Crítica de discos de Marcelo Contreras: Oasis, Fontaines D.C. y Ty Segall se ganan aplausos

Crítica de discos de Marcelo Contreras: Oasis, Fontaines D.C. y Ty Segall se ganan aplausos
Crítica de discos de Marcelo Contreras: Oasis, Fontaines D.C. y Ty Segall se ganan aplausos

En la semana en que anunciaron su retorno, los británicos Oasis también vuelven con la edición 30 años de su medular Definitely maybe: un álbum que ha envejecido bien. Pero si de actualidad se trata, Fontaines D.C. y Ty Segall también tienen algo que contar.


*Oasis - Definitely maybe (30th anniversary)

Esta edición por los 30 años del debut de Oasis funciona como una crónica desplegando el álbum en tres actos. El primero, en rigor el episodio final, contiene la versión conocida mundialmente del disco bajo la remasterización de 2014, con esas once canciones mayoritariamente rotundas que incluyen hits como Supersonic, Live forever, Rock ‘n’ roll star, y Cigarettes & alcohol, más cortes que no fueron sencillos como Slide away y Columbia, matices al rock frontal de los manchesterianos. El segundo disco agrupa las fallidas sesiones en Monnow valley y luego descartes de la grabación definitiva en Sawmills.

Sumergirse en esos registros demuestra cómo la tozudez de la banda, en particular de Noel Gallagher, fue clave. Comprendieron el riesgo fatal del control sónico del conjunto es pos de la técnica y la pulcritud, en un grupo que no era ni lo uno ni lo otro. El material de Monnow valley retrata a Oasis como si les hubieran puesto camisa y corbata, con una mezcla totalmente distinta que define cada instrumento pero sin aire, sin ruido de sala. Sawmills, donde el trabajo fue un dolor de cabeza para los encargados -era un parto reunir a la banda más interesada en beber y jugar pool-, presagia la tormenta con las guitarras elevadas, la electricidad, y el ruido del amplificador a tope, esperando esos acordes que dieron un codazo en el reparto del Britpop rumbo al estrellato.

*Fontaines D.C. - Romance

El cuarto título de los irlandeses Fontaines D.C. se une a la cosecha de los mejores álbumes de este 2024. Producido por una figura central símbolo de calidad como James Ford (Arctic Monkeys, Depeche Mode, Blur), Romance es pura clase en el manejo de las más diversas influencias para enriquecer el propio relato, que van desde el espectro de Lana Del Rey en In the modern world, a frasear el estribillo de Starbuster bajo la influencia de Jonathan Davis de Korn, un temazo compuesto con estructura nü metal sin la distorsión y la agresividad reconcentrada, sino el acento en la cadencia hip hop, como una derivada del debut de Kasabian. Here ‘s the thing recurre al viejo truco de los Beatles en She loves you -partir con el coro-, para un patadón de pop rock fresco y urgente.

La acústica Motorcycle boy es una bella danza post rock de voces caleidoscópicas, guitarras aceleradas, pianos y un ritmo de marcha in crescendo. La batería retumba dominante y poderosa en Sundowner mientras ligeros adornos de guitarras acústicas y eléctricas se cruzan con finalidad dream pop. Hacia el final Death kink se saca el sombrero ante Pixies, como Favourite cierra con energía luminosa un álbum donde cada canción implica detalle, artesanía y una impronta cinematográfica, para montar escenas con distintas emociones, coloridos y ritmos.

*Ty Segall - Love rudiments

En enero de este año Ty Segall (37) publicó un disco voluptuoso y variado como Three bells con reverencias a Bowie y volutas de folk rock, stoner y progresivo, para dar paso a este decimosexto álbum que en cuatro suites expone todas las fases del enamoramiento y la relación de pareja, hasta que el amor desaparece. Incluye el flechazo inicial, la intimidad, la luna de miel, la cotidianidad, las peleas y la separación, sin mediar palabra en 35 minutos. Love rudiments es un álbum de batería en primer plano -el instrumento inicial de Segall-, adornado con distintos elementos de percusión que permiten a la estrella indie californiana dibujar melodías, entre diversidad de ritmos y métricas. Recurre al vibráfono, el xilófono, timbales y arcaicos sonidos de batería electrónica de los 70, antes de la explosión de los pads octogonales característicos de los 80.

A diferencia de un ejercicio similar en el papel como es Rites of percussion (2023) de Dave Lombardo, donde cada pasaje posee una personalidad distinta y determinada capturando la atención constante, Love rudiments es más tangencial y divagante -más hippie si se quiere-, con momentos experimentales que recuerdan a King Crimson en los 70, los ejercicios de Terry Bozzio en kits tribales, y la vocación soundtrack de Fantômas. La audacia funciona.

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