Columna de Daniela Lagos: Eric, monstruos reales
En la suma y la resta, una serie de Netflix que se deja ver y que tiene momentos e ideas interesantes, pero que no logra convertirse en la gran producción que podría haber sido, hablando de los monstruos reales que caminan por las calles y que se pueden manifestar en cualquier momento.
Probablemente hay pocas premisas que generen más terror, sobre todo en aquellos que tienen hijos. Una historia que empieza con un niño desaparecido, un chico que sale de su casa pero no llega al colegio. Que en unas pocas cuadras parece desvanecerse, y todo el mundo se viene abajo.
Ese es el punto de partida de Eric, miniserie de seis episodios estrenada en Netflix, y que se instala en Nueva York en los años 80, en una casa que antes del gran terremoto privado que significa la desaparición de un hijo, ya venía con problemas.
El padre, Vincent (Benedict Cumberbatch) es un titiritero y creador de un programa muy al estilo Plaza Sésamo. Con problemas de adicciones, un ego enorme y una paciencia muy corta, está al límite de la tolerancia de todos en su trabajo y también de su esposa (Gaby Hoffman), con quien se enfrasca en peleas constantes y muy duras.
Así, cuando su hijo desaparece una mañana, la poca sanidad que parecía quedar, se derrumba. Vincent se pierde en el alcohol y empieza a tener conversaciones con un monstruo, una creación de su hijo, que está seguro será la clave para encontrarlo.
Sin duda uno de los grandes puntos de la serie es Cumberbatch, un actor de renombre que está a la altura del desafío, aunque esto significa que es un protagonista con el que es casi imposible empatizar, mientras se va cada vez más profundo sumergiendo en el alcohol y en la incapacidad de escuchar a alguien.
Su actuación está al centro de un elenco de buenas interpretaciones y de historias que van entregando giros y revelaciones por goteo, y que si bien proporcionan entretención y también angustia, no logran que la producción termine de convertirse en una gran serie.
En su todo, la serie se siente falta de norte y, por eso, intentando meter demasiados elementos y comentarios (sobre adicciones, problemas mentales, racismo, sexualidad, corrupción y más) en una historia que se diluye y al final no dice demasiado de nada, mientras la manifestación externa (el monstruo Eric) de los tormentos internos del protagonista a ratos parece más una choreza que un elemento de real importancia.
En la suma y la resta, una serie que se deja ver y que tiene momentos e ideas interesantes, pero que no logra convertirse en la gran producción que podría haber sido, hablando de los monstruos reales que caminan por las calles y que se pueden manifestar en cualquier momento.