Ingeniero de grabación de extensa carrera, el recién fallecido Luis Torrejón fue uno de los nombres claves de la música popular chilena en el siglo XX. Un protagonista que se mantuvo en un discreto bajo perfil, pese a que fue la persona que más discos grabó en el país. Desde que asumiera como ingeniero en planta para RCA, y luego IRT, su nombre figura en los créditos de no menos de once mil LP’s, facturados entre 1960 y 1975. Su trabajo se desplegó entre la música clásica a la popular, grabando a nombres capitales como Violeta Parra, Margot Loyola, Víctor Jara, entre muchos otros.
Un poco como Geoff Emerick o Norman Smith en los legendarios estudios Abbey Road, Torrejón también tuvo su centro de operaciones. En los primeros años 60′, trabajaba en el estudio que RCA Victor levantó en el sexto piso del edificio del Teatro Cervantes, en la estrecha calle Matías Cousiño, pleno centro de Santiago. En la época también se usaron los estudios de Radio del Pacífico, y ya para 1968, la discográfica arrendó los estudios Esplendid, en calle Catedral, considerados los mejores del país en la época. También se usaban equipos portátiles para el registro de conciertos, sea en el Astor o en el Teatro Municipal.
Formado en los años de la época análoga, con grabación en cinta y consolas de dos a cuatro pistas, Luis Torrejón debía atender una insistente demanda de grabaciones. Por ello se acostumbró a registrar discos en poco tiempo y con todos los músicos tocando juntos. Un método que siguió prefiriendo incluso hasta sus últimos años, cuando ya proliferaban los softwares. “Los jóvenes le llaman retro, pero yo he grabado siempre igual, porque cuando se tocan los instrumentos hay que aprovechar la armonía, y al grabar por separado no se produce nunca la mixtura, esa mezcla que llega a la gente. Si yo por ejemplo grabo cuatro voces, en las cuatro voces va a haber una quinta armónica. Y si grabo tres, una cuarta armónica. Esa armónica es la que tengo que agarrar y se logra cuando se graba directo con los músicos”, contó en una entrevista con este medio en 2021.
A continuación repasamos algunos discos claves grabados por Luis Torrejón.
Los Mac’s - Kaleidoscope Men (1967)
Álbum clave en la primera hora de la psicodelia en Chile, el legendario grupo porteño trabajó una propuesta deudora de lo que sucedía en el mundo, con atrevidos arreglos musicales y la incorporación de técnicas de grabación, como guitarras al revés y hasta algún sampler tomado de los discos de Bob Dylan y The Kinks. Ahí están El Evangelio de la gente sola, una conmovedora pieza construida en torno al órgano, y la política La muerte de mi hermano. Un LP que significó una proeza para la tecnología que disponía Torrejón, quien se puso al servicio de la ambición de los músicos. “Lo hicimos con los medios que teníamos, que no eran muchos. Hicimos varios trucos, pusimos cintas al revés... había que buscar sonidos nuevos”, recordó el mismo ingeniero a este medio.
Los Cuatro Cuartos - Adiós al 7° de línea (1966)
Uno de los discos grabados en formato estereofónico por Luis Torrejón en los estudios Splendid, haría historia en la música popular chilena. En este LP, Los Cuatro Cuartos, conjunto clave del neofloklore, hicieron gala de su afiatado trabajo como conjunto vocal, trabajados por el arreglador Luis “Chino” Urquidi. Por ello se destacan las delicadas armonías vocales, además de un sobrio acompañamiento de guitarra, tocado por Willy Bascuñán, y un bombo. El álbum incluye el clásico Los Viejos Estandartes, sencillo que se volvió un inesperado hit, que incluso llegó a desplazar a Girl, de The Beatles en las listas locales y hasta se volvio el himno oficial del Ejército de Chile.
Los Ramblers - El rock del mundial (1962)
El single más vendido en la historia discográfica chilena, fue grabado por Luis Torrejón. Compuesto por Jorge Rojas, fue lanzado apenas unas semanas antes de la Copa Mundial de Fútbol que se jugó en Chile en 1962, gracias al olfato comercial del productor Camilo Fernández, quien conoció la canción cuando el grupo la interpretó en el Festival de Viña. Gestionó la grabación para su sello, Daemon, y para ello contó con Torrejón, quien sólo tuvo media hora para registrar al grupo tocando la canción en los estudios de la RCA, un poco como los Beatles cuando grabaron su álbum debut, Please, please, please me en 10 horas. “Fue una cuestión rápida porque no había mucho tiempo. Entraron, hicieron dos o tres tomas y listo, quedó”, contó a este medio.
Violeta Parra - Las últimas composiciones (1966)
Elegido por Rolling Stone como el mejor disco chileno de todos los tiempos, el último LP publicado por la artista en vida, y el único que registró para RCA, fue grabado por Torrejón en los estudios de Matías Cousiño. El ingeniero fue clave en lo que se escucha en los surcos del disco. “Primero había como 12 o 14 músicos con ella, en las primeras dos sesiones, pero peleaban mucho entre ellos. Algo la amargaba. Yo le dije: ‘Violeta, las canciones son tuyas, no te pueden cambiar las reglas del juego en el estudio’. Después pasaron dos semanas y a fines del 66 llegó sola con un cuatro y un charango. Me dijo que venía a grabar. Y ahí grabamos los temas mas importantes, que los hizo sola”, recordó a este medio. También le pidió acentuar la expresividad en la interpretación. “Yo sólo le decía que en la letra de Gracias a la vida, por ejemplo, al ser un tema de agradecimiento a la vida, tratara de expresar ese agradecimiento”.
Pablo Neruda - 20 poemas de amor y una canción desesperada (1964)
La industria discográfica de los sesenta no solo editada música, también ponía atención a los fenómenos pop del momento. Por eso se editaban discos que compilaban los vibrantes relatos de los partidos de mundial del 62′ (como los que hicieron Julio Martínez y Raúl Prado), e incluso de recitados de poesía. Fue así que Odeón editó un LP en que el mismo Pablo Neruda recita su legendario 20 poemas de amor y una canción desesperada, el mismo que incluye el famoso Poema 20 (el de “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”). Pero registrar al vate recitando su obra inmortal, fue todo un desafío para Torrejón. “Estuvimos como dos horas tratando de grabar un solo poema, porque yo cuando grabo trato de sacarle algo al artista, que interprete más allá de simplemente cantar. ‘No entiendo cómo puedes hablar así, tenís la misma voz, tenís que interpretar’, le dije. ‘Si esta gente quiere que grabe, a mí me gusta escribir’, me decía él. ‘¿Pero no sentís nada en el corazón?’, le pregunté. Al final grabamos nomás. Pablo tenía tremendos poemas pero era un palo en ese sentido, era inexpresivo”.