Columna de Rodrigo González: No Hables con Extraños: Las malas juntas

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Columna de Rodrigo González: No Hables con Extraños: Las malas juntas

Un matrimonio estadounidense en crisis es invitado a la casa de un extrovertido inglés que conocieron en vacaciones, sólo para encontrar que los verdaderos problemas están por empezar. Suspenso, algo de horror y hasta humor se reparten con eficacia en este intenso filme con James McAvoy en el rol del británico del que es mejor mantenerse alejado.



La lógica dice que es mejor alejarse de los letreros que dicen peligro, no bañarse en las playas no aptas y evitar poner las manos en el enchufe. A menos, claro, que uno esté tan desorientado en la vida que termine pasando por alto todas las luces rojas. En No Hables con Extraños, es evidente desde un principio que la pareja compuesta por Ben (Scoot McNairy) y Louise Dalton (Mackenzie Davis) no está bien en su matrimonio y que eso de tener las defensas emocionales bajas es carne de cañón para los depredadores del mundo. Por ejemplo, durante una estadía en Italia.

En medio de la apacible y soleada región de la Toscana italiana, el extrovertido turista inglés Paddy (James McAvoy) y su esposa Ciara (Aisling Franciosi) coinciden con ellos dentro de un grupo de viajeros de diversas nacionalidades. Paddy es bullicioso, ríe fuerte y disfruta hacer todo tipo de bromas de dudoso gusto. Francamente le importa poco lo que digan los demás y tanto Ciara como el casi mudo Ant (Dan Hough), el hijo de ambos, siguen su señuelo a cualquier hora y en cualquier lugar.

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La hija Agnes (Alix West Lefler) y los padres Louise (Mackenzie Davis) y Ben (Scoot McNairy) en No Hables con Extraños.

A los Dalton les cae especialmente bien, en particular a Ben, un hombre que anda por los cuarenta y tantos, perdió su trabajo y está herido en su masculinidad y en su autoestima. Tal vez Paddy es un ejemplo de lo que él podría haber sido con más agallas más en la vida.

Cuando ya están de vuelta de vacaciones en la urbe gris y lluviosa, Ben, Louise y su hija Agnes reciben la inesperada invitación vía correo tradicional de ir a visitar a Paddy y su familia a su casa de campo al suroeste de Inglaterra. Él se entusiasma, pero ella lo duda. Apenas los conocen. Pero el marido anda alicaído y tal vez este viaje recomponga las cosas hasta en el matrimonio. ¿Que podría salir mal?

Las reglas del cine de horror y suspenso dicen que, en estos casos, cualquier desenlace ingrato está en el menú. Lo interesante es que en esa oportunidad la película está sobre la media del género en la medida que incluye las desventuras de un matrimonio en crisis (Scoot McNairy está magnífico en el rol del esposo fracasado y hasta engañado) y hay una buena dosis de humor en cómo James McAvoy hace de hombre alfa devenido en sociópata. Acá saca las garras más letales de su repertorio y por momentos parece una de las 24 personalidades del psicópata que encarnó en Fragmentado (2016), de M. Night Shyamalan.

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Los niños Ant (Dan Hough) y Agnes (Alix West Lefler) son personajes determinantes en No Hables con Extraños.

Gracias a estos matices es que No Hables con Extraños se hace atractiva, aún cuando se intuye que ya una vez en casa de Paddy y Ciara la cosa entrará en el subgénero de algo así como los huéspedes desprevenidos en la casa de la bestia. Es decir, los Dalton tendrán que vérselas con un dueño de casa sin muchos filtros, capaz de matar a su ganso regalón para obsequiárselo de cena a la vegetariana Louise y tan hábil con el rifle y la pistola como un clásico texano, muy lejos del inglés promedio.

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El actor James McAvoy y el director James Watkins en el rodaje de No Hables con Extraños.

La película del inglés James Watkins producida por la compañía especialista en horror Blumhouse es un remake de una cinta del mismo nombre del año 2022. Ahí los huéspedes eran daneses en casa de holandeses y los actores menos carismáticos. Todo era más asordinado, menos humorístico y finalmente más brutal que en la versión de Hollywood. La película danesa estaba bien, pero es grato encontrarse con una adaptación que no defraude y que incluso supere al original. Este es el caso.

Eso sí, la enseñanza de no seguirle la corriente a los matones sigue siendo la misma en Inglaterra, Holanda o Chile.

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