Mujer líder y precursora de un estilo: Silvia Infantas, las claves de la última estrella del folclor chileno
Fallecida recientemente, la cantante fue una de las mujeres claves en el desarrollo del folclor como un fenómeno popular. Los expertos trazan para Culto los aspectos que la hicieron sobresalir; la manera en que llevó su formación profesional al escenario y su capacidad para imponerse como el rostro de los conjuntos que la acompañaron, principalmente entre los cincuenta y los sesenta. "Ella supo mantenerse en un primer plano durante muchas décadas gracias a que combinaba sus talentos musicales con sus talentos teatrales", dicen.
Fueron las horas escuchando discos de música folclórica en su casa familiar en la zona de El Almendral, en Valparaíso, los que acercaron la música de raíz a la joven Silvia Elvira Infantas Soto. Con los años comenzó a interpretar canciones, un repertorio diverso que incluía boleros, pero hacia fines de los cuarenta, ya era una cantante folclórica a cabalidad. Ahí haría fama como una de las leyendas del género en la música popular chilena.
Fallecida el pasado 19 de junio a los 101 años, en un hogar de ancianos, la artista dejó este mundo como la última gran estrella del folclore. Con una obra concentrada entre las décadas de los cincuenta y los sesenta, su voz se hizo conocida en un buen número de canciones que transitaron principalmente entre la tonada, la cueca y otros ritmos propios; desde clásicos como La consentida, a Tonadas de Manuel Rodríguez.
Pero no solo destacó por sus grabaciones. Desde su formación, la artista le dio una impronta más profesional a la puesta en escena de las cantantes folclóricas, prácticamente labrando un estilo. “Silvia Infantas comenzó a figurar a mediados de la década de 1940, como actriz del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica y como cantante radial, siendo nominada en 1950 como mejor actriz del año. Como mujer de teatro, le otorgó importancia al vestuario, en una época en que el vestuario femenino del artista del folklore no estaba tan definido como el masculino. De hecho, en 1959 la revista Ecran llegó a señalar que ‘se puede decir que el traje de folklorista chilena no existía y, en cierto modo, Silvia Infantas ha sido su creadora’”, explica el musicólogo Juan Pablo González, académico del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado.
La puesta en escena y un estilo profesional para interpretar, fueron claves para posicionarla como una estrella. De allí a que, al estilo de la época, se le pusiera al frente de agrupaciones en que destacaba como la cantante solista. “Silvia Infantas se destacó entre el conjunto amplio de artistas de la canción de su tiempo en Chile por la importancia de los grupos musicales que encabezó, por lo cuantioso y reconocido de los repertorios que grabó y por lo característico de su estilo como representación de la música de origen tradicional a la que se dedicó”, destaca el periodista David Ponce autor de la biografía Silvia Infantas. Voz y melodía de Chile (Hueders, 2019).
“Nadie como ella se puso al frente de dos conjuntos principales y consecutivos del peso de Silvia Infantas y los Baqueanos en los años cincuenta y luego Silvia Infantas y los Cóndores en los años sesenta del siglo pasado. Con el primero hizo historia -junto a Pablo Neruda en los versos, a Vicente Bianchi en la composición y a la orquesta del mismo Bianchi en la majestad instrumental- en la conjunción de talentos que desde 1954 produjo las canciones Canto a Bernardo O’Higgins, Romance de los Carrera y sobre todo Tonadas de Manuel Rodríguez, uno de los mayores hitos de la música popular chilena”, agrega Ponce.
Fue junto a los Cóndores, cuando popularizó algunas de las canciones más reconocibles de su estilo. “Con ellos terminó de llevar al disco y a los escenarios parte de lo más reconocido de ese tipo de repertorio chileno caracterizado por tonadas y canciones de la fama de Si vas para Chile, Camino de luna, Mi banderita chilena, Cantarito de greda, La enagüita, Manta de tres colores, La parva de paja y Bajando pa’ Puerto Aysén, y por las cuecas La consentida, Adiós, Santiago querido y Los lagos de Chile entre otras. Es todo un compendio de esa chilenidad el que quedó para la historia en la voz de Silvia Infantas”, añade Ponce.
Infantas también desarrolló una intensa actividad internacional. “Junto al trío Los Baqueanos (1953-1960), Silvia Infantas desarrolló una nutrida labor dentro del país, sumada a extensas giras por América Latina. De hecho, debutaron en Mendoza a fines de 1953, actuando en Radio El Libertador, para luego seguir a Buenos Aires a la boite Embassy, Radio Belgrano, Canal 7, centros de folklore y cines, prolongando su gira por nueve meses. Comenzaron a grabar para Odeon en 1955, impactando primero con el vals tradicional La batelera, y luego con Tonadas de Manuel Rodríguez (1955), de Bianchi y Neruda, definida por Rubén Nouzeilles como ‘el primer éxito continental de la música chilena’”, apunta Juan Pablo González.
También tuvo algunas presentaciones memorables. “Tras actuar en enero de 1955 en Arica, con motivo del encuentro entre los presidentes Carlos Ibáñez, de Chile, y Víctor Paz Estenssoro, de Bolivia, Silvia Infantas y Los Baqueanos emprendieron una larga gira por Perú, Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela, que los mantuvo fuera de Chile entre 1955 y 1959, realizando esporádicas visitas al país”, añade el especialista.
Gracias a esa mezcla entre formación, actividad en vivo y su posición como figura central en los conjuntos que integró, Infantas, dicen los especialistas, logró delinear un estilo particular. “En un contexto general de figuras dedicadas a esos repertorios, entre compositores como Luis Bahamonde o Segundo Zamora, estrellas de la celebridad de Esther Soré o Los Perlas, cultores de la popularidad de Mario Catalán o Los Chileneros, y dúos o conjuntos de huasos como Los Quincheros, el Dúo Rey-Silva, Los Cuatro Hermanos Silva y Fiesta Linda; Silvia Infantas delineó un estilo propio, basado en la estilización de sus interpretaciones vocales y en la distinción de su presencia escénica. Su alejamiento de los escenarios a comienzos de los años setenta, todavía en el esplendor de su trabajo, vino a añadir una cuota de misterio a su trayectoria destacada en la música chilena”, dice David Ponce.
Un estilo que le permitió mantenerse en el tiempo, hasta su misterioso retiro de lo escenarios a comienzos de los setenta, pese a que años después, en 2016, fue reconocida con el Premio a la Música Nacional Presidente de la República y en 2008, la SCD le otorgó el Premio Figura Fundamental de la Música Chilena. “Creo que ella supo mantenerse en un primer plano durante muchas décadas gracias a que combinaba sus talentos musicales con sus talentos teatrales, además supo escoger muy bien a su grupo acompañante, donde además estaba su marido, algo muy importante para que una mujer pudiera hacer una carrera artística a mediados del siglo pasado”, cierra Juan Pablo González.
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