La resistencia de la literatura venezolana: los escritores que han abordado a una nación en crisis
La crisis política, social, económica y humanitaria que arrastra Venezuela desde hace décadas -y que quedó de manifiesto en las últimas elecciones presidenciales- ha dado pie a una generación de escritores que ha retratado el estado de su patria desde distintos ángulos, desde la coyuntura hasta retratos más íntimos. Además, en una industria editorial también desplomada por la crisis interna. Aquí, el panorama de una literatura que se sigue moviendo.
Luis Medina y Rut Woodberry llegaron a Chile en 2017. Atrás dejaron familia, amistades y Tinta Negra, el grupo de escritura que crearon en la ciudad de Mérida, Venezuela. Fue durante la pandemia que la agrupación volvió a tomar los lápices, a través de reuniones virtuales. Gracias a Internet, la pareja podía reunirse a escribir con sus amigos venezolanos que residían en diversas latitudes del mundo, después de migrar de su país de origen por la crisis social, política y económica.
También en 2017, el escritor venezolano Fedosy Santaella dejó su país junto a su familia para mudarse a México. “No se conseguía ni siquiera pasta de dientes, o en la panadería no había ni siquiera pan”, cuenta el autor a Culto. Él actualmente está en Caracas, observando con cautela el escenario que dejaron las elecciones presidenciales del pasado domingo 28 de julio.
Los casos de Luis, Rut y Fedosy son ejemplos concretos de lo que ocurre con el panorama literario en Venezuela. Escritores fuera del lugar que quieren narrar. Letras venezolanas que se han fortalecido con la diáspora y que hoy abordan una nación en crisis desde distintos ángulos, desde lo político hasta relatos más íntimos vinculados al desarraigo.
En medio de ese contexto, hay una voz que se mantiene firme dentro de los límites de su país. Rafael Cadenas (93), el primer escritor venezolano en hacerse con el prestigioso Premio Cervantes—en 2022—ha abordado la crisis en su tierra natal en diversas oportunidades. “En Venezuela nos urge instaurar la normalidad, que solo puede ser democrática”, dijo al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2018.
Escritores venezolanos en el mundo
“Transterritorial” o “glocal” son los términos que utiliza el escritor Alirio Fernández para describir la situación de las letras en Venezuela. De acuerdo a lo planteado por Fernández en El mapa glocal de la literatura venezolana contemporánea, existen dos razones que condicionan este fenómeno: uno es el “nuevo modo de producción, recepción y circulación digital de la literatura venezolana” y “el cambio en el lugar y en el tiempo del escritor venezolano″.
Desde 2010 en adelante, miles de venezolanos abandonaron su país con o sin fecha de retorno, entre ellos, escritores consagrados y talentos emergentes. Fernández, desde 2022, realiza un seguimiento y mapeo a las voces narrativas venezolanas disgregadas por el mundo. De acuerdo a su artículo en Letras Libres (2023), estos son nombres contemporáneos a los que hay que poner atención: Karina Sainz Borgo (1982), Rodrigo Blanco Calderón (1981), Juan Carlos Méndez Guédez (1967) y Alberto Barrera Tyszka (1960).
Y hay más. Victoria de Stefano (1940-2023), Ana Teresa Torres (1945), José Balza (1939), Elisa Lerner (1932), Milagros Mata Gil (1951), José Napoleón Oropeza (1950), Gabriel Jiménez Emán (1950), Laura Antillano (1951) Eduardo Liendo (1941), Antonieta Madrid (1939), Carolina Lozada (1974), Krina Ber (1948), Gisela Kozak (1963), Fedosy Santaella (1970) y José Urriola (1971).
La mención de todos esos nombres no es al azar, sino la evidencia de que el panorama literario venezolano está vivo, aunque en su mayoría, resistiendo fuera de los límites políticos del país. Daniel Centeno (1974), Camilo Pino (1970) y Gustavo Valle (1967) se suman como escritores a la lista.
Poner la crisis en palabras
Según Fedosy Santaella, autor de textos como Piedras lunares (2008) y En sueños matarás (2013), la situación de las letras dentro de Venezuela es crítica, con solo un par de casas editoriales independientes en funcionamiento.
“Las editoriales han desaparecido. Existe Monroy Editor, editorial de Douglas Monroy, un venezolano que vive fuera del país, pero que ha tenido la osadía— y lo dijo desde el punto político y también comercial—, de publicar estas novelas, pero no son muchas tampoco”, profundiza el escritor.
Él es uno de los que ha publicado dentro de Venezuela con esa editorial. Se trata de El dibujo de la isla (2023), su más reciente título, que precisamente aborda la crisis venezolana. “La novela refleja la etapa previa a mi partida a México. Fue un tiempo muy difícil, de las calles llenas de protestas, mucha gente joven en las calles protestando contra el gobierno, los militares en las calles… Hubo muertos, muchos muertos jóvenes de la oposición, en circunstancias más que sospechosas, crueles. Hubo también desaparecidos, torturados… Esta novela refleja este momento, pero no del punto de vista de hacer turismo político literario o de un modo panfletario. Esta explora los recuerdos de este profesor (protagonista) con el dibujo. Esos momentos de su historia personal se le convierten en una isla salvadora en la que puede resistir. Esa intimidad se vuelve un refugio en medio de todo el caos del país”, explica a Culto.
Si bien el autor identifica un vacío en las publicaciones dentro de Venezuela, ve con optimismo lo que pasa fuera de esas fronteras. “Los últimos años están empezando a surgir nuevas publicaciones y se está prestando más atención a lo que están haciendo los venezolanos desde el punto de vista literario, en distintos países, como España”, comenta.
Además, muchas de esas apuestas creativas abordan, de lleno o tangencialmente, la crisis social de Venezuela. Pone como ejemplo The night (2016), de Rodrigo Blanco Calderón, obra galardonada con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa y el Prix Rive Gauche à Paris du Livre Étranger. También menciona a Gustavo Valle, autor de Amar a Olga (2021), el texto La hija de la española (2019) de Karina Sainz Boro y Los maletines (2014) de Juan Carlos Méndez (2014).
“En algunas novelas el tema está mucho más explícito y en otras está más delicado e íntimo. Hay todo un abanico. Cada autor proyecta la situación de Venezuela de distintas maneras”, reflexiona Santallea. Lo que sí ve frecuente en los textos de sus compatriotas, es el factor de la oscuridad. “Siempre está en las novelas, en mayor o menor medida, la intromisión de la oscuridad”.
En Chile, por ejemplo, la escritora y periodista venezolana Arianna de Sousa-García publicó Atrás queda la tierra (2024), basado en su propia experiencia migratoria a tierras chilenas y la de otros de sus compatriotas.
“El tema de la migración se puede volver muy doloroso, incluso doloroso de escribir. De repente, en primeras instancias, muchas personas no lo hacen. A mí, que escribo, me pasó”, reflexiona Luis Medina, profesor de lenguaje, desde Concepción, Chile.
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