Con su habitual estilo al conceder entrevistas, Fito Páez ha señalado que a la hora de escribir letras para sus canciones, simplemente se deja llevar. “En la canción interesa dejar al inconsciente solo; si puedo evitar la rima, la evito. En ese marco aflora, a lo mejor, la parte más honda”, comentó al portal español 20 Minutos. Por ello es que buena parte de su escritura concentra rasgos biográficos, observaciones de la realidad y las inquietudes que lo movieron en el momento.
El trabajo de letras de Páez llamó la atención de la académica Mara Favoretto (Santa Fe, 1968), quien realizó un estudio a fondo de la obra lírica del artista. Este se puede leer en su libro El circo de Fito Páez. Un recorrido por la poética de sus canciones, recién publicado por la editorial trasandina Gourmet Musical, y disponible en Chile por la distribuidora y librería Big Sur. Se trata de un estudio que continúa los trabajos anteriores de la autora, sobre las letras de leyendas del rock argentino, como Charly Garcia y Luis Alberto Spinetta.
“Yo vengo de la literatura -explica Favoretto a Culto, vía Zoom desde Australia, donde reside desde hace años y ejerce como docente en la Universidad de Melbourne-. Me interesa mucho la literatura y me interesan también las formas de arte antiguas, cómo se revitalizan y toman nuevas formas a través de formas de arte muy contemporáneas y contraculturales, como por ejemplo el rock”.
En sus estudios, Favoretto analiza las letras a partir de un eje; con Charly García, fue la alegoría, y para Luis Alberto Spinetta, el mito. Para el caso de Fito Páez, la autora decidió analizarlas a partir de la figura del circo. No solo por la evidente referencia a Circo Beat, sino que el circo como espectáculo y con sus personajes, de alguna forma permiten explicar la travesía de Páez como letrista.
“Primero lo estaba mirando por otro lado, por el lado de los trovadores, porque él venía de la nueva trova de Rosario. Pero creo que es porque Fito viene a cumplir en el rock argentino un rol muy parecido al que cumplió el circo criollo en el siglo XIX -explica Favoretto-. Cuando el circo llega a Latinoamérica, en Argentina en particular, toma formas propias, y se le llama el circo criollo. Incorporan los personajes gauchescos, las payadas, el Martín Fierro, que recita versos y cumple un rol fundamental en la construcción de la identidad nacional en el siglo XIX. Y una de las características es la tristeza, el dolor que aparece siempre en la gauchesca, que después lo vemos en el folclore, lo vemos en el tango. Y en el rock, ese rol lo cumple Fito Páez. Cuando se diferencia de Charly, de Spinetta, de todos los demás, Fito le agrega lo muy popular al rock”.
Así Favoretto repaso toda la obra musical de Páez para analizarla a partir de algunos ejes claves relacionados con el circo. “Cuando encontré que para mí el eje conductor que iba a funcionar para este libro era el circo, entonces pensé en todos los personajes que hay en un circo y cómo se representan en las canciones de Fito. Y después empezás a mirar una por una y vas encajando, esta encaja acá, esta encaja allá, encontrás cuáles son los roles que ha encarnado; por eso está el maestro de ceremonias, los titiriteros, los payasos, voy encontrando canciones con personajes o con ideas que encajan en esos lugares”.
Y la tristeza ha brotado entre los versos de Páez, la que ha manejado, según Favoretto, como un hábil contorsionista. Por ejemplo, la furibunda Ciudad de Pobres Corazones (1987), como máxima expresión, pero también otras como Tres Agujas (1984), o incluso una de su etapa más madura que tituló, precisamente, El dolor (2013). Ahí el rosarino no esconde nada: “Lento, el dolor atraviesa la rosa de mi noche/despiadado, incesante, asesino, parecido a nada”.
¿Tuvo en cuenta lo que ha cambiado la obra de Fito Páez desde su juventud hasta su madurez?
