Siempre resulta fascinante el marco espiritual de un país en que conviven tradiciones milenarias de carácter budista y cristiano. Corea del Sur es ese raro lugar en que las historias de sus habitantes viajan sin demasiadas barreras desde un matrimonio presidido por un cura católico a un funeral con ritos evangélicos y de ahí a una pacífica visita a un templo budista. También es un país bastante más occidentalizado (o parecido a nosotros) que sus vecinos en cuestiones culinarias y con un sentido asombroso del valor de la cultura pop, algo largamente visible en sus bandas k-pop y en sus muchísimas series de televisión.
El cine pareciera ocupar un lugar más “cool” en su escala de valores artísticos, con una tradición más antigua y varios autores a considerar, desde el ultraviolento Park Chan-wook (Oldboy) al contemplativo Hong Sang-soo (Right Now, Wrong Then), pasando por el premiado Bong jong-hoo (Parásito). Pero también hay un gran espacio para realizadores que saben combinan lo mejor de dos mundos y uno de ellos podría ser perfectamente Jang Jae-hyun (1981), quien en sus dos primeras películas (The Priests y Svaha) ya exploró en la religión, las posesiones demoníacas y las sectas.
En la magnífica Exhuma (que en Latinoamérica viene con el subtítulo La Tumba del Diablo), Jang cuenta la historia de una mujer chamán, su aprendiz, un geomensor (es decir, un especialista en encontrar tierras de buena calidad) y un dueño de pompas fúnebres. Es decir, gente a la que le gusta actuar más que pensar y que hace de sus oficios la razón de sus vidas. En este orden de cosas, esas existencias están al servicio de personajes bastante acomodados y que creen poder resolver todo con dinero. Incluso cosas que escapan a la materia y a las razones terrenales. Incluso las que involucran la historia con mayúsculas de un país. Ahí es donde la espiritualidad de una nación como Corea del Sur adquiere especial importancia.
Todo parte cuando a la joven chamán Lee Hwa-rim (Kim Go-eun) y a su protegido Yoon Bong-gil (Lee Do-hyun) le encargan sanar al recién nacido primogénito de una acaudalada familia de coreano-americanos de Los Angeles. No tardan demasiado en darse cuenta que el extraño mal que posee al niño tiene su origen en su propio bisabuelo, un señor también de mucho dinero ya muerto y enterrado no muy lejos de la frontera con Corea del Norte.
Aunque Hwa-rim huele que algo raro y a la vez siniestro circula en el ambiente, decide proseguir con su labor. Hay ética de trabajo, pero también hay amor al dinero. Con esos materialistas objetivos en el horizonte convencen al geomensor y experto en feng-shui Kim Sang-deok (Choi Min-sik) y a su amigo dueño de funeraria Yeong-geung (Yoo Hae-jin) para que exhumen la tumba del antepasado maldito de esta familia. Todo sea por salvar al primogénito, por cobrar una buena suma y por no dañar la reputación profesional.
Es interesante observar como una muy buena película de género como Exhuma es capaz de incorporar cuestiones tan caras a la sociedad surcoreana como el valor del dinero, el ascenso (o descenso) social, el choque de tradiciones religiosas y, en última instancia, la infame ocupación extranjera de otras épocas.
Pero esto último ya es llegar demasiado cerca de la zona del spoiler, enemigo número uno del entretenimiento contemporáneo. Y Exhuma es antes que nada entretención de buen nivel.