Columna de Rodrigo González: Desafiantes, punto de quiebre para Zendaya
Esta es una historia de amor y erotismo filmada al ritmo de un demoledor partido de tenis por Luca Guadagnino, el mismo director de Llámame por tu nombre.
Esta película se quedó atascada en la implacable maquinaria de estrenos del año 2023 y no pudo abrir el Festival de Venecia debido a la huelga de actores y guionistas que en ese tiempo hacía temblar Hollywood. En ese sentido se la puede considerar una más de las tantas buenas producciones que hicieron del 2023 un excelente año para el cine. Sólo basta ver las nominadas y las recientes ganadoras de los últimos premios Oscar.
Si se hubiera estrenado antes habría tenido más de una nominación y hasta galardones. Por lo pronto, hay que reconocer el trabajo de Zendaya, una de sus tres protagonistas, y de Justin Kuritzkes, su prometedor guionista.
Pero además hay que atribuirle al realizador italiano Luca Guadagnino (Llámame por tu Nombre, 2017) el mayor de los méritos por darle intensidad, ritmo y matices a una historia que tal vez habría caído al despeñadero de lo común y silvestre en manos menos talentosas. Como mínimo, nunca se había filmado el tenis con este nivel de vehemencia: parece una coreografía musical o un combate cuerpo a cuerpo.
Desafiantes tiene sólo tres actores principales. Ellos son la causa y el efecto de todo lo que vemos. Si falta uno, la mesa queda coja. Si le agregamos un cuarto, las cosas cansarían. Es un perfecto trabajo en la escritura que se desarrolla al ritmo literal de un reñido partido de tenis y donde los errores no forzados de uno son la ventaja de cualquiera de los otros dos.
Todo parte en el presente, en un torneo challenger de tenis, es decir un certamen de categoría media. Aquí no están los mejores, sino que los aspirantes o los que aguna vez fueron buenos, pero pasan un mal momento. Es el caso de Art Donaldson (Mike Faist). Desde la tribuna, su esposa y entrenadora Tashi Duncan (Zendaya) observa con preocupación como va perdiendo puntos ante un jugador de segunda línea llamado Patrick Zweig (Josh O’Connor).
Utilizando una solución narrativa que luego se hará habitual, la historia hace un flashback y vemos a Art y Patrick con bastantes menos años, menos músculos y más inocencia. Son amigos entrañables, suelen ganar en dobles y quién más futuro tiene en el deporte no es Art, sino que Patrick.
En un torneo junior en que participan quedan deslumbrados por Tashi, en ese momento la mayor promesa del tenis en Estados Unidos y ambos se enamoran al mismo tiempo de ella.
Desde ese momento la trama avanza y retrocede a partes iguales, construyendo de a poco la historia de un triángulo que casi siempre se mueve al ritmo de lo que quiere Tashi. Paralelamente Guadagnino muestra el match en tiempo presente de los dos tenistas, agobiados por la intensidad del rival, equivocándose, celebrando, golpeando la raqueta, aturdidos por el juego.
Una historia de amor y de erotismo puede ser un extasiante partido de tenis parece querer decir el realizador y vaya si lo sabe comunicar. Mención extra merece la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross, poderosa, a veces abrumadora, pero nunca anónima.
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