Los escritos de García Márquez sobre el Golpe de 1973, Allende y los chilenos: “Son los más simpáticos del continente”
En la crónica Chile, el golpe y los gringos, el colombiano se explayó sobre el país, Salvador Allende, el vino y los terremotos. Asimismo, el autor -de cuyo deceso hoy se cumplen 10 años- describió al ejército nacional como "el más sanguinario del mundo" en el texto publicado en 1974 en la revista Alternativa.
Una década se cumple de la muerte de Gabriel García Márquez, escritor colombiano ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982. El autor de Cien años de soledad y otras obras como El coronel no tiene quien le escriba, es considerado uno de los exponentes del boom latinoamericano y del realismo mágico, y una de las plumas más dotadas de nuestra era.
‘Gabo’, como le decían sus amigos y familiares, creó el mundo de Macondo y otras ficciones que a la fecha son clásicos de la literatura. La publicación póstuma de su novela En agosto nos vemos (2024) viene a poner fin a una prolífica carrera, que no solo incluyó historias propias de su imaginación, sino que también crónicas y reportajes periodísticos.
Comenzó a colaborar en el diario El Espectador, El Universal y posteriormente El Heraldo, despachando crónicas y cuentos. La historia de Relato de un náufrago, por ejemplo, la publicó en catorce entregas en El Espectador.
En 1974, Gabriel García Márquez fundó, junto a Enrique Santos Calderón, la revista Alternativa, un espacio de difusión para irrumpir en la escena mediática oficialista de Colombia, mediante la publicación de artículos sobre las luchas sindicales, la pobreza y otras manifestaciones populares. Su amistad con Fidel Castro y sus tendencias políticas lo ubicaban como una personalidad cercana a la izquierda.
Fue en esa revista donde publicó Chile, el golpe y los gringos, una crónica que narraba el antes, el durante y el después del golpe militar en Chile en 1973.
La cena
Con un lenguaje sencillo, Gabriel García Márquez relata para los colombianos y el resto del mundo la gestación del golpe de Estado en Chile. Su vínculo con el país se remontaba al arte, a su amistad con el poeta Pablo Neruda y al realizador Miguel Littín, y al respeto a la poeta Gabriela Mistral.
“A fines de 1969, tres generales del Pentágono cenaron con cuatro militares chilenos en una casa de los suburbios de Washington”, inicia el escrito de García Márquez. En esa reunión estaban presentes el coronel Gerardo López Angulo, el general Toro Mazote, el general Ernesto Baeza, Sergio Figueroa Gutiérrez y Arturo Troncoso, explica el colombiano.
Gabriel García Márquez señala esa velada como el inicio de la planificación del atentado a La Moneda cuatro años después. “Lo planearon en frío, como una simple operación de guerra, y sin tomar en cuenta las condiciones reales de Chile”, dice.
El escritor apunta sin miedo al Pentágono, a la Agencia de Inteligencia Naval estadounidense y a la CIA de monitorear el ánimo político del país. Gabriel García Márquez aseguró en su crónica que la Operación Camelot, llevada a cabo en 1965 en territorio chileno, dio datos claves a Estados Unidos para predecir los resultados de las elecciones presidenciales de 1973.
Los más simpáticos del continente
Antes de seguir explicando los vaivenes políticos de Chile, Gabriel García Márquez se detiene para describir al país y a su gente. Resalta, en primer lugar, el papel del cobre en la economía y la producción de vino. “También produce vinos tan buenos como los europeos, pero exportan poco porque casi todos se los beben los chilenos”, escribió.
“Tiene un promedio de un temblor de tierra cada dos días y un terremoto devastador cada tres años. Los geólogos menos apocalípticos consideran que Chile no es un país de tierra firme sino una cornisa de los Andes en un océano de brumas, y que todo el territorio nacional, con sus praderas de salitre y sus mujeres tiernas, está condenado a desaparecer en un cataclismo”, continúa en su texto.
Para los chilenos y chilenas también tenía palabras. “Son la gente más simpática del continente, les gusta estar vivos y saben estarlo lo mejor posible, y hasta un poco más, pero tienen una peligrosa tendencia al escepticismo y a la especulación intelectual (...) De tres premios Nobel de literatura que ha obtenido América Latina, dos fueron chilenos. Uno de ellos, Pablo Neruda, era el poeta más grande de este siglo”.
La cueca de Allende
Bajo el subtítulo de La última cueca feliz de Salvador Allende, el escritor relata la alegría del expresidente socialista al enterarse de que la Unidad Popular obtuvo un 44% de votos en las elecciones parlamentarias de 1973. “Era una victoria tan espectacular y decisiva, que cuando Allende se quedó en el despacho, sin más testigos que su amigo y confidente, Augusto Olivares, hizo cerrar la puerta y bailó solo una cueca”, redactó el colombiano.
De la felicidad del expresidente pasa a lo que llama el paro patronal, la paralización de camioneros que, según su crónica, financió la CIA. “Las urgencias de Chile eran descomunales. Las alegres señoras de la burguesía, con el pretexto del racionamiento y de las pretensiones excesivas de los pobres, salieron a la plaza pública haciendo sonar sus cacerolas vacías. No era casual, sino al contrario, muy significativo, que aquel espectáculo callejero de zorros plateados y sombreros de flores ocurriera la misma tarde que Fidel Castro terminaba una visita de treinta días que había sido un terremoto de agitación social”, sostuvo.
Al ejército chileno lo describió como el más sanguinario y brutal del mundo. “El ímpetu sangriento del ejército chileno le viene de su nacimiento, en la terrible escuela de la guerra cuerpo a cuerpo contra los araucanos, que duró 300 años (…) El mito del legalismo y la mansedumbre de aquel ejército carnicero había sido inventado en interés propio de la burguesía chilena (…) Salvador Allende se sentía más seguro entre los carabineros, un cuerpo armado de origen popular y campesino que estaba bajo el mando directo del presidente de la república. En efecto, solo los oficiales más antiguos de los Carabineros secundaron el golpe”, escribió García Márquez.
El golpe
Como una operación de guerra calificó el golpe de Estado de 1973. “Por fin, el 11 de septiembre, mientras se adelantaba la operación Unitas, se llevó a cabo el plan original de la cena de Washington, con tres años de retraso, pero tal como se había concebido: no como un golpe de cuartel convencional, sino como una devastadora operación de guerra”.
La verdadera muerte de un presidente es el título del último apartado de la crónica publicada en dos partes en Alternativa. La primera en marzo de 1974, y la segunda en septiembre de 1994. “La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado”, escribió el Nobel.
En la narración de García Márquez, Allende se aferra al arma que le regaló Fidel Castro y se defiende portando un casco de minero.
“Allende murió en un intercambio de disparos con esta patrulla. Luego, todos los oficiales, en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo (...) Había cumplido 64 años en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible. Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros y era de una galantería un poco a la antigua, con esquelas perfumadas y encuentros furtivos”, escribió Gabriel García Márquez.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.