque no íbamos a ninguna parte con estas cosas. Necesitábamos tener una conclusión del trabajo que habíamos estado haciendo. Me pareció que debíamos hacer algún tipo de actuación”.
Fue así que los Beatles aceptaron rodar la secuencia del concierto en la azotea para darle a Lindsay-Hogg el final que deseaba. En la película original, corresponde a la última media hora. “No fue exactamente lo que todos esperaban, pero realmente les encantaba tocar. Lo ves en la forma en que se miran cuando sonríen, en la forma en que armonizan entre sí y en la forma en que se llevan. Es realmente hermoso, lo que está pasando con ellos es especial”.
Pero como sucedía por entonces, los líos comerciales con la productora Apple retardaron todo. “Se dejó de lado porque Apple estaba implosionando y los Beatles se estaban fracturando. Los problemas eran financieros, pero luego los problemas financieros siempre se vuelven personales. Cosas que se habían estado gestando subterráneamente entre los cuatro explotaron. No lo olviden, habían estado juntos desde que tenían 15 y 16 años. Hubo varios rencores y viejos rencores, y entonces se separaron”.
Finalmente, el documental llegó a los cines en mayo de 1970, pocas semanas después de que la banda anunciara públicamente su separación. De allí a que quedó vinculado para siempre con el quiebre de los Fab Four, pese a que se había filmado un año y medio atrás. Al menos, les dio a los Beatles un impensado Oscar por mejor banda sonora.
Con el tiempo, Lindsay-Hogg, comprendió que el tono de su filme contribuyó a esa sensación, pero hasta hoy defiende su obra. “Let It Be salió un mes después de que dijeron que estaban rompiendo, entonces la gente decía: ‘Oh, es la película de la ruptura’. Bueno, no fue así”.