“Toquemos al tiro”, respondieron sin demora los jóvenes integrantes de Los Bunkers cuando Álvaro Henríquez les preguntó cuándo tocarían juntos. Corrían los primeros años 2000, el exlíder de Los Tres estaba forjando el sonido de su nueva banda, Pettinellis, mientras que el quinteto comenzaba a hacerse un nombre a punta de una intensa agenda de tocatas en bares de la capital, además de publicar su primer disco homónimo en el otoño de 2001.
En una de esas noches, Henríquez llegó a verlos. Se les acercó al finalizar la presentación y tras lanzarles sin más la idea de tocar, acabaron enchufando los equipos y se largaron con oscuras canciones del repertorio de The Beatles y otros temas olvidados de antaño. Nunca habían tocado juntos, ni habían cruzado palabra alguna (salvo con Mauricio Basualto en el underground penquista de los 80′), pero al poco rato notaron que compartían una intensa melomanía y el interés por los detalles mínimos que definen a una canción. Así surgió un vínculo.
Una relación que se comenzó a afianzar en juntas de tiro largo, donde el lenguaje común era la música. “El Álvaro nos invitó una tarde a su casa -rememoró el baterista Mauricio Basualto en una entrevista con Rolling Stone en 2003-. También estaba Buddy Richard. Y deben haber sido seis, siete horas, en que no hicimos nada más que tocar guitarra (...) el Álvaro quería pillarnos y nos tiraba las canciones más raras, pero las sabíamos todas”.
Por entonces, al periodista Mauricio Jürgensen, a cargo de las críticas de discos en La Tercera, le llegó un paquete a la redacción. “Era del sello Big Sur y tenía dos discos, uno de Bitman y Roban y otro de un grupo que se llamaba Los Bunkers, que lo miraba como una incógnita. Me encantaron, tenían sonido de una banda debutante, con muy buenas canciones y era impresionante que tuvieran más de una buena canción. Lo que sí era súper evidente, y no me parecía que fuera necesariamente malo, es que tenían un sonido similar a Los Tres. Ahora, eso también es interesante analizar, porque tampoco es que copiaran la forma de escribir, pero había una impronta, un gusto por esa cosa brit que era muy de Los Tres, aunque uno también puede decir que que también sonaban como los Santos Dumont. La primera crítica a ellos que salió en un diario grande, fue la mía”.
Poco después, Álvaro Henríquez encaró su primer trabajo discográfico tras el final de Los Tres. Se encerró un mes en Estudios del Sur para llevar adelante la producción musical del álbum tributo a Violeta Parra, Después de vivir un siglo. Ahí no solo despachó la primera grabación de Pettinellis (su lectura destilada de blues a lo Elmore James para Arriba quemando el sol), sino que además invitó a bandas jóvenes, entre estas, Los Bunkers, quienes se anotaron con una extensa y psicodélica interpretación de Gracias a la vida sazonada con el canto del teclado
En una entrevista con La Tercera, publicada en septiembre de 2001, Henríquez señaló que a pesar a sus aprensiones iniciales (“pensar que de repente no me van a pescar los grupos, que quizás la mitad me iba a odiar”), la experiencia de trabajar con artistas más jóvenes le dejó una sensación agradable. “Quedé sorprendido de lo profesionales que son, lo responsables”.
A cargo del proceso de masterización de ese disco tributo, estuvo el ingeniero y productor Joaquín García. Profesional de larga trayectoria, en los noventa trabajó con bandas como Canal Magdalena, Solar, Los Tetas, entre otros. Ya conocía a Los Bunkers, porque masterizó su primer disco homónimo, el mismo que tuvo a Mauricio Melo y a Carlos Cabezas en la producción musical.
“Ya los había escuchado un poco en la radio -recuerda al teléfono con Culto-. Cuando tuve acceso a las mezclas, la impresión que me quedó es que estaban decantando una tradición como de rock inglés que se venía ya generando desde hace un buen tiempo en Conce. Eran un poco hijos de la veta de Los Tres, de Santos Dumont, ahí también estuvo la mano de Mauricio Melo y de Carlos Cabezas, que tenía un cierto vínculo con Los Tres también”.
Una canción de lejos
Ese 2001 fue un año clave para Los Bunkers. No solo publicaron su primer disco y pudieron participar en el tributo a Violeta Parra, también fueron invitados por Álvaro Henríquez a tocar en la Yein Fonda, el clásico evento de Fiestas Patrias patentado por Los Tres, y que en esa temporada se realizó en la Terraza Caupolicán del cerro Santa Lucía. Una noche en que el quinteto era la banda más joven y emergente, entre un cartel que reunía a viejas glorias como Pepe Fuentes, Lalo Parra, entre otros.
