Los síntomas son las evidentes manchas claras u oscuras; nódulos que luego resultan en horrorosas lesiones en la piel, además de pérdida de sensibilidad en algunas zonas del cuerpo. Eso, si la enfermedad se logra atajar. Cuando avanza, puede producir dolorosas y espantosas deformaciones, reducción de la movilidad de las extremidades e incluso, ceguera. Por ello durante siglos más que una enfermedad, la lepra era considerada una maldición. Y como una larga sombra, se expandió por Rapa Nui a fines del siglo XIX.
No hay claridad respecto a cuándo y cómo llegó la lepra a la lejana isla de la Polinesia, pero todo parece indicar que ocurrió con los primeros contactos de los isleños con los viajeros. “Algunas referencias señalan que la lepra habría llegado en 1876 desde Tahití (Drapkin, 1944) o bien en 1888, durante las negociaciones previas al establecimiento de la soberanía chilena. Foerster y Montecino (2014), por ejemplo, refieren documentación donde se indica que los primeros contagiados habrían arribado en 1888 a bordo de la fragata Pilcomayo de la fuerza naval chilena y que se habría tratado de miembros de familias que habían vivido largo tiempo en Tahití. Ramírez (2006), en tanto, coincide en que la enfermedad habría llegado ese año, pero a bordo del buque Angamos, el mismo en el que Policarpo Toro viajó desde Tahití para tomar posesión de Rapa Nui a nombre del Estado chileno”, dice el historiador Marcelo Sánchez en su artículo Rapa Nui y el mal de Hansen, la temida lepra, 1927-1960. ¿Administrar una colonia peligrosa o responsabilizarse por la salud de los ciudadanos chilenos?.
Como sea, la lepra comenzó su inexorable expansión por la isla junto a los primeros colonos que se asentaron en el lugar. “Sin duda, la expansión de la lepra en Isla de Pascua y el establecimiento definitivo de la dominación colonial chilena fueron procesos indisolublemente unidos”, explica Marcelo Sánchez. Pronto hubo que intentar alguna solución. Era una enfermedad de la que aún no se sabía mucho y cargaba con una profunda condena social para quienes la padecían, quienes solían ser aislados de la sociedad.
Por ello, cuando ya era manifiesta la presencia de la lepa en Rapa Nui, las autoridades decidieron recurrir a la solución más inmediata, aislar a los enfermos. “Dado que la pequeña población aborigen había sido concentrada en las cercanías de la bahía de Hanga Roa, cuando la presencia de lepra resultó evidente, la idea de aislar a los contagiados en un lugar alejado de la reducción surgió de forma relativamente espontánea e inmediata. Tanto es así, que varios informes dan testimonio de la existencia de un leprosario en la isla ya en la década de 1910″, detalla Sánchez.
“Los leprosos (en Rapa Nui) fueron aislados en condiciones indignas”
Pero la situación sanitaria de la isla, incluso tras su incorporación a la soberanía chilena, no mejoró. El crudo informe del médico de la corbeta General Baquedano, publicado por investigadores como Ernesto Paya, daban cuenta de que la situación era alarmante. Según él, buena parte del problema se debía a que los isleños tenían una alimentación deficiente y sus habitaciones estaban en miserables condiciones higiénicas. “Presentándose además casos de tuberculosis y lepra entre jóvenes que evidentemente hablan sido contagiados por los ancianos que la hablan contraído en Tahiti. Debido a que no existia ninguna prevención, esta enfermedad se extendió rápidamente, presentándose muchos nuevos casos en los años sucesivos”.
Desde 1895, y por casi 60 años, el gobierno chileno arrendó Rapa Nui a la Compañía Explotadora de Isla de Pascua (Cedip). Esta mantuvo el leprosario y hacia comienzos del siglo XX se intentó establecer un régimen estricto a fin de evitar los contagios. Pero no se sacó mucho en limpio. “Si bien se fomentó un trato digno y la búsqueda de terapias efectivas desde la medicina occidental, ninguno de esos dos objetivos se logró: en la práctica, los leprosos fueron aislados en condiciones indignas, sin habitación, higiene, alimentación ni tratamiento adecuados, ni tampoco claridad respecto de quién debía asumir la responsabilidad mayor por la atención del leprosario o, si la Armada, la Cedip o los misioneros”, apunta Marcelo Sánchez.
Durante esos primeros años el tratamiento de los leprosos era muy acotado, pues el primer medicamento efectivo contra la enfermedad recién va a estar disponible desde la década de los 40′. “Durante la primera mitad del siglo xx se recomendaba la administración de aceite de chaulmoogra (Hydnocarpus wightianus), un árbol tropical que la medicina tradicional india venía utilizando por siglos para combatir la enfermedad; no obstante, en Rapa Nui nunca se logró un abastecimiento consistente de este específico. Así las cosas, los enfermos debieron sobrevivir en condiciones indignas, dependiendo de la caridad de sus allegados y familiares”, detalla Marcelo Sánchez.
En 1911, la corbeta General Baquedano llevó hasta la legendaria isla a una expedición científica, integrada por un geógrafo, un mecánico y un botánico, a fin de explorar el territorio para estudiar su potencial. Además aprovecharon de hacer un estudio de la población, recopilando valiosos datos sobre su cultura, religión y expresiones artísticas. Por supuesto, en su informe oficial -citado por Sánchez- incluyeron una breve mención al leprosario, que en ese momento albergaba a 14 personas. “Al norte de Angaroa (sic). [Ahí] se mantienen con sus cultivos; pero el aislamiento es deficiente [...]. En las noches, los isleños visitan (a) los leprosos a pesar de una multa de diez pesos que les ha impuesto el administrador de la isla”.
Poco tiempo después, en 1916, viajó a la isla Monseñor Rafael Edwards. Su impresión sobre los isleños fue lapidaria. A su regreso, y en las páginas de El Mercurio de Valparaíso, se explayó sobre las deplorables condiciones de vida a las que estaban sometidos: “Se les ha robado cuanto tenían. El suelo en que nacieron, sus casas, sus barcas, sus animales, sus vestidos mismos, todo, todo ha sido objeto de la brutal codicia de los hombres sin Dios ni ley, sin entrañas y sin pudor. Arrinconados como animales, perseguidos en el último rincón de su propia isla viven de la merced de quienes los han despojado”. Al menos, sus palabras permitieron que se autorizara la construcción de un lazareto en la isla, pocos años después.
La situación de los leprosos en Rapa Nui no varío en demasía con los años. Hacia septiembre de 1947, los médicos Daniel Camus, Miguel Etchebarne y Santiago Reiser visitaron la isla. Según Marcelo Sánchez, visitaron el leprosario y se impusieron de sus asquerosas condiciones de higiene. En su informe subrayaron “el aspecto ruinoso y poco higiénico del leprosario, carente de agua corriente, con letrinas deficientes, sin personal médico permanente y con pacientes cuyas ‘heridas y ulceraciones deben cuidárselas ellos mismos, pero en ocasiones faltan los elementos de curaciones’”.
En enero de 1950, el delegado en visita de inspección a la isla, capitán de corbeta Jorge Tapia de la Barra, dio cuenta de la situación del leprosario y de cómo la Compañía se había desentendido totalmente de atenderlo. “El aumento de la lepra registra los siguientes guarismo: 1908, 3 leprosos; año 1947, 51 leprosos; que la Compañía no construyó el leprosario a que estaba obligaba por el contrato, el que sólo se ha construido por iniciativa de la SADIP (NdR: Sociedad de Amigos de la Isla de Pascua), con la valiosa cooperación de la Marina Nacional, con un costo de cerca de un millón pesos”, detalló en su informe. La Armada de Chile se hizo cargo de la administración de la isla entre 1953 y 1965.
Por ello, el capitán Tapia de la Barra anotó el asunto de la lepra en Rapa Nui como algo que se debía atender a la brevedad. “El problema de la lepra que existe desde que la Armada tomó a su cargo la isla, hace más de 50 años, sigue igual que entonces, habiéndose sólo conseguido en el último tiempo mejorar las instalaciones del Leprosario. Estimo que ya no puede dejarse pasar más tiempo y que la Armada y el Gobierno tienen la obligación de afrontar este problema en forma integra”.
Incluso, el mismo uniformado propuso una solución. “Creo que la solución integral sería la traída a la Isla de un Médico especialista en lepra, que se quede durante un año, tal como era el proyecto para el presente y que fracasó en el último momento. Estimo que debe resolverse con bastante anticipación al próximo viaje este asunto, ya que es la única manera de poder realizar un examen completo y científico a toda la población y desde ese momento se podría saber con certeza cuántos y cuáles son los enfermos”.
En ese 1950, la acción de la Sociedad de Amigos de la Isla de Pascua logró un avance con la construcción de un recinto con tres pabellones, dotado de despensa, cocina y lavandería, lo que mejoró las condiciones de higiene de los enfermos. Según Marcelo Sánchez, el gobierno central en Santiago incluso llegó a evaluar la posibilidad de “exportar” a los leprosos hacia el sanatorio de Tahití, idea que nunca prosperó. Ya hacia los sesenta, la llegada de los avances de la medicina permitió un tratamiento más eficaz de la enfermedad y hacia 1992, solo quedaban tres personas en el lugar. La lepra ya parecía un atroz fantasma de otra época.