Alguna vez, John Lydon (más conocido en ese entonces como Johnny Rotten) pudo encarnar aquella vieja premisa del “vive rápido y muere joven”, que define al punk. Sucedió en medio de la grabación del legendario Never Mind the Bollocks, el primer y único disco de los Sex Pistols, cuando una tarde fue apuñalado, a pasos del estudio, por una pandilla de borrachos con la que tuvo la mala fortuna de cruzarse.
“Iba con el productor Chris Thomas y el ingeniero de sonido Bill Price a un pub que estaba al lado, no muy lejos de la zona de Highbury donde crecí”, recordó años después. “Los muy cabrones vinieron a por nosotros armados con navajas y cuchillos. Conseguimos entrar en el estacionamiento y refugiarnos en el coche de Chris. A través de una ventana metieron un cuchillo y me dieron en la pierna. Afortunadamente llevaba unos pantalones muy gruesos, de lo contrario me habrían rajado la pierna”.
Pero Lydon no salió totalmente indemne. “Me dieron en la rodilla y también me clavaron un estilete en la mano. Me afectó los tendones de la mano izquierda y por eso nunca podré tocar la guitarra, porque soy zurdo”. Herido y todavía en shock por la experiencia concurrió a un cuartel policial para denunciar los hechos. “A pesar de todo, la policía no quiso saber nada.—Mira qué pinta tienes— me dijeron”, continúa. “Los policías se burlaron de nosotros. —Nos gusta nuestra reina—, nos dijeron”.
En ese momento, Lydon y los Sex Pistols eran vistos como unos escandalosos. Una pandilla de vagos que tocaban un rock estridente y sin sentido. Sus primeros sencillos, Anarchy in the U.K y God Save the Queen, habían generado escándalo, sumado a su comportamiento con el presentador Bill Grundy, durante su participación en su show televisivo Today. Eran los primeros gritos del punk, en medio de la caída de las expectativas de los setenta, las consecuencias de la crisis del petróleo y el sentimiento de que el futuro parecía una quimera. “No future, for you”, como cantaba Lydon.
Sex Pistols publicó su primer y único disco, Never Mind the Bollocks, en octubre de 1977. De inmediato generó un remezón por su propuesta visceral y su sonido radical. La historia tras el álbum clave en la irrupción del punk, es la que le interesó al periodista y escritor español Marcos Gendre, autor del libro Never Mind the Bollocks....Aquí están los Sex Pistols, recientemente publicado por la editorial chilena Santiago-Ander, especializada en literatura musical. Gendre ha publicado en el país títulos como Joy Division. El fuego helado (2019), Britpop. La vida moderna es una basura (2021) y The Smiths. 1983-1984...Y el pop cambió para siempre (2022).
Gendre reconoce que se acercó al disco con la curiosidad del investigador. “No se ha tratado de uno de los discos de mi vida, ni uno de los discos que me hayan marcado más, que otros de la época del postpunk, que me parece personalmente más interesante”, comenta a Culto. ”Lo que sí que es verdad que luego a la hora de indagar, te das cuenta de que carga con muchas contradicciones y de todos esos aspectos de producción musical que lo hacen realmente una historia no solamente interesante”.
En su texto, Gendre repasa el proceso que llevó al álbum; desde los inicios de la banda a instancias del célebre manager Malcolm McLaren, los primeros sencillos, la expulsión del bajista Glen Matlock (por su gusto por los Beatles, según el libro) y la explosión de su propuesta, tan escandalosa como deudora del rock de viejo cuño. Así sucedió con la legendaria Anarchy in the UK, una canción que resumió una época. “Anarchy in the UK es el single por antonomasia -asegura-. El single por antonomasia que predica toda esta crítica, la rabia contra un sistema que perfectamente simboliza todo lo que vino después hasta la primera mitad de los años 80″.
Pero Nevermind the Bollocks, y la historia de los Sex Pistols cargan a su vez con una serie de contradicciones. Lejos del ánimo rupturista, su propuesta musical se parecía mucho más al rock de los cincuenta, que en su simpleza marcaba un matiz del pomposo rock sinfónico del momento; era como apelar a un versión cruda de Eddie Cochran para hacer frente a Yes. Y a la vez, la legendaria ética del do it yourself del punk, aún no estaba asentada; de hecho, el disco contó con la producción musical de Chris Thomas, que para ese momento contaba con experiencia en el sonido de grupos mainstream, al haber trabajado con The Beatles, The Hollies, Procol Harum, Queen, entre otros. Por ello fue clave en el trabajo de capas de guitarras del disco, tocadas por Steve Jones.
“Es un disco que surge en la multinacional Virgin Records, que básicamente vivían de trabajar de música de rock progresivo, precisamente uno de los enemigos junto a la música disco que tenían a la hora de marcar las leyes del punk”, explica Gendre. “Ese sonido de guitarra que tiene esa contundencia tan primigenia, pero al mismo tiempo suena tan barroca, es porque realmente hay un trabajo de producción sencillamente brutal. Está Chris Thomas, que había trabajado con los Beatles previamente, gente que tenían una mentalidad muy pop en su manera de concebir todo lo que iban creando sobre la marcha”.
“Creo que de todos esos aspectos y todas esas contradicciones, el disco se enriqueció a todos los niveles, que lo ha convertido en algo inaudito y atemporal. Es decir, que se confronten precisamente esos polos divergentes entre uno y otro, hace que la música crezca y surja algo diferente”, añade el autor.
-Con todas esas contradicciones, el hecho de que no sea una música totalmente rupturista, ¿es un disco que rompió las reglas de la industria?
Rompió las reglas, lógicamente, se marcó un punto de partida masivo para la música punk que sin ellos no hubiera existido o hubiera sido mucho más difícil que hubiera existido y que lógicamente introdujo como un virus dentro de lo que son las multinacionales y el gusto general de la gente. Eso generó muchas cuestiones y controversias que al fin y al cabo, en el fondo, acabaron beneficiando absolutamente a la música de su tiempo. O sea, su importancia es básica, hasta el punto de que no se puede decir que haya un Sex Pistols contra The Clash, sino que a estos últimos se les abrió el camino por los Pistols, aunque lo suyo ya era otra cosa. Creo que en todos los términos sí que rompieron las reglas de la industria. Hicieron que la industria creciera más, por un lado, pero también de una manera distinta a como se había hecho hasta ese momento.
-En el trabajo para el libro, ¿qué te llamó la atención sobre la historia de los Sex Pistols y Never Mind the Bollocks que no conocieras?
Una de las historias que me parecen más interesantes a la hora de investigar, son detalles como esa conexión, digamos, con ABBA en alguna canción (el riff de Pretty Vacant), con los Beatles, con cosas muy pop, y sobre todo, la figura de John Lydon, su manera de concebir la música y sus inquietudes musicales, que iban mucho más allá de lo que iban la mayoría de la gente del punk. Estamos hablando de un personaje que al principio quería ser un Rimbaud, un escritor que un músico. Y no hay más que leer su autobiografía, para darse cuenta de que un tremendo escritor nos hemos perdido. Y más que nada, el concepto de cómo se produjo el disco, de cómo fueron concibiendo las canciones y desde qué prisma. En ese disco no es una simple enunciación del punk, no, aquí hay muchísimos detalles. Para mí, lo más importante son todas las historias que convergen a la hora de entender un primer LP como el final de un grupo. Creo que eso es tremendo, porque es escribir tu testamento en tu primer LP y dejar un listón tan alto que casi medio siglo después no ha sido igualado, ni lo será jamás. Esa es la realidad.