Reseña de libros: de la correspondencia de José Donoso y Carlos Fuentes a Yuri Soria-Galvarro
El volumen que recorre 30 años de cartas entre dos autores esenciales de la narrativa latinoamericana; el primer poemario del narrador boliviano radicado en Puerto Montt, y un libro ilustrado que habla de un niño que se reencuentra con su país natal, en las lecturas de la semana.
Correspondencia, de José Donoso y Carlos Fuentes (Alfaguara)
Difícil encontrar dos personalidades tan distintas: Carlos Fuentes, exitoso y extrovertido, codeándose con el red set cultural y político, y José Donoso, retraído, aislado y asediado por sus angustias. Sin embargo, cultivaron una amistad y una correspondencia que se extendió por más de tres décadas. Autores fundamentales de la narrativa latinoamericana, en sus cartas Donoso y Fuentes comparten lecturas, proyectos y viajes; pelan, critican y urden planes. También hacen confesiones: Donoso le expresa su temor de que “tus ambiciones políticas (...) y la afición por el poder que te señalé una vez, hace muchos años, en un viaje en tren de Santiago a Concepción, no te hagan hacer una ‘gabada’. Te envidio tus convicciones, tu capacidad para sentir con fuerza las causas generales: yo, cada vez más, me transformo en un ser interior y lírico”. Rigurosa y minuciosamente editada por Cecilia García-Huidobro y Augusto Wong, la correspondencia cubre desde 1962 a 1995 y permite seguir la amistad y la trayectoria de ambos, así como sus esfuerzos por triunfar. En estas páginas se asoma también parte de la historia política y cultural del período, con sus tensiones y controversias. Y aparecen desde Pablo Neruda y Luis Buñuel a Juan Carlos Onetti y Jorge Edwards, partiendo por los protagonistas del boom: Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, García Márquez y el propio Fuentes. Y aunque Donoso no pudo consolidar su posición dentro del grupo, Fuentes le asegura que “entre todos los protagonistas de maxi, mini, proto, infra, meta, sub, supra, ex y heredo Boom, a nadie me siento ligado como a ti por todo un mundo afectivo, referencial y fraternal”.
Bahía Tenóforo, de Yuri Soria-Galvarro (Editorial Aparte)
Los tenóforos son pequeños animales casi transparentes, de cuerpo gelatinoso, que suelen verse sobre la superficie del mar. La imagen de los tenóforos es una de las que utiliza el narrador Yuria Soria-Galvarro en su primer libro de poemas. Nacido en Bolivia y radicado en Puerto Montt, el autor escribe la bitácora de un viaje por los mares y canales del sur, un viaje físico y poético por una geografía accidentada y remota, fría y lluviosa. Un escenario de naufragios, barcos hundidos, soledades. “Navegantes, astronautas en barquitos de papel, como si fuéramos un mensaje flotando bajo el surco de los peces, con las bodegas llenas de palabras, a bordo de una noche oscura como el petrel gigante, al sur del archipiélago de las jibias”, escribe. En la bitácora el poeta reflexiona también sobre los migrantes: “Los bares están llenos de gente que quiere ser salvada/ los bares están llenos de gente que nadie salvará/ ¿será todo tan triste/ en el fondo del volcán,/ sobre la espuma de las nubes/ y en el grito congelado del pitío?”, se pregunta. Del mismo modo, el lenguaje y su capacidad expresiva son objetos de exploración: “Y las malditas palabras que no alcanzan/ las palabras que son hipérbole a estribor de una isla/ que son barcos de nombres tan inverosímiles como destierro/ como anfibológico/ como nube/ como partida”, escribe. “Único testigo/ serán las palabras/ como gotas amarillas/ como conchas vacías regurgitadas/ gastadas con la herrumbre de fantasmas/ y las palabras no serán luz/ no serán luna/ no serán estrella”, anta en este breve poemario por donde cruzan Coloane y Bárbara Délano, barcos fantasmas, ballenas, mañíos, glaciares y tenóforos.
Perdido, de Iván Larraguibel y Claudio Muñoz (Ekaré Sur)
Gaspar salió de Chile con su familia cuando era muy pequeño. A mediados de los años 80, como regalo de Navidad, su papá lo invita a hacer un viaje juntos al país. En el aeropuerto los esperan sus abuelos. Camino a la casa familiar, el papá observa cómo ha cambiado Santiago. Al día siguiente visitan el centro de la ciudad. “Todo es muy diferente, las monedas, las calles, los autos, los edificios, la gente y la forma en que hablan”, dice Gaspar. De pronto, en una de las calles, un músico toca en su guitarra la melodía de una canción conocida para ellos, que suelen escuchar en casa pero que en esa época estaba prohibida en el país. El papá le da unas monedas al músico y siguen su camino. Sin embargo, entre la gente que a esa hora camina por el centro y las vitrinas que atraen la mirada del niño, Gaspar y su papá se pierden de vista. De pronto, Gaspar se ve solo. Observa a su alrededor buscando a su papá y no lo encuentra. “Estoy perdido”, piensa. No conoce la ciudad, no sabe cómo volver a casa de sus abuelos: en su país natal, Gaspar es un extranjero. Pero una voz solidaria saldrá en su ayuda. El libro narra una historia de exilio, extrañeza y reencuentro con la familia y el país. La edición cuenta estupendas ilustraciones que evocan el Santiago de los 80, sus calles y letreros, y el ambiente gris que se respiraba por la falta de libertades. Las imágenes aportan contexto, otorgan color y emoción a la narración y proporcionan también detalles que enriquecen el relato. Los autores salieron al exilio con sus familias después del golpe militar de 1973 y ahora dedican el libro a todos quienes se han visto obligados a vivir fuera de su país.
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