Mauricio Jürgensen acudió a la Yein Fonda en aquella ocasión y vio en vivo a Los Bunkers, quienes fueron presentados por Henríquez en el escenario. “Recuerdo que ellos andaban juntos. Se notaba que eran muy buenos músicos, pero medios desconfiados, no muy buenos para hablar. En ese momento, Henríquez era un poco el padrino de ellos, un rol que, conociéndolo, le debió haber acomodado”.
De allí que, tras acumular tocatas, una experiencia en el estudio, e incluso la recomendación de un músico para Pettinellis (el bajista Pedro Araneda), Los Bunkers se decidieran a convocar a Henríquez como productor musical para su segundo álbum, Canción de Lejos. Un momento clave para el grupo, pues firmaron por una major, Sony Music y se esmeraron en producir un álbum de buena factura. “Me acuerdo que en esa época Henríquez les tiraba muchas flores, porque era lo obvio de hacer y porque además él también estaba involucrado -apunta Jürgensen-. Los había metido a la Yein Fonda, los convocó al tributo a Violeta, y ese vínculo de productor se trasladó a Canción de Lejos, que para mí es un discazo de Los Bunkers, aunque quizás lo único malo que tiene es que no suena tan bien”.
Como sea, en Canción de Lejos, el grupo trabajó un set de composiciones variadas entre las que destacó Miño, un tema inspirado en el obrero y militante del PC del mismo apellido, quien a modo de protesta se inmoló frente a La Moneda, en noviembre del año 2001. La canción, que le gustó hasta a Paul McCartney, fue el primer sencillo del álbum, y hasta hoy es una de las más populares de la banda.
Con los años, los músicos de Los Bunkers han reconocido el oído del exlíder de Los Tres para hacer de una buena canción, un hit de alcance transversal. “Álvaro Henríquez aportó mucho en simplificar el tema: la introducción tenía más acordes y él lo simplificó para que fuera más directo -contó el guitarrista Mauricio Durán a este medio hace un tiempo-; y también creo que en la parte sonora le dio una importancia, un carácter bien acústico a la forma en que sonaba la batería y las guitarras. Fue un aporte bien valioso de él al momento de producir”.
El periodista Sergio Cancino aquilata el aporte de Henríquez en ese momento de la carrera del quinteto. “Más allá de las contribuciones musicales, que Mauricio Durán detalló en su libro (NdR: Canción para mañana, Planeta), creo que Henríquez sirvió para validar a Los Bunkers en las radios que todavía no se atrevían a tocarlos. Yo trabajaba en FM Tiempo y discutíamos sobre la incorporación a la programación de nuevos artistas chilenos, como Jirafa Ardiendo, Leo Quinteros y Los Bunkers. Recuerdo que al director le gustaba la música de Miño y la comparaba favorablemente con Last Nite de The Strokes, pero consideraba que la letra era ‘muy comunista’. El nombre del líder de Los Tres en los créditos y el apoyo de Sony Music fueron decisivos para la difusión de una canción que hoy es un himno”.
Matar al padre
Y aunque Canción de Lejos permitió potenciar a Los Bunkers, fue el preludio de un momento decisivo. “Creo haber escrito que lo que le faltaba al grupo era matar al padre, simbólicamente hablando. Básicamente desprenderse de esa referencia tan nítida (de Los Tres) y poder eventualmente encontrar un propio camino”, recuerda Mauricio Jürgensen. “Ya a la altura del disco La culpa (2003), el grupo se desprende de una manera muy evidente. Yo los fui a entrevistar a la Sony en esa época y me sorprendió verlos a todos como con chaleco de lana, el pelo un poquito más largo y bigote. Era una poco sutil estrategia del sello, pero en el fondo una estrategia en la dirección correcta, cortarlos de raíz de esa influencia”.
Pero ese corte más evidente con la raíz de sus primeros trabajos, no se acotó solo al aspecto. La música del grupo se volvió mucho más consistente y en La culpa concretaron una interesante propuesta que combinaba el lenguaje del rock, el folk estadounidense y el sonido de los instrumentos latinoamericanos. Algo así, como su lectura personal de la estética de la Nueva canción chilena, en clave de rock; una suerte de mano a mano entre Bob Dylan y Patricio Manns, como lo definieron ellos mismos.
