Crítica de discos de Marcelo Contreras: Bon Jovi, Silvio Rodríguez y Bernard Butler siguen siendo únicos
Las novedades discográficas de la semana apuntan a los clásicos, con discos que cumplen con el estatus de sus protagonistas. Por ejemplo, Bon Jovi y Silvio Rodríguez despachan obras que, sin brillar con desmesura, iluminan el camino de su adultez creativa.
*Bon Jovi - Forever
En 40 años, la música de Bon Jovi ha mutado desde odas al amor emponzoñado -Bad medicine se inspiró en un amorío del guitarrista Richie Sambora con una prostituta-, a una fase que arrancó con This house is not for sale (2016) seguida de 2020 (2020), donde el líder reflexiona sobre las relaciones interpersonales, sueños, contexto social y nostalgias. Forever continúa en ese camino, en tanto expone en qué condiciones está Jon Bon Jovi, tras operarse las cuerdas vocales en 2022.
Los resultados son bastante decentes, considerando el desgaste de un profesional con décadas de giras mundiales y álbumes. En Waves, por ejemplo, la voz luce firme y con algunos tintes del antiguo fulgor. Sin embargo, el público (y el propio cantante por cierto) deben asumir que el calendario cobra un precio, y que no cabe pecado alguno en acomodar el material, como lo han hecho otras grandes estrellas de la talla de Robert Plant, Elton John y Bono, entre tantos.
Por otra parte, Forever constata la cojera compositiva que afecta a la banda desde la partida del histórico guitarrista; las canciones carecen de la química de antaño. No es un mal álbum, los fans lo disfrutarán como lo mejor que puede rendir el astro de New Jersey bajo estas condiciones. Pero el círculo sólo se cerrará cuando regrese Richie Sambora.
*Berard Butler - Good grief
Al igual que Johnny Marr, Bernard Butler es un dios británico de la guitarra que llevó al instrumento a las dimensiones de una catedral, cuyas habilidades como cantante son más bien promedio. Este es apenas el tercer álbum solista desde People move on en 1998, aún cuando el ex guitarrista de Suede ha tenido suficiente trabajo desde que rompió con los pioneros del brit pop hace ya 30 años, sea colaborando con Marc Almond o produciendo joyas de la corona de este siglo como Rockferry (2008), el magnífico debut de Duffy, en un currículo colmado.
Good grief parece la obra de un artista de mayor edad y recorrido que Butler, de 54 años. Desde Camber sands, con su fondo orquestal in crescendo como un rápido amanecer, descienden una dramática trompeta, guitarras, piano, suave batería y violín, para una balada que torna hacia el soul, donde el músico se expresa cómodo, sincero, con un fraseo de ligero acento declamatorio, que corona perfecto la majestuosa orquestación. Deep emotions es la voz de un cantautor clásico que va tejiendo guitarras acústicas, palmas, percusión y dramáticos violines, mientras Butler dibuja melodías litúrgicas. En general, la mayoría de las canciones sufren una metamorfosis natural que permite al músico desplegar sus habilidades orquestales. Pero es el hecho de haber encontrado una voz auténtica, el mayor triunfo de este álbum.
*Silvio Rodríguez - Quería saber
El astro cubano de 78 años, figura central de la canción de autor en nuestro idioma, presenta este vigésimo segundo título, con material grabado entre 2019 y 2024. Sólo el último corte, Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena, proviene de un proyecto de los 70 para musicalizar la obra “del poeta y revolucionario de los años 30″, según cuenta en su sitio web; el resto es material contingente para una persona de la tercera edad. “Cuando se van los hijos, los nietos y el futuro -canta acompañado solo de su guitarra en Nuestro después-, nos quedan acertijos, nos mira el lado oscuro”.
Quería saber reúne los puntos cardinales de la obra de Silvio Rodríguez, acompañado de numerosos instrumentistas desplegados en un arsenal acústico, con la música gestándose por capas en movimientos de gran elegancia.
América, la pieza inaugural, ofrece una dinámica entre fusión y progresivo -la métrica irregular, los ornamentos-, que redundan en una mini epopeya a la altura del título. Viene la cosa, con su pulso salsero y la flauta protagonista, ofrece gambetas instrumentales como el Scratch de los 70. Para no botar el sofá se desprende de la guitarra acústica, hasta un giro rock con sabor caribeño. Jazz con desvío bailable en Danzón para la espera, y escenario de cámara en La cuota diaria. No todo el disco sostiene el nivel, pero los momentos brillantes iluminan lo suficiente.
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