Totalmente. Inclusive, yo descubrí un montón de cosas nuevas. Uno conoce mucho la época de los 80, los 90, que es la época de oro, pero después conocemos menos los últimos discos. Sin embargo, al ponerme con toda su obra descubrí unas canciones interesantísimas, que habían pasado desapercibidas. Y escuchándolas y mirarla en el contexto total de su obra, son maravillosas. Y en realidad, Fito está intacto, obviamente mucho más maduro, porque a todos nos pasa, todos vamos creciendo, la vida nos va cambiando. Pero yo diría que sus ideas siguen bastante intactas, de hecho, él lo dice en una canción, dice: “Tengo la rabia intacta/y sigo cantando abrazado a la música” (de Todo se olvida, 2020) ¿Qué es lo que lo hace un rockero? El estar continuamente buscando lo contracultural, dónde disentir.
Farovero además desarrolla un análisis situado; el primer disco como solista de Páez (Del 63) se publicó en 1984, en el albor del retorno a la democracia en Argentina y aunque no es autor de claras referencias políticas, a lo largo de su trayectoria se ha permitido hacer comentarios contingentes. Así lo ha hecho, por ejemplo, en Viejo Mundo, de su primer álbum, en que a la manera de un ventrílocuo, toma otra voz para evocar a los desaparecidos durante los duros años del “proceso”, la dictadura encabezada por los militares. “Los que se fueron no los olvidamos”, asegura. Otro ejercicio en clave de repasar la historia reciente, lo hace en Decisiones apresuradas (1985), en que señala: “Generales, mataron media generación/una guerra no es un negocio ni una ilusión”.
“Páez tiene canciones muy políticas -apunta Mara Favoretto-. Está Cuervos en la Casa Rosada (1984), que es muy fuerte, La Casa Desaparecida (1999) es una canción maravillosa que dura 11 minutos y en la que habla del acto de desaparecer, es uno de los actos del circo, pero él habla de muchísimas, muchísimas cosas que desaparecen en la Argentina. Es una canción muy fuerte y me parece uno de los logros más importantes de Fito. Más adelante vuelve a hablar de esto, tiene la Canción del soldado y Rosita Pazos, que habla sobre un soldado que vuelve de Malvinas, tiene otra canción que se llama El dolor. Es decir, habla de muchos dolores, constantemente en Fito hay una lectura social muy fuerte. Incluso en 11 y 6, una canción que parece muy dulce ¡es la historia de amor de dos niños pobres, que están vendiendo rosas en el Café La Paz!”.
Habiendo trabajado antes en las letras de Charly García y Luis Alberto Spinetta, quienes son evidentes referencias para él ¿hay vínculos con la obra de Páez?
Sí, totalmente. Siempre lo ves a Charly y a Spinetta en la obra de de Fito, y él no reniega eso, al contrario, está muy orgulloso. Es como si fuese, no te diría un hijo de ellos, pero evidentemente creció escuchando sus dos ídolos y después trabajó con ellos. De hecho, le dedicó un disco entero a Charly, se ve claramente la influencia. Hubiera sido muy bueno verlos a los tres trabajar juntos, haber producido algo juntos, pero no es tan fácil compartir con Charly, se me ocurre.
Al estudiar sus letras ¿qué descubrió del universo de Fito Páez que no conociera?
Yo creo que a veces uno se deja llevar por el Fito que uno escucha en las entrevistas, su personalidad, cuando él es muy verborrágico. Durante el gobierno de Mauricio Macri, él dijo que le daba asco la mitad de los argentinos, porque habían votado un gobierno con el que él no estaba de acuerdo, tuvo un problema bárbaro. Es decir, cuando Fito habla en público, a veces es demasiado verborrágico y dice cosas de las que después se arrepiente. Yo saqué todo eso, no me interesa su vida privada, no me interesan sus esposas o sus novias, yo quiero ver lo que él produce como artista y ahí me sorprendí, encontré que Fito realmente era para mí mucho más importante de lo que yo pensaba, porque de hecho su literatura no me interesa. Leí sus libros y los dejé en el lado porque me gustan mucho más sus canciones. Pero creo que descubrí eso, que era mucho mejor de lo que yo me creía.