El ingeniero Joaquín García volvió a trabajar con Los Bunkers en la masterización del disco La Culpa. “El salto entre el primer y el tercer disco para mí fue sorprendente, por el crecimiento artístico que habían tenido, la madurez en cuanto a las composiciones, la inclusión bien directa del conocimiento profundo del folclore chileno, son cosas que en el primer disco no estaban. Si bien, Los Tres ya lo estaba haciendo con la cueca, me dio la impresión que ellos estaban abarcando un un legado folclórico chileno más amplio. Además, yo recuerdo que ellos participaron en el proceso de masterización, dando opiniones, pimponeando, cosa que no es tan habitual”.
Por su lado, Jürgensen suma un matiz. “Hay que decirlo, Los Bunkers, más allá de esta odiosa comparación que al comienzo, creo yo, era justa, es un grupo que aprendió muy rápido a hacer muy buenas canciones. En La culpa ya hablábamos que estaban haciendo temas a otro nivel, que nadie estaba haciendo en esos días. Yo me atrevería a decir que en el mundo del rock chileno, desde los hermanos Durán hasta Cristóbal Briceño, probablemente no hubo otra gran firma rockera”.
El reencuentro
Con los años, la relación se entibió. Los Bunkers continuaron por su lado, aprendieron a producir sus discos por su cuenta y extendieron su carrera con una exitosa presencia en México. Henríquez tuvo duras palabras para con ellos cuando anunciaron su receso en 2014. En un show en México, y luego de un sismo sucedido en Iquique, comentó: “Tenemos dos noticias buenas que anunciarles: que no murió nadie en el terremoto del norte y que por fin se separaron Los Bunkers”. Además agregó que le gustaba apenas “media canción” de sus coterráneos.
Sin embargo, con el tiempo matizó y se quedó con lo más sustancioso. “Yo los ayudé harto (a Los Bunkers) al comienzo -dijo a este medio en agosto de 2023-. Éramos bien amigos y yo creo que esa amistad todavía sigue, no nos hemos visto en años, pero son una gran banda y me alegra mucho de que les haya ido bien, que hayan llenado todos los estadios y eso. El otro día me encontré con los hermanos López en el aeropuerto en México. Y nos vimos, nos dimos un abrazo y ‘puta, qué gusto verte’. No nos veíamos hace años. Entonces, prevalece la amistad, la cercanía y el respeto. La música que hacen ellos es muy buena”.
Con ocasión del regreso de Los Tres con su formación original (la “revuelta” como le llaman), se produjo el reencuentro con Los Bunkers durante de los ensayos de la participación de ambos conjuntos en la apertura de los pasados Juegos Panamericanos. Tras terminar, se reunieron en el pasillo de camarines, en la zona norte. Según testigos del hecho, el cara a cara fue pura camaradería y buena vibra. Se saludaron y conversaron relajados, en un verdadero hito para el rock chileno, dejando atrás las diferencias públicas que alguna vez tuvieron y que por años mantuvo las relaciones congeladas.
Este fin de semana, tanto Los Tres como Los Bunkers van a hacer presentaciones que se perfilan como históricas para la música chilena. Los primeros, con cuatro fechas en el Movistar Arena, mientras que los segundos cierran su gira de regreso Ven aquí, con dos masivos conciertos en el Estadio Nacional, los que tendrán algunos momentos muy emotivos, además de un ambicioso montaje escénico de nivel internacional.
Por su lado, Sergio Cancino, aquilata el hito. “Es relevante como celebración del legado del rock chileno, con exitosas presentaciones masivas de dos bandas de generaciones consecutivas. A nivel de industria, en medio del dominio del sonido urbano, aporta una saludable diversidad musical a la escena local. De paso, podría abrir el apetito para la reunión de otros grupos clásicos, como La Ley, y el retorno de iniciativas similares a la Cumbre del Rock Chileno”.
Desde su vereda, Mauricio Jürgensen analiza lo que ocurrirá este fin de semana. “Son varias las lecturas. Uno de que ambos grupos recogen honores y visibilidad que merecieron, porque claramente son las mejores bandas de los 90′ y de los 2000, es muy merecido. Pero hacerlos competir, me parece un poco odioso, porque al final responden a épocas distintas, la pausa de Los Tres fue mucho más grande, haber articulado eso fue mucho más complejo, las relaciones internas de ambas bandas también fueron muy distintas, es decir, no son comparables. Y lo otro que me hace pensar es que las grandes noticias del rock chileno sean los retornos de estas dos bandas, ¿dónde está el rock con nuevos exponentes hoy día?¿qué pasó con todo lo demás? Sí, es cierto que cambió Chile, es cierto que cambiaron las plataformas, los consumos, pero uno tiende a preguntarse ¿dónde están los protagonistas hoy día? O sea en 20 o 30 años ¿a quién de esta época podemos esperar que se reúna para generar algo parecido? ahí me quedo colgado”.