Luis Torrejón, las historias del silencioso (pero efectivo) hombre clave de la canción chilena

LUIS TORREJÓN
Luis Torrejón, las historias del silencioso (pero efectivo) hombre clave de la canción chilena

De Violeta Parra hasta Illapu, el fallecido ingeniero grabó no menos de 12 mil discos de música chilena, en los años en que la precariedad técnica era la norma. Quienes los conocieron, retratan para Culto a un hombre de una excepcional calidad humana, siempre dispuesto a enseñar a los artistas y con una gran competencia técnica para dominar los secretos del sonido.


Su estampa juvenil se retorcía de nervios cuando entró a los estudios RCA, en la céntrica calle Matías Cousiño, una tarde perdida de 1966. Wildo era solo un chiquillo, de apenas 18 años, que se encontró con la oportunidad de grabar su primera canción, Tu ausencia, para los clásicos discos simples de 45rpm. Pero nunca había estado en un estudio profesional. “Tenía muy poca experiencia previa. Había cantado en el colegio y punto. La verdad, no tenía idea cómo se grababa. Entonces, entrar a un estudio a esa edad, sin experiencia y no sabiendo nada, me tenia muy nervioso”, recuerda al teléfono con Culto.

Como si la tensión propia de la primera vez, no fuera suficiente, el joven Wildo se encontró, además, inmerso en una situación que escapaba a su control. “Yo era muy, muy tímido, entonces no me atrevía a sacar la voz, estaba con mucho miedo esa noche. Además, habían músicos que eran conocidísimos en esa época, así que sin querer, tú te intimidas. Y hubo un percance: surgió una discusión entre los músicos, y uno de ellos, Patricio Salazar, que también era joven, intentó abandonar la grabación en ese momento”.

Con los músicos elevando la voz cada vez más, desde la sala de control surgió un hombre dispuesto a controlar la situación. Wildo no lo ha olvidado. “Ahí apareció Lucho Torrejón, intervino para que se apaciguaran los ánimos. Él siempre mantuvo la calma. Y en un momento alguien le dijo a los que estaban discutiendo que no rompieran la ilusión de un muchacho que llegaba por primera vez a grabar”.

WILDO
Wildo

A pesar de que ocurrió hace más de medio siglo, a Wildo nunca se le olvidó ese primer encuentro con el ingeniero de sonido que por entonces, era el más reputado de la industria discográfica chilena. “Yo había escuchado hablar de él, Lucho Torrejón era el ingeniero que aparecía en todos los discos en las etiquetas de las informaciones. Él ya era un hombre adulto, pero me encontré con una persona muy, pero muy humana. Esa confianza que me dio, en ese momento tan especial de mi vida, siempre se lo agradecí incluso hasta ahora, hasta que falleció”.

Fallecido el pasado 10 de julio a los 88 años, Luis Alberto Torrejón es uno de los nombres claves de la canción popular chilena del siglo XX. Desde que asumiera como ingeniero de sonido en planta para la discográfica RCA, y luego IRT, su nombre figura en los créditos de no menos de doce mil longplays, Su trabajo se desplegó desde la música clásica a la popular, grabando a nombres capitales como Violeta Parra, Margot Loyola, Víctor Jara, Cecilia, José Alfredo Fuentes, Los Cuatro Cuartos, Los Ramblers, Los Mac’s, entre muchos otros, incluso hasta al legendario poeta Pablo Neruda, en los discos en que recitó sus inmortales poemas con su cansino estilo.

La de Torrejón fue una vida con tantos giros como los de un longplay. Nació en Valparaíso en 1936, y como otros tantos porteños, repartió gambetas en las canchas de las divisiones infantil y juvenil del Santiago Wanderers. Cursó sus estudios en el Liceo Eduardo de la Barra y luego en la Universidad Federico Santa María, donde egresó como ingeniero electrónico. También hizo algunos cursos de especialización en la Universidad Católica y en la Escuela de Electrónica de la Armada de Chile, donde sirvió unos años en el subdepartamento de electrónica. Fue allí, donde lo contactó un promotor de RCA Victor quien le ofreció la chance de trabajar para la compañía. Aquel fue el momento decisivo de su vida.

Ya instalado en la capital, rápidamente hizo carrera y comenzó a ascender dentro de la compañía. Hacia los primeros años sesenta fue designado para trabajar en las grabaciones de los artistas. Era el responsable de registrar, con la mayor fidelidad posible, lo que los músicos y los cantantes interpretaban en el estudio. Una tarea que requería alta capacidad técnica, pero también una necesaria dosis de manejo con las sensibles personalidades de los músicos. Y precisamente, dicen quienes le conocieron, aquella era una virtud de Torrejón.

La cantautora Isabel Parra se había iniciado muy joven en la experiencia de la grabación, acompañando a su madre, la legendaria Violeta. Ahí pudo conocer al ingeniero. “Grabábamos a dúos. Mi madre tenía un duo con mi tía que se disolvió. Entonces, grabamos muchos discos de los pequeñitos (45 rpm) con las primeras canciones de la Violeta, tanto solista como haciendo dúos con ella. Y muchos años después, cuando éramos artistas de la DICAP (Discoteca del Cantar Popular) grabábamos con él porque la DICAP arrendaba estudio, tanto de RCA como de la Odeón, sin ser artistas de ellos”, cuenta a Culto.

ISABEL PARRA
Isabel Parra

Como a otros, a Isabel Parra le llamó la atención el carácter de Torrejón y su trato con los artistas. “Era una persona muy apacible. Normalmente, se supone que la gente que trabaja en estudios de grabación o con los músicos son un poco mandones y establecen una relación donde el músico pasa a ser como un sirviente del sonidista. Pero yo recuerdo lo opuesto de eso en esta persona, que era infinitamente tranquila, dulce y muy humilde, diría yo, en el mejor sentido de la palabra”.

Un recuerdo similar es el que se le despierta a la cantante Gloria Simonetti. Sus primeras grabaciones, entre fines de 1967 y comienzos de 1968, se hicieron bajo la atenta mirada de Luis Torrejón en los controles. “Él siempre trataba de que el artista se sintiera cómodo -cuenta al teléfono con Culto-. Y dentro de sus conocimientos, siempre trataba de aconsejar cómo enfrentar las canciones, o cómo obtener el mejor sonido que se pudiera lograr. Tenía una paciencia inconmensurable pata ayudarnos a sacar lo mejor de los talentos de cada uno”.

Entre los millares de LP’s que registró Torrejón (habitualmente solo con 4 micrófonos y equipos de solo una o dos pistas), probablemente uno de los mas legendarios fue Las últimas composiciones de Violeta Parra (1966), el disco más importante en la historia de la música popular chilena, y el único que la cantautora registró para RCA. Isabel Parra, junto a su hermano Ángel y al uruguayo Alberto Zapicán, acompañaron a su madre en el estudio. “Ese disco lo recuerdo de una manera muy apacible, porque mi madre siempre tenía que pelear con los sonidistas. Ella tenía criterios distintos a los de ellos, pero con Don Lucho no había problemas. Él se adaptaba de una manera muy generosa y cariñosa con mi madre que tenía un carácter muy fuerte. Ella decidía lo que hacía, qué músicos quería y cómo tenía que realizar este trabajo. Entonces, en eso siempre fue muy apacible”.

En una charla con este medio publicada en 2021, Torrejón recordó que en alguna oportunidad le hizo alguna observación a Violeta sobre la interpretación, a tono con su interés en obtener lo mejor del artista. “Yo sólo le decía que en la letra de Gracias a la vida, por ejemplo, al ser un tema de agradecimiento a la vida, tratara de expresar ese agradecimiento. O en Casamiento de negros, que tenía algo más chispeante, le pedí que lo cantara con algo más de alegría porque si no lo cantaba igual al resto”. Pero, Isabel Parra tiene otra mirada sobre ese hecho. “El mito Violeta Parra va aumentando con el tiempo. Eso es inevitable. Entonces, siempre han surgido personas alrededor de su creación que tienen diferentes historias para contar. Mi madre hizo la letra, la música ella fue la dueña de la interpretación. Yo no voy a contradecir una persona que no está con nosotros, pero no recuerdo exactamente que él haya aconsejado cómo tiene que cantar, porque mi madre cantó desde chica y estaba muy segura de qué iba a cantar y cómo iba a cantar. No recuerdo ese diálogo”.

Violeta Parra
Violeta Parra

A la manera de otros ingenieros de sonido de su tiempo, como Geoff Emerick (el hombre que hacía esa función para The Beatles), Torrejón también probó ser muy competente. “Él era un genio del sonido -recuerda Roberto Márquez de Illapu- Era capaz de hacer maravillas con la poca tecnología que teníamos en esos años. Con él grabamos Chungará, Despedida del pueblo, donde está el Candombe para José, en un estudio que tenía en Providencia, que le decíamos la caja de huevo, porque lo tenía todo cubierto con cajas de huevo”.

Wildo hace una precisión sobre el rol del ingeniero. “El ingeniero de grabación no es el productor. Se supone que el productor, que el director artístico, y el cantante mismo tiene que tener la responsabilidad de llegar a grabar con las cosas claras. Pero él sabía mucho, pero mucho, de tecnología”.

En los 60′ Torrejón trabajó en los estudios de Matías Cousiño. En la época también se usaron los estudios de Radio del Pacífico, y ya para 1968, la RCA arrendó los estudios Esplendid, en calle Catedral, considerados los mejores del país. Como ingeniero fue parte de algunos hitos. Grabó el primer disco en formato estéreo de la historia de Chile, Adiós al séptimo de línea (1966), de Los Cuartro Cuartos. Una obra de alto vuelo que entre su repertorio dejó Los viejos estandartes, hoy himno institucional del Ejército.

“Lucho siempre estaba adelantado a todo -recuerda Willy Bascuñán, quien integró aquel afamado y bien trajeado conjunto de neofolklore-. Era un hombre muy dedicado a su pega, trabajaba muy bien, muy efectivo y siempre te explicaba las cosas. En esa época grabábamos en cinta magnética y las cintas se pegaban unas con otras. Una vez estábamos grabado y de repente, él dice: ¡que nadie se mueva!¡se me cayó una S! Una S era un pedacito de cinta que lo había cortado y que se le había perdido. A ese nivel se trabajaba”.

ILLAPU
Illapu

Wildo recuerda muy bien la habilidad de Luis Torrejón con las cintas magnéticas. “Tenía una tremenda habilidad para pegar la cinta y hacer ediciones. Hoy todo eso se hace digital, pero en esa época se hacía manual. Lo hacía con una gillette, cortaba la cinta y la pegaba de tal forma que en la grabación no se notaba que había salto o que no cuadraba la velocidad. Tenía un tremendo oído, tienes que pensar que hace 60 años la tecnología era muy básica. Y él se encargaba de arreglar todo”.

Como eran tiempos preciarios, los cantantes debían ser muy precisos. “En esa época las grabaciones eran directas, todo al mismo tiempo -recuerda Isabel Parra-. Por ejemplo, el arreglo de Luis Advis, para las canciones que yo canté de Silvio Rodríguez, cantaba al mismo tiempo que sonaba la orquesta. No me ponían a la banda en los fonos para que yo escuchara, como se tendría que haber hecho, no. Las grabaciones eran rapidísimas, no habia que repetir. Éramos veloces para grabar y el ingeniero, era rápido también”.

En sus últimos años, Luis Torrejón mantenía contacto con algunos músicos. “Yo estuve en contacto con él hasta ahora, le mandaba WhatsApp, me contestaba. Hubo una producción que hice sobre la bandera, me mandó un mensaje que que lo había recibido, que le había gustado tanto. O sea, estuvimos en contacto. Cuando supe que estaba enfermo, cooperamos con lo que pudimos”, revela Willy Bascuñán.

Wildo no solo hablaba a menudo con él. “Tengo que reconocer públicamente que Lucho Torrejón, a mí me tenía un cariño especial, me lo dijo su hija, porque en todas las presentaciones que hice yo solo, en el Caupolicán, en la SCD, siempre lo invité y siempre fue. Y yo le preguntaba: ¿qué te pareció? Y me piropeaba mucho. También lo invité varias veces a ver Los Inolvidables de siempre, me decía: ‘qué espectáculo más maravilloso’. Él se emocionaba de ver a todos los viejos que alguna vez los había grabado. En ese sentido me saco el sombrero con él, porque siempre tenía una palabra de aliento. Estuve revisando en mi WhatsApp las cosas que me ponía, que me escribía, era maravilloso”.

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