Sergio del Molino: “En el mundo contemporáneo, los políticos sucumben devorados por masas sedientas de justicia”
El escritor español habló con Culto sobre Los alemanes, flamante ganadora del Premio Alfaguara de Novela. Es un relato en plan familiar sobre los descendientes de los alemanes que llegaron a España como refugiados durante la Primera Guerra Mundial, y cómo sus posturas y acciones terminaron salpicando a sus herederos del siglo XXI. Además, habló de literatura, la cultura de la cancelación, y su mirada sobre el reciente episodio que sacudió a Pedro Sánchez, en España.
Durante 1916, el viejo mundo se desangraba con la Primera Guerra Mundial, y el conflicto llegó a las colonias europeas en Asia y África. En ese contexto, un grupo de alemanes pertenecientes a la posesión germana de Camerún se entregó a las autoridades españolas en Guinea. Como país neutral, España los acogió, y en dos barcos llegaron a instalarse en Zaragoza, donde armaron un micromundo.
Años después, ya en la década del 2020, sus descendientes españoles son quienes aún viven con la sombra de “los alemanes de Camerún”. Tras la muerte de uno de ellos, Gabi Schuster, sus hermanos menores, Eva y Fede, comienzan a experimentar el hecho de que quizás no pueden escapar de los pecados de sus ancestros. Incluso, aparece un misterioso personaje, un israelí llamado Ziv, quien le pregunta a Eva: “¿Está segura de que su familia no puede hacerle daño?”.
Así transcurre Los alemanes, la última novela del escritor español Sergio del Molino y que acaba de llegar a Chile vía Alfaguara. Se trata de la flamante ganadora del Premio Alfaguara de Novela. En sus páginas, Del Molino desarrolla una historia a partir de la desconocida anécdota de los alemanes de Camerún en España. “Siempre quise escribir una novela familiar, y tenía en la recámara esta historia de los alemanes de Camerún que había investigado hacía 15 años. Había hecho unas crónicas, lo había investigado con profundidad, y había trabado amistad con algunas de las familias de los alemanes, así que conocía bastante bien la historia”, comenta Del Molino a Culto vía Zoom.
“Poco a poco se fue imponiendo esta historia para poder contar esa novela familiar, de una familia un poco extraña, que vive en un país imaginario. Esto me permitía tratar mis obsesiones acerca de la identidad, el desarraigo y de la construcción de patrias, que son temas que he abordado bastante en otros libros”.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Siempre estoy escribiendo, para mí es muy natural. Lo que primero hice fue componer la escena del cementerio alemán, que abre la novela. Para mí, los espacios son muy importantes. Orhan Pamuk, en una serie de conferencias que dio sobre el arte de la novela, dijo que la novela realmente es un género de espacios, no de personajes. Que lo que queremos contar con una novela es el espacio, que suele ser una ciudad, un país, un barrio, un paisaje y ponemos a los personajes a moverse en ese espacio para poder narrarlo, para poder construirlo. Bueno, pues en mi caso eso pasó con el cementerio alemán. Es un espacio de mi ciudad que conozco muy bien, me sé todas las lápidas, absolutamente todo. Es un espacio muy peculiar que representa muy bien la rareza de la relación que tiene la cultura alemana con la muerte. Entonces, en cuanto tuve clara la escena del funeral, la novela se presentó sola.
¿Desde ahí entonces comenzó a escribir algo de manera improvisada?
Claro, dejo que la propia escritura desarme la planificación. Yo escribo para saber qué es lo que pienso y para que el pensamiento se aclare y las propias ideas e imágenes vayan surgiendo durante la escritura. Con lo cual tengo que tener un margen de libertad muy grande. Tengo una idea somera, una idea esquemática de lo que va a suceder, pero no planifico en exceso, intento que la escritura me vaya sorprendiendo. También te digo que la novela que tú has leído es fruto de muchas reescrituras. Mi verdadero trabajo como escritor no es la escritura en sí, que es avanzar brumosamente, sino que reescribir y editar.
Usted usa como punto de inicio a los alemanes de Zaragoza, ¿qué le llamó la atención de esa historia?
Fundamentalmente lo desconocido, el hecho de que nadie le hubiera prestado atención. Cuando descubrí la historia pensé que habría bibliografía, que habría un montón de estudios, que ya habría novelas, que habría películas, que habría de todo. Y me sorprendí muchísimo cuando vi que nadie le había prestado atención a este asunto. Entonces, había casi una obligación de escribir, porque no podía volverlo a enterar una vez descubierto. Con el tiempo se fue descubriendo como una historia muy afín a mí, porque estos alemanes son absolutamente inclasificables. ¿Son refugiados?, en realidad no son refugiados. ¿Son exiliados?, pues tampoco son exiliados, pero lo son, nominalmente lo son. ¿Son inmigrantes? tampoco se comportan como tales, en realidad son más explotadores de inmigrantes que otra cosa. Son gente que podían haber despertado la conmiseración de los demás, pero en realidad se hicieron nazis, con lo cual se hicieron verdugos en lugar de víctimas. Tienen una ambivalencia, son tan escurridizos a la hora de dejarse de clasificar que me parecen muy seductores. Eso permite que proyecte en ellos buena parte de mi ambigüedad, y de las dudas que tengo respecto a mí mismo y a mi propia identidad. Hay un personaje en la novela que es Fede, en el cual yo he proyectado algunas de mis incomodidades, exacerbándolas bastante.
Esta novela aparece narrada desde varias voces. ¿Por qué le interesó el ejercicio?
No podría ocupar un narrador en tercera persona, porque tendría que ser omnisciente o parecerlo, y yo no creo en los narradores omniscientes. Creo que nunca han existido, creo que ningún narrador omnisciente lo ha sido realmente. Es un trampantojo que a mí me cuesta mucho creer. A mí me interesa mucho la primera persona. Cuando alguien me cuenta una historia, me interesa saber quién me la cuenta, qué sabe, desde qué punto de vista y qué ignora. Y me parece que averiguar los límites del narrador es un ejercicio muy interesante, tanto de lectura como de escritura, porque eso configura la historia. Y esto es lo que quería dejar en claro, no para provocar una reflexión meta literaria, ni para hacer un juego banal sobre este asunto, sino para permitir que el lector sea el narrador real de la historia, el que al final complete todos los arcos y todas las miradas. Que el lector sea quien maneje todas las claves, el que sepa todo y el que supere en conocimiento a todos los personajes. Me parecía que era una buena manera de que el lector se introdujese en el universo de los Schuster.
Hay un personaje judío, Ziv, que es uno de los “malos” de la historia, que chantajea a Eva. ¿No le preocupó que lo acusaran de antisemita?
No me preocupa en absoluto. No. Yo creo que cada uno tiene que escribir como quiera. Además, sería muy gracioso que me achacasen antisemitismo cuando, en general, soy bastante filo judío. De hecho, una de mis obsesiones intelectuales es el judaísmo. Me parece muy fascinante la postura ambigua y de doble de cara que pueda tener Ziv, es el malo, pero sus razones son buenas. Tiene un espíritu justiciero, puedo entender su pulsión cazanazis, de no perdonar jamás a los nazis y de perseguirlos allá donde sea, pero es un ser corrupto, es un ser amoral, es un ser abyecto en muchos sentidos, capaz de cualquier cosa para lograr sus objetivos y es profundamente corrupto. Entonces, esas dos vertientes me parecían interesantes. Yo creo que una acusación de antisemita sólo podría venir de una lectura profundamente malintencionada o profundamente desinformada, y ante eso no tengo nada que decir.
A Eva -una política en ascenso- la acusan de un “pasado nazi” y le reprochan su vínculo con la industria cárnica, ya que su familia alemana hizo fortuna con las salchichas. ¿Hay ahí un llamado de atención hacia los sectores que usan el veganismo u otros activismos para “cancelar” personas?
Es un rasgo del mundo moderno. En el mundo contemporáneo, los políticos sucumben devorados por masas sedientas de justicia. Un amigo mío lo llama la “causacracia”, o sea, el poder de las causas, el creer que alguien que defiende una causa justa está legitimado absolutamente para todo. Que todo se puede justificar en su nombre. Y ese es un rasgo contemporáneo. Evidentemente, los políticos y las figuras públicas caen de esa forma, por esa forma de acoso que no es más que un auto de fe, una forma casi de justicia religiosa y fanática que hoy se da con mucha frecuencia. Pero a mí lo que me interesaba de Eva, es la idea de una política que intenta luchar por todos los medios por ser íntegra, aunque el mundo se lo pone muy difícil. Intenta todo el tiempo estar a la altura moral que ella se ha exigido y lo tiene muy difícil. Ya me parecía que podía resultar muy verosímil y podía estar muy bien dentro de la novela.
Hablando de la ética en la política. ¿Qué opina de lo ocurrido recientemente con Pedro Sánchez y la situación de su esposa que incluso lo hizo pensar en abdicar?
Pues, mi problema es que seguí ese episodio desde Latinoamérica. Lo seguí como espectador sin poder palpar las reacciones del país, ni poder saber qué pensaban mis amigos que están en la política y en el periodismo, y que podrían haberme dado más claves, pero lo seguí con muchísima perplejidad. No entiendo la maniobra, más allá de un intento desesperado por llamar la atención -que le sale muy bien a Pedro Sánchez- y de centrar el debate político sobre su persona, en un momento en que probablemente estaba perdiendo protagonismo. No creo que fuera una maniobra de distracción sobre su esposa, aunque lo dijera, creo que tiene más que ver con las elecciones catalanas, porque no parece que haya nada realmente contra Begoña, su mujer, más allá de algo poco decoroso, pero ilegal parece que no hay nada. Eso sí, podría haber sido un pecado contra la elegancia y probablemente sea reprochable, pero desde luego no es nada de calado como para hacer peligrar a un gobierno, ni para poner en cuestión la legitimidad del mismo.
¿Y qué piensa de él?
Cada vez me resulta más difícil entender a Pedro Sánchez. Es un político imprevisible, me consta que no le entienden sus colaboradores más cercanos. Es una persona con un estilo de gobernar muy personalista, confía en muy poquita gente, tiene un círculo íntimo muy, muy privado en el cual ni siquiera entran los ministros, y fuera de ese círculo nadie entiende ni es capaz de esperar cuáles son sus motivaciones. Sabemos que tiene un gran talento de supervivencia, una gran capacidad para centrar el discurso sobre lo que él hace y lo que él dice, pero más allá de eso, yo no lo entiendo, no sé por dónde puede ir. Ahora, es cierto que en Cataluña hay unas elecciones este domingo, que iban a ser muy importantes, muy decisivas, de las que se estaba hablando mucho, de las que dependía el futuro político de todo el mundo, y de repente han dejado de hablarse, no existen esas elecciones. Yo creo que la maniobra de Pedro Sánchez iba más por ahí, para intentar desmontar o desinflar esa bola que estaba creciendo en torno a Cataluña